El laboratorio de la duda
Escultura ·
El arte relacional de Carsten Höller, con obras como sus toboganes y el hongo que ha plantado en París, cambia el foco. En lugar de admirar el genio ajeno, nos invita a explorarnosLa obra de arte ya no está en el centro del discurso. El observador y, sobre todo, los vínculos que establece con la pieza, concitan ... el interés prioritario de muchos autores contemporáneos. Una generación de creadores, 'boomers' nacidos en la primera mitad de la década de los sesenta, cambió los tradicionales puntos de vista desplazando la atención desde el objeto material a cuestiones hasta entonces periféricas como los mecanismos de la percepción o la influencia cultural en nuestra aprehensión de la realidad. Carsten Höller es una de esas figuras relacionadas con el denominado arte relacional. Con ocasión de la celebración de Art Basel París, el alemán ha exhibido su escultura 'Giant Triple Mushroom' en la Plaza Vendôme de París.
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Un hongo de tres metros de altura se ha levatando en el corazón de la capital francesa. Las referencias a vegetales y animales han sido una constante en el trabajo de Höller y la alusión a la planta alucinógena parece establecer una conexión entre la alteración sicotrópica que produce su ingesta y esa pretensión de buscar nuevas formas de ver y acceder a nuestro entorno.
El desconcierto es una de las consecuencias de ese trastocar de perspectivas, proceso iniciado en los años noventa, cuando sus protagonistas irrumpieron en la escena artística internacional. Los autores ligados al arte relacional, denominación acuñada por el comisario francés Nicolas Bourriaud, trataban de cambiar las jerarquías y situar al individuo en el centro de su práctica. Sus trabajos eran más dispositivos que obras al uso, espacios para la reflexión existencial, social y política, y alentaban la participación del espectador. Félix González-Torres, el precursor, Mauricio Cattelan y Rirkrit Tiravanija, entre otros, forman parte de esa corriente.
El arte es una herramienta para acceder a la exploración y el conocimiento, y en el caso de Höller su procedimiento sigue la metodología científica. Doctor en ciencias agrícolas y entomólogo, sus obras se antojan propuestas para el análisis empírico con el público ejerciendo de cobayas. Los toboganes gigantes se hallan entre sus piezas más conocidas. El 'Test Site', situado en la Tate Modern, reclamaba la participación de los individuos. En este caso, la interactividad era máxima ya que el sujeto penetrabyba en el interior de la escultura, pero, además, su experiencia alentaba múltiples emociones, desde la ruptura con nuestra movilidad tradicional hasta la exaltación lúdica, una realidad excitante ajena a nuestra cotidianidad.
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La escultura siempre nos ha hablado del genio ajeno y proporcionado, habitualmente, una experiencia estética. El arte relacional, variante del conceptual, invierte el foco y nos proporciona un instrumento para explorarnos. El autor habla de 'laboratorio de dudas' y podríamos entender que sus ámbitos nos regalan un lugar para abordarnos como seres mediatizados por conductas adquiridas. Esta es la ocasión para encontrar aquello que no deriva de comportamientos asimilados. Höller nos regala la oportunidad.
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