Juan Tallón y la realidad irreal
Narrativa. ·
Un tipo de Orense apellidado Hitler hereda un negocio funerario y triunfa con un 'ataúd estrella' forrado con pan de oroNo puede decirse que el tema de las funerarias arrase en nuestra literatura nacional, pero ha tenido algunas estimables incursiones narrativas. Juan Luis Cano nos ... brindó en 2009 una hilarante y berlanguiana novela, 'La funeraria', inspirada en el negocio que su propia familia tuvo en el popular barrio de Carabanchel, y Joaquín Berges publicó en 2023 'Ganas de vivir', la historia de una pintoresca familia de maniáticos que regentaba una próspera empresa de pompas fúnebres. Es precisamente la irónica paradoja que había entre el diurno título de esta última y el luctuoso negocio que permitía a sus personajes centrales, en efecto, «vivir con ganas», la que se encuentra el lector ya en las primeras páginas de 'El mejor del mundo', la nueva entrega novelesca del escritor orensano Juan Tallón. Su protagonista, un paisano gallego que hereda un negocio funerario -'Ataúdes Ourense'- de un padre con el que se llevaba a matar, se presenta sumido en una truculenta euforia por el éxito económico que ha conseguido alcanzar en su empresa y que supera los mediocres resultados con los que se conformaba su progenitor.
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Antonio Hitler (así se llama el siniestro héroe de la novela) se siente no ya feliz sino incluso inmortal ante el éxito que ha obtenido con un ataúd de lujo, forrado en pan de oro y llamado Apolo, que es la oferta estrella de la casa y «el mejor del mundo», según reza el lema publicitario que da título al libro y como lo corrobora el interés multitudinario que desata durante una gira de quince días por los salones de dos ferias comerciales celebradas en Houston y Ciudad de México. Es en esta última metrópoli donde se halla al inicio del relato y donde nuestro hombre entra en contacto con otros seres no menos estrafalarios, como un empresario valenciano cuyo negocio consiste en una pirotecnia que ofrece disparos al aire con las cenizas de los difuntos en distintas modalidades de trueno, de fuegos artificiales o de cohete de la 'mascletà'.
Pese a lo que tiene de provocadora, de hilarante y de extravagante la propuesta ficcional de Tallón, hay que señalar que son precisamente esos ingredientes próximos a lo surreal los que hacen funcionar el texto con una solvente eficacia narrativa y una lograda simulación realista en virtud de las desconcertantes leyes de la verosimilitud novelesca. El propio apellido Hitler, que arrastra el protagonista, es tan chirriante que resulta, acaso por esa misma razón, más creíble en su contexto que el de Pérez o el de López que, por explícitamente comunes, dejarían entrever una premeditada intencionalidad en el autor de hacerlos pasar por convincentes. Será con ese tono y ese registro realistas con los que un clásico narrador omnisciente de tercera persona nos irá adentrando tanto en el pasado y en la historia familiar de ese Hitler orensano como en un presente que toma unos progresivos carices oníricos.
La novela se divide en dos partes, seguidas por un epílogo, y cada una de las cuales se subdivide en capítulos numerados en los que se van alternando sucesivamente los tiempos mediante la utilización sistemática del 'flashback'. Por los capítulos que se desarrollan en un tiempo presente, advertimos cómo Hitler pasa de protagonizar, estimulado por el consumo de DMT, una escena de extraordinaria violencia en un antro de las capital mexicana a la sensación de irrealidad que le produce un presunto reencuentro con su vida rutinaria en la que ha cambiado repentinamente todo y que conduce al texto a una deriva fantástica en la que el gran hallazgo reside en la sensación de perplejidad que el lector comparte con el propio personaje central. Como contrapunto, por los capítulos que se inscriben en un tiempo pretérito, vamos teniendo noticia de un cuadro familiar no ya disfuncional sino criminal (de malos tratos, suicidios, asesinatos…) que, de no ser por las apariencias propias de la clase social, habría llevado a todos sus miembros a la cárcel, al hospicio o al psiquiátrico.
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Es con ese pavoroso cuadro parental con el que Tallón explica a un personaje como su Antonio Hitler, carente del menor sentimiento de culpa y solo vulnerable al afecto que siente por su hija. Un tipo que busca el momento de celebrar lo feliz que es fumándose el Cohiba que robó en casa de su padre el día del entierro. Quizá lo estremecedor que hay en ese retrato, en ese pragmatismo grotesco y en ese talento para idear un ataúd de oro que ponga los dientes largos a los millonarios mafiosos, es lo que dicho personaje tiene de reconocible y nada ajeno a la sociedad que hemos construido.
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Padrenuestro. un nuevo caso de Nico Ros Beatriz Roger y Luiso Soldevila
Cuando cuatro manos escriben mejor que dos
J. Ernesto Ayala-Dip
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En la novela policiaca que abordo para la rentrée literaria de este suplemento cultural, convergen varias cuestiones. Pero hay una especial que me llenó de curiosidad y, sobre todo, de enorme interés. Me estoy refiriendo a 'Padrenuestro', cuya autoría corresponde a dos autores, Beatriz Roger y Luiso Soldevila. Las novelas a cuatro manos siempre me interesaron, como también me interesan los conciertos para piano compuestos de la misma manera. El primer libro de estas características que llegó a mis manos y devoré con un indescriptible entusiasmo fue 'Callejón sin salida', escrito por Charles Dickens y Wilkie Collins. Obviamente el experimento no podía salir mal, porque el primero ponía su arte narrativo y el segundo su maestría para las tramas. Pero además también se suma otra circunstancia, que Beatriz Roger es la madre de Luiso Soldevila. O éste es el hijo de la primera. Dos autores a los que los separa una generación, además de ser uno mujer y el otro varón. La invitación a la incógnita estaba servida. También son autores de 'Marismas', donde nace el detective Nico Ros.
'Padrenuestro' es una novela de 600 páginas. Transcurre en un área muy concreta del norte de Cataluña: la Costa Brava y un pueblo concreto que se llama Llafranc, en la comarca del Ampurdán. Un día aparece un hombre asesinado. A los pocos días aparece otro y así hasta cinco. Todos ellos mueren de una forma atroz. Es entonces cuando aparecen los mossos (policía autónoma), entre los cuales destacan unos investigadores muy conscientes de lo que tienen enfrente y a la vez absolutamente desorientados. Estamos ante un asesino en serie aunque, a veces, parecen más, dada la factura complicada de los crímenes. Algunos cadáveres aparecen despanzurrados, con injertos de piernas que no son las suyas. Entre los mossos se encuentra incrustado un detective privado, Nico Ros, personaje que rinde homenajes a los grandes detectives privados de la historia de la novela negra. Pero Nico Ros es un tipo normal, tiene mujer e hijo, es muy feliz y sólo quiere volver enseguida a casa para disfrutar de su familia. Como se ve, nada que ver con los clásicos detectives entregados a la bebida para mitigar sus pesarosas existencias privadas. Agrego que el asesino en serie no se priva de secuestrar también a un jefe de los mossos para incrementar su fama de asesino arrojado y terrorífico.
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Se me hace imposible deducir cómo se escribió esta excelente, muy excelente novela policiaca. Cómo se dividieron madre e hijo la faena. Quién puso el estilo o la intriga, quién acertó en la descripción de los exteriores, quién de los dos puso los diagnósticos psicológicos tan convincentes y creíbles. De las muchas novelas policiacas que leí este año, sin ser un especialista en la materia, esta es una de las que me impresionó.
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Se prohíbe hablar con el conductor Julio Camba
Julio Camba en su laberinto
Iñigo Linaje
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Los grandes escritores se diferencian de los mediocres en una cosa: siempre están a la altura de las circunstancias. En los buenos y en los malos momentos. Julio Camba (1884-1962) pertenece a la primera categoría, ya que ha sido -y sigue siendo- un referente para toda una legión de columnistas. Su dominio del lenguaje y su humor inagotable le llevaron a ser un cronista de lujo de la vida de Madrid, un analista social y político de la España de la época, además de un brillante corresponsal en el extranjero. Tenía la rara habilidad de encerrar la visión de un mundo -enorme o minúsculo- en pequeñas píldoras de quinientas palabras. No atravesaba, sin embargo, su mejor momento el escritor a mediados de los años cuarenta. A sus «cíclicas depresiones» se unió la muerte de su hermano. Privado de amistades y de viajes y clavado en una soledad cada vez mayor, Camba publicó en 1945 dos recopilaciones de artículos que habían aparecido años atrás en el diario ABC: 'Esto, lo otro y lo de más allá' y 'Etc, etc'. Dos títulos poco afortunados que, no obstante, mantienen la brillantez y la mordacidad de otras de sus recopilaciones y que ha editado en un solo volumen Fórcola bajo el rótulo 'Se prohíbe hablar con el conductor'. Ambos libros contienen columnas enjundiosas y desternillantes, en las que Camba recuerda viajes pasados y habla de cine, moda y retrata a la sociedad de la época, tanto en sus vicios y defectos como en sus hábitos y costumbres.
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El telegrafista Luis Salvago
La amistad y la guerra
Iñaki Ezkerra
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Luis Salvago es un oficial del Ejército del Aire nacido en Valencia en 1964 que se ha revelado como un excelente escritor con un mundo y un estilo propios en los últimos años. Al Premio Vargas Llosa en 2019 por su novela 'En el nombre del padre' le han seguido en 2024 el Premio Tiflos por su obra 'Josephine' y el Ateneo Ciudad de Valladolid por 'El telegrafista', que se centra en la contrariada amistad entre dos muchachos en la década de los años 30. Luis, el protagonista y narrador, sobrevivió a la encarnizada Batalla de Belchite, pero, tras catorce meses en el penal de Montjuic, yace en la cama de un hospital militar aquejado de una tuberculosis que no augura un feliz desenlace y dejándose cuidar por una enfermera llamada Adela, que tiene más o menos su edad. Éste es el punto de partida de un texto que destaca por su especial delicadeza en la manera en la que se alterna un presente de auscultaciones del doctor Lasierra, el médico que le trata; de conversaciones con otros pacientes, en las que afloran recuerdos, y de lecturas literarias con el pasado reciente y con la historia de su amigo Ezequiel, un chico atormentado por una dramática situación familiar y por las burlas de sus compañeros en la escuela. Luis le falló a Ezequiel cuando debía haber acudido en su rescate durante un humillante episodio y esa ausencia de valor quebró la relación entre ambos. Pero la guerra volvió a unirlos cuando Luis desempeña una tarea de telegrafista y Ezequiel se convierte en su auxiliar directo.
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La guerra mundial de los romanos Giusto Traina
El nacimiento global del imperio romano
Julio Arrieta
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Marco Tulio Cicerón es recordado como uno de los más grandes políticos y oradores de la República romana. Sin embargo, poco suelen rememorarse los detalles de su muerte, a manos de sicarios de Marco Antonio. «A diferencia de otros proscritos, su cadáver fue ultrajado de forma especial: su cabeza fue clavada en la rostra, la tribuna de los oradores del Foro, junto con su mano derecha». Esta profanación no fue casual, plantea el historiador Giusto Traina. Corresponde a una tradición oriental: «Los partos dispensaron el mismo tratamiento al cadáver de Craso» diez años antes. Antonio siguió un modelo extranjero en el simbolismo del castigo.
Esta anécdota cruenta refleja la idea de fondo de 'La guerra mundial de los romanos', libro denso pero muy atractivo en el que Traina repasa la convulsa historia de Roma «desde el asesinato de Julio César a la muerte de Marco Antonio y Cleopatra» desde un punto de vista internacional. Global, podría decirse, porque afectó a las cuatro partes del mundo conocido entonces por los romanos. Que, sin embargo, entendieron y estudiaron la etapa como una sucesión de guerras civiles, de conflictos internos, sin tener en cuenta cómo afectaron a las otras 'nationes', a los que para ellos eran extranjeros bárbaros. Traina abre el foco y reelabora el relato de estos hechos incluyendo a estos extranjeros que, para nosotros, herederos del prejuicio romano, siguen siendo exóticos, como «el moro Bogud, el cilicio Tarcondimoto y el armenio Artavasdes».
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Una tienda en Chicken Hill James Mcbride
Buenos vecinos
Pablo Martínez Zarracina
Una particular energía emocional distingue a la literatura de James McBride. Tiene que ver con la fraternidad y se expresa en sus momentos más intensos con el multitudinario entusiasmo de una fiesta. El efecto remite a Dickens, pero pronto hace pensar en la posibilidad de que el John Ford de 'Qué verde era mi valle' sustituyese a los irlandeses por negros y emigrantes judíos. El lector lo comprueba al comienzo de esta novela ambientada en los años de la Gran Depresión, cuando la comunidad negra de Chicken Hill, un barrio de una pequeña ciudad de Pensilvania, encuentra en su vecina Chona -una judía irreverente, bondadosa e imparable que junto a su marido Moshe les fía en su tienda de comestibles y les abre las puertas de su sala de baile- «la prueba material de que la igualdad era posible en los Estados Unidos».
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Sobre la puesta a prueba de esa hipótesis, McBride construye una novela coral y enfática, revestida de un constante simbolismo, por la que desfilan rabinos sentenciosos, médicos del Ku Klux Klan, gánsters, obreros, criadas, buscavidas y leyendas del 'swing' como el baterista jorobado Chick Webb. El intento del Estado por internar en una institución inhumana a Dodo, un chico negro que quedó sordo tras la explosión de una estufa, será el detonante de una historia que consigue estar por encima de su evidente propósito edificante. Lo hace acumulando una considerable cantidad de encanto a través de la construcción de ambientes, personajes, historias secundarias y, sobre todo, un narrador omnisciente, veloz y lenguaraz. A cambio, la trama principal aparece llamativamente deslabazada, pero la apuesta de McBride no es la de perfección sino la de la magia.
En este sentido, su manejo del melodrama es muy efectivo. Estamos ante un autor que se mueve constantemente al borde del sentimentalismo, pero consigue evitar la caída con una mezcla muy particular de humor y -digámoslo así- desenfreno expresivo. En sus mejores momentos, la escritura del estadounidense consigue ascender y estallar como la sección de viento de una banda enloquecida. Es uno de los constantes contrapesos que McBride maneja con inteligencia. Curiosamente, 'Una tienda en Chicken Hill' tiene algo de síntesis de los dos libros suyos que hasta ahora se habían publicado entre nosotros: 'El color del agua' (Big Sur), donde el autor recuperaba la historia de su madre, una mujer judía que se casó con un pastor negro y sacó adelante a once hijos en Brooklyn, y 'El pájaro carpintero' (Hoja de Lata), una historia ambientada en la Guerra de Secesión en la que Henry Cebolla Shackleton, un niño esclavo picaresco y absolutamente disparatado, se cruzaba con la figura histórica del abolicionista John Brown.
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El enigma de West Heart Dann Mcdorman
Un fin de semana para morirse
Sergio García
Si todo escritor de intriga es un asesino, habrá que dar por válido que todo lector es un detective. No lo digo yo, es el epílogo de 'El enigma de West Heart', una novela que parece escrita para el teatro y que discurre por un lado entre continuas referencias a Dashiell Hammett, Raymond Chandler y, por supuesto, Agatha Christie y por otro, a la 'Poética' de Aristóteles, por aquello de la catarsis que provocan los acontecimientos que deberían repugnarnos pero nos atraen, lo que dice muy poco -o mucho- de nuestra condición humana. Lo que al autor le preocupa es llevarnos por la procelosa senda del enredo. Se sirve para ello de un fin de semana largo en un club de caza de Nueva York donde media docena de familias acomodadas y en apariencia satisfechas desvelan la podredumbre que las caracteriza. Ambición, infidelidad, ira, celos, vergüenza... todo ello en un escenario claustrofóbico -hasta el campo abierto puede serlo- donde el autor se ofrece como cicerone no solo de la trama, sino del género. Cuando uno comprende que tanta información persigue pastorear al lector y contribuir a su desconcierto, ya es demasiado tarde. McAnnis es el detective, un tipo a quien si algo ha dejado claro su paso por Vietnam es que el hombre (o la mujer) es un lobo para el hombre (o la mujer). Estén atentos, porque las pistas se suceden. Lo que en otras historias se esconde bajo la alfombra, aquí termina en la cámara frigorífica. Y con sorpresa garantizada.
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Pasión Nails Rosario Izquierdo
Con solo cruzar el puente
Elena Sierra
No puedes evitar reírte con las andanzas de Pepa en 'Pasión Nails' y más allá de los muros de este salón de belleza del extrarradio, en un barrio de la periferia de ciudad andaluza en el que parece que la vida se ha detenido en el tiempo: los adolescentes no terminan los estudios, enseguida pillan algún trabajo o chanchullo, y si son chicas, son madres muy jóvenes, hablan de la honra y de 'llegar' al matrimonio; padres y (sobre todo) madres cuarentonas acogen en sus pisitos a las parejas de sus hijos y a su nietos; todo el mundo está a la que salta; y el culto a la estética (labios y culos de plástico) es tan real como en cualquier 'reality'. Pepa, que por primera vez en su vida se va a hacer las uñas -eso tan tóxico, reflexiona de vez en cuando, y mira que hay hasta niñas en el salón- se toma su incursión en la barriada como una investigación de campo, como una constatación de la brecha social, del abandono, del analfabetismo que perdura. Ya se dedicó a este tipo de cosas cuando tenía trabajo, ahora que está en paro se atreve a vivirlo de otra manera.
Esta novela se puede leer como un ensayo ligero, y divertido a la vez que esclarecedor, sobre las relaciones entre el centro y la periferia, el abismo entre la clase media y la baja, sobre los prejuicios, la precarización, la sexualización y todos los patrones de comportamiento que nunca mueren, que son como una condena para las generaciones que vendrán. Habrá que leer más a Rosario Izquierdo.
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Ni una, ni grande, ni libre. La dictadura franquista Nicolás Sesma
El franquismo contado a los niños
Jon Kortazar
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Nicolás Sesma (Vitoria, 1977) ha escrito una brillante historia de uno de los acontecimientos centrales de nuestra vida: la dictadura de Franco. Confiesa que quiere contarla «a los nacidos más allá de la muerte de Franco» y busca una visión «más distanciada y a la vez también vivida desde el interior». Desde esa intención dibuja un recorrido por la dictadura, que arranca en febrero de 1939, dividido en diez capítulos. Escribe una narración unificada, conjuga una visión que une las decisiones políticas y económicas a sus consecuencias en la sociedad, de las que se subrayan elementos emocionales y simbólicos que agrandan el sentido del texto y ayudan en su lectura.
La primera parte del título, 'Ni una, ni grande, ni libre', configura, desde su sentido irónico, la definición de una dictadura que cercena las libertades -Ni libre- y a este respecto el primer capítulo relata una situación de dura represión; que se apoya en una amalgama de diversos actores ideológicos, que el autor llama con propiedad «selectores», políticos de muy distintas familias gubernamentales -Ni una- dispuestos a participar en el desarrollo del Estado dictatorial; que pena en el ámbito económico y no tiene presencia decisiva en la escena internacional -Ni grande-. Hay que destacar la destreza de la escritura, fruto de las virtudes estilísticas del historiador, que hace que este libro voluminoso se lea con facilidad. Un volumen que cuenta con un análisis maestro las falacias de la dictadura franquista.
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