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Inteligencia artificial

el latido cultural ·

La expresión elegida por la Fundéu como palabra del año refleja la veloz tecnologización de la sociedad

Sábado, 7 de enero 2023, 00:05

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La Fundación del Español Urgente (Fundéu), promovida por la Agencia de noticias EFE y la Real Academia de la Lengua Española, ha otorgado en los últimos días del recién caducado 2022 el título de palabra del año a la expresión 'inteligencia artificial'. Yo creo que esto es algo que se veía venir desde que Tamara Falcó pronunció la inolvidable sentencia que expresaba su desengaño amoroso: «Me da igual si han sido seis segundos o un nanosegundo en el metaverso». Uno creía que el metaverso era un término salido de la crítica literaria y referido a la poesía que va más allá de la poesía, o sea, al verso que reflexiona sobre sí mismo. Pero está claro que la célebre 'socialite' y aristocrática telecocinera, se refería a otra cosa: a ese lugar donde, al parecer, vive bastante más peña de la que uno es capaz de imaginarse durante las veinticuatro horas del día y de la que la Wikipedia (la consulto por esta vez y sin que sirva de precedente) nos brinda bellas y sugerentes definiciones como «entorno multiusuario perpetuo y persistente que fusiona la realidad física con la virtualidad digital» o «red interconectada de entornos inmersivos y sociales en plataformas multiusuario persistentes». Bien.

Resulta evidente que una importante parte de la ciudadanía vive en el futuro o que, a falta de una inteligencia natural que nos evite tropezar mil veces con la misma piedra de las crisis económicas, las divisiones sociales, los enfrentamientos políticos y las guerras, necesitamos de una inteligencia artificial, o sea, de una pandilla de robots que nos saquen las castañas del fuego. Está claro que cuanto más troglodíticos y neanderthales se vuelven los escenarios nacionales e internacionales, cuanto más lejos se nos presenta la solución a la quijada cainita y abelicida que encarna el conflicto armado de Ucrania, más nos da por hacernos los futuristas y por esperar que la solución venga de las máquinas. De hecho la competencia con la que se ha topado la expresión ganadora del 2022 ha sido de lo más enconada y con palabros que luchaban duramente en el mismo campo de la hipermodernidad como puedan ser criptomoneda, ecocidio, gasoducto, gigafactoría, gripalizar o sexdopaje. Para comprender en qué ilusionante momento de la evolución humana nos hallamos, no tenemos más que recordar los exóticos vocablos que ganaron las anteriores ediciones de este concurso anual -selfi, emojis, microplástico…- o los que últimamente ha admitido el Diccionario de la RAE: videojugador, hagioscopio, puntocom…

Sí. La verdad es que uno desconfía de manera profunda pero fundada del futurismo. 'Frankenstein o el moderno Prometeo', la novela de Mary Shelley, surgió en buena parte del culto frenético que en el primer tercio del siglo XIX se rendía hacia los experimentos bioeléctricos y electromagnéticos, así como el nazismo se halla ligado a una época de culto fanático a la técnica que lindaba con la ciencia-ficción y que aparece muy bien reflejada en la serie televisiva 'Babylon Berlin' inspirada en las novelas de Volker Kutscher. En nuestra época, asistimos a una subliminal negación y a una ideológica huida de lo humano que alcanza la más flagrante contradicción: por un lado están las corrientes animalistas que reivindican unos derechos para la fauna cuyo antecedente está en Goering; por otro lado, una ingenua ilusión en que las máquinas desplacen al hombre de su puesto laboral. Hay un empeño en que el ciudadano de hoy se sienta acorralado entre los derechos de las vacas y los de los robots.

En realidad, inteligencia artificial es una expresión que tiene algo de pleonasmo. ¿No es en sí misma la inteligencia un artificio que el ser humano ha fabricado a partir de sí mismo y de su voluntad artificial de desarrollo? ¿Es lo artificial un hecho antitético a la naturaleza humana o más bien un producto inherente a nuestra propia especie?

Se reclaman en estos días para los animales unos derechos que conllevarían también unas responsabilidades. El siguiente paso será reclamar derechos para las máquinas. Digo esto con la sospecha de que ya habrá nacido seguramente un estrafalario movimiento que se encuentre sumido en esas reivindicaciones. La inteligencia artificial, que acaba de reconocer la Fundéu como palabra del año que se ha ido, me recuerda un texto de Ignacio Vidal-Folch en el que un robot mata a otro robot sin que haya un Código Penal para hacerse cargo del caso.

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