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«Hasta que no ahueque el ala te querré», le escribió Frida Kahlo a Rivera tras su divorcio. The Bowes Museum

La historia del elefante y la paloma

Diego Rivera y Frida Kahlo. Los dos artistas vivieron un matrimonio tormentoso con adulterios, rupturas y reencuentros

Luisa Idoate

Viernes, 7 de febrero 2025, 17:30

Se casan en 1929, se divorcian en 1939 y se vuelven a casar diez meses después. Diego Rivera y Frida Kahlo viven una relación tormentosa hasta la muerte. Una mezcla de pasión, adulterios, deslealtad, admiración, celos, venganza, arte, militancia política, rupturas y reencuentros. En su boda ofrecen tortillas, plátano frito y manitas de cerdo, sin cubiertos «porque son burgueses». La celebran en el Juzgado de Coyoacán (México). Es el casamiento «entre el elefante y la paloma», dicen sus familiares. Así les llaman. Ella tiene 22 años, pesa 45 kilos y pinta como terapia contra las secuelas de la poliomielitis infantil y la embestida de un trolebús en 1925 que le parte en tres la columna. Él va a cumplir 42, en la báscula supera los 120, tiene dos ex esposas y dos hijas, y es un destacado muralista del realismo social mexicano. Formarán un matrimonio abierto a otras relaciones y unido hasta la muerte.

Aunque cuentan que ella le aborda en la calle vestida de colegiala para mostrarle sus dibujos, lo conoce en una fiesta de activistas de izquierda en casa de la fotógrafa Tina Modotti, militante del Partido Comunista al que Rivera pertenece y ella se afilia. Le invita a ver los cuadros que pinta como evasión de sus continuas operaciones y convalecencias. Le advierte: «No quiero cumplidos, Quiero las críticas de un hombre serio». Él acepta. La visita en la Casa Azul de Coyoacán, donde ella reside, y lo que ve «le llena de una alegría maravillosa». Allí viven cuando se casan.

La peor traición

La luna de miel dura poco. «La felicidad suprema del vivir es el amor en todas sus formas», sostiene Rivera. Y tiene amoríos con modelos, actrices y amigas como Lupe Rivas Cacho, Ione Robinson y la propia Tina Modotti que le presentó a Kahlo. Corteja insistentemente a María Félix, aunque dicen que le rechaza. La retrata en 1949 y acentúa tanto las transparencias del vestido que 'La Doña', como la llaman, se molesta y hace que un albañil las opaque con brochazos de cal.

Kahlo no encaja los continuos romances de su esposo; especialmente el que mantiene con su hermana pequeña Cristina. Lo considera la peor traición posible. Como respuesta, tiene una aventura con León Trotski. Se manifiesta bisexual y polígama. Tiene amores con la cantante Chavela Vargas, que le dedica la canción 'Paloma negra'; con la pintora surrealista Jacqueline Lamba, mujer del escritor André Breton; con el fotógrafo Nickolas Muray, que la retrata en sus momentos privados e íntimos; y con el escultor Isamu Noguchi, con quien está a punto de irse a vivir y casi llega a las manos con Rivera por ello.

La pintura de Kahlo es su biografía. La mayoría de sus obras son autorretratos que reflejan su mala salud, los dolores, temores, anhelos y miedos que sufre, y su imposible maternidad. No destaca como artista hasta que conoce a Rivera. Él es su mentor y le anima a buscar su propio estilo. Ella lo encuentra en las raíces indígenas de México, que también incorpora a su atuendo. Usa el traje de tehuana para agradar a su marido, al ser su favorito; y, cuando se pelean, se viste a la europea para incomodarle. Lo representa en el cuadro 'Las dos Fridas' (1939), iguales e interconectadas, pero de mundos diferentes.

«Te quiero más que a mí misma y no sé ni qué hacer sin ti, hasta que no ahueque el ala te querré», le escribe a Rivera tras su divorcio. Lo solicitó él, que le contesta: «Queda usted autorizada para sacar de mi casa los objetos que juzgue necesario y para depositarlos en donde le parezca más conveniente». En diez meses se reconcilian. Se casan de nuevo el 8 de diciembre de 1940, cuando Rivera cumple los 54.

Para Cristina Kahlo Alcalá, sobrina nieta de la pintora, «Frida fue emocional y económicamente dependiente de Diego». Él financió sus incontables operaciones, los tratamientos médicos, los corsés ortopédicos. «No podría haberlos costeado sola. De todo se hizo cargo siempre su marido. Frida costó mucho dinero». Todo lo paga Rivera, aún estando divorciados. Lo agradece la pintora. «Me acogiste destrozada y me devolviste entera, íntegra».

Frida no triunfa como artista en vida. Su primera exposición individual en México es en 1953, un año antes de su muerte. Tras ella, su cotización aumenta y se dispara con la oleada de coleccionistas que invierten en arte latinoamericano en la década de 1970. Con 'Diego y yo' (1949), subastado en 2021 por 34,9 millones de dólares, Kahlo bate el caché de Rivera y se convierte en la artista más cara de Latinoamérica.

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