Gustave Eiffel,el metalúrgico
Experto en puentes y «celoso» de su torre ·
Se cumplen cien años de la muerte del padre de uno de los monumentos más visitados del mundoAbraham de Amézaga
Sábado, 23 de diciembre 2023, 00:06
Cuando Gabrielle Chanel se refería a su colega Paco Rabanne, no usaba la palabra costurero, sino que lo llamaba «el metalúrgico», por trabajar, entre otros ... materiales, con finas capas de titanio. El mismo término se puede utilizar al hablar del ingeniero Gustave Eiffel (Dijon, Francia, 1832-París, 1923). Si bien este, a diferencia del diseñador vasco, no lo manipulaba él mismo -sus creaciones sobrepasaban generosamente la talla humana- el hierro era el material fetiche para sus construcciones públicas.
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Autor de más de un centenar de puentes en distintos países, fue la pasarela metálica Saint-Jean de Burdeos, que enlaza las dos orillas del río Garona, la que le dio fama. Aunque realmente no fue el padre de aquella construcción -había nacido de la idea de Stanislas de Laroche-Tolay-a él le encomendaron la gran responsabilidad de dirigir el proyecto. Tenía tan solo 26 años y recibió el encargo en 1858, en pleno Segundo Imperio, cuando la Revolución Industrial hizo del hierro uno de los materiales estrella para la construcción de puentes, en detrimento de la piedra. De poco más de quinientos metros de largo, aquella obra, una vez finalizada, causó sensación.
Aprovechando inteligentemente ese momento dulce de éxito, Monsieur Eiffel -que en realidad vino al mundo con el apellido Bönickhausen y lo modificó a los 48 años- fundó su empresa, especializada en estructuras metálicas, en concreto para puentes -lo primero que en caso de contienda elimina el enemigo, por ser una infraestructura estratégica- a las afueras de París, en la localidad de Levallois-Perret. Los viaductos se construían en sus talleres y llegaban en piezas a los lugares en los que serían instalados. Algo novedoso para la época.
La pasarela metálica Saint-Jean de Burdeos fue la que le dio fama cuando tenía 26 años
Canal de Panamá
A la par que ingeniero fue un industrial moderno, infatigable trabajador, padre de cinco hijos al que le costó encontrar esposa y de la que disfrutaría poco -estuvieron tres lustros casados- ya que ella falleció en 1877. Una década después, aceptó construir las esclusas del Canal de Panamá, una gigantesca empresa mal administrada por Ferdinand de Lesseps que terminó convirtiéndose en el mayor escándalo financiero del siglo. Eiffel se vio salpicado por formar parte del proyecto, y a pesar de ser inocente este oscuro asunto manchó su buena reputación.
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Todo esto ocurre cuando en la capital del Sena su gran obra, la famosa torre, comienza a tomar forma. Aquella que primero propuso a la ciudad de Barcelona, aunque allí la tildaron de cara y un tanto ridícula. Si bien también tuvo detractores en suelo galo, finalmente fueron más los admiradores y su fama no dejaba de crecer, hasta superar con holgura al maestro. La Dama de Hierro fue la que le eclipsó entre todas sus obras, a pesar de que técnicamente su verdadero fuerte eran los puentes. Es su gran legado, con cerca siete millones de visitantes cada año; su autor fue muy consciente de esa notoriedad y llegó a decir: «Voy a estar celoso de esta torre. Es más célebre que yo». Eso sí, también estaba convencido de que su obra se había convertido en un monumento contemporáneo y una referencia imperecedera. «Puede parecer digna de personificar el arte del ingeniero moderno, pero también el siglo de la industria y de la ciencia en que vivimos», se enorgullecía.
El ingeniero francés, que se encargó igualmente de otro monumento internacional emblema de otra gran ciudad, la estructura metálica de la Estatua de la Libertad de Nueva York, dedicó los últimos treinta años de su vida a la investigación experimental. Entre los proyectos a los que consagró talento y experiencia estaría el de un túnel bajo el canal de la Mancha que no llegó a ver la luz.
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Como nota curiosa, hace varios años, en la zona de recogida de equipajes del aeropuerto de Bilbao, figuraba una publicidad de generosa talla que incluía esta pregunta: «¿Conoce usted nuestra torre Eiffel?». Para más de uno, se trataba de una bilbainada que no dejaba indiferente. El anuncio se refería al Puente de Bizkaia, que une Portugalete y Las Arenas. En realidad es obra del vizcaíno Alberto de Palacio, uno de los discípulos de Eiffel. Y su metálica estructura recuerda la de la Dama de Hierro.
El próximo miércoles, 27 de diciembre, se cumplirán cien años del fallecimiento del padre del que fue durante cuatro décadas del pasado siglo el edificio más alto del planeta. Murió en el distrito XVI de la capital gala y sus restos reposan a las afueras, en la mencionada localidad de Levallois-Perret, no muy lejos de donde puso en pie su próspera e innovadora empresa de estructuras metálicas.
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