Misty Copeland fue la primera mujer afroamericana en llegar a bailarina principal del American Ballet. E. C.
Danza

El galgo, el espejo y Misty Copeland

Salvo en el ballet clásico, cada vez es más habitual ver cuerpos no normativos en otras modalidades de la danza

Elena Sierra

Sábado, 28 de diciembre 2024, 00:02

Cada vez que veo por la calle un galgo, sobre todo si hace frío o llueve, pienso en un bailarín o una bailarina de ballet ... triste, en horas bajas; me pasa cuando veo esas patas tan largas y ese lomo en el que se marcan todas las vértebras (y sus junturas) y esa cabeza gacha en la que, a menudo, hay unos ojos que parece que rehuyen la mirada. Vale, también pienso en qué tipo de vida habrá llevado ese animal, no puedo evitarlo. Y luego, zas, viene haciendo piruetas y pliés la imagen de un bailarín. Pero no cualquiera: danza y danza pero viene apesadumbrado, como si cargara una gran losa. Es que está delante del espejo, es más, rodeado de espejos -no hay manera de que se oculte-, y tiene al maestro de baile ahí detrás diciéndole que lo ha hecho mal. Muy mal. Y que a ver si pierde los veintiún gramos que le sobran para que cada movimiento resalte aún más, para que cada músculo y cada tendón se puedan apreciar bien bajo la piel.

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Ya, qué peliculera. O no. Porque a mí esta idea no se me ha ocurrido porque sí, me la dio un profesional de la danza hace muchos años. Me dijo, de hecho, que imaginara lo que es crecer así, siempre ante el espejo, mirándote siempre y siempre siendo mirado, y esperando las correcciones, de pasos y de pesos, siempre. Luego están todas las entrevistas y reportajes leídos sobre la delgadez en el mundo de la danza (y hasta en el de la escalada), los testimonios de niñas a las que se les hicieron comentarios sobre muslos demasiado gordos cuando tenían diez años y aun no se habían desarrollado. La excelencia era esto. Seguirá siéndolo, digo yo...

Pienso por ejemplo en Misty Copeland, la primera mujer afroamericana en llegar a bailarina principal del American Ballet. Tuvo una lesión a los 21, durante esa baja laboral tuvo la regla por primera vez, volvió con unos kilos de más, de repente tenía pechos y tripa... La dirección la reconvino. Y allí empezó su lucha para tener el cuerpo bajo control y poder responder al estereotipo de mujer de largo cuello, largos miembros y sin tetas. Allí desarrolló un problema con la comida. O allí se dio cuenta de que tenía un problema con lo que (no) comía. Puede que su color de piel y su cabello no fueran los hasta entonces tradicionales en el mundillo, pero de esto sí que no se libraba.

¿Y a qué viene esta historieta, y lo del galgo? A que afortunadamente cada vez es más habitual ver cuerpos de los llamados no normativos -madre mía, lo que nos queda por andar aún- en el escenario. No en el ballet clásico, pero sí en otras muchas modalidades de la danza. Y hay un montón de artistas renegando de 'la norma' y proponiendo piezas sobre cuerpos con sobrepeso, cuerpos de más de cincuenta años, cuerpos en silla de ruedas, cuerpos de todo tipo de personas. ¿Será que en la danza se hace un esfuerzo mayor por la inclusión?

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