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Obra de 'Vista parcial' con imágenes de las piedras numeradas de una iglesia que fue desmontada por una papelera y reconstruida. EFE
Arte

Del embalse al zulo, el territorio que explora Ibon Aranberri

Distintas lecturas ·

Tras exponer en el Reina Sofía, acerca al Artium su mirada a los significados del paisaje

Gabriela Acha

Sábado, 20 de abril 2024, 00:12

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La obra de Ibon Aranberri (Itziar, 1969) se adapta a diversas posibles lecturas. Cada nuevo contexto expositivo condiciona la percepción de sus piezas, algunas ya emblemáticas. Su trabajo ahonda en los efectos de los proyectos energéticos en la historia y en la naturaleza. Refleja una realidad en la que la continuidad entre mano y tecnología e inteligencia natural y artificial, así como entre paisaje, política y cultura, es imposible de desentrañar. En su reciente retrospectiva en el Reina Sofía ('Vista parcial') -el día 26 llega al Artium de Vitoria con una nueva presentación bajo el título de 'Entresaka'- la mirada del artista se dirige hacia adelante y hacia atrás en el tiempo.

'Luz sobre Lemoniz' se planteó en 2000 como una réplica al espectáculo pirotécnico que inauguró el Guggenheim Bilbao en 1997. La versión de Aranberri debía llevarse a cabo en las ruinas de la central nuclear de Lemoniz, un proyecto que cedió ante la oposición popular seguida de una serie de atentados de ETA. Sobra decir que nada se inauguró, ni real ni simbólicamente. La idea original ha mutado y se presenta de forma fragmentada a través de maquetas, fotografías y diapositivas.

En 2003, Aranberri organizó el bloqueo de la boca de una cueva en Iritegi con paneles de acero negro cortado a medida, dejando solo un agujero circular para los murciélagos. En cuevas de este tipo se han hallado herramientas, huesos y cerámica neolítica, además de escondites utilizados por terroristas de ETA para ocultar a sus rehenes. La peregrinación del artista fue documentada y mostrada en una serie de vitrinas retroiluminadas y monitores titulada 'Cave (Ir.T.nº513). Zuloa. Extended Repertory (2003-2007)'. El cierre del enclave clausura un oscuro capítulo histórico y, en intervenciones más recientes, el artista recuperó las planchas que bloquearon el acceso a la cueva y las expuso como una instalación minimalista cargada de significado. (Zulo Beltzen Geometria (Geometría de los agujeros negros), 2019).

Quizá el trabajo más emblemático de Aranberri es 'Política Hidráulica' (2004-2010); un centenar de fotografías aéreas de embalses monumentales, en diferentes tamaños y encuadres, apoyadas verticalmente en la pared del museo, creando varias filas. Una identificable estética industrial brutalista se puede extraer de este y otros trabajos, pero no es aquí donde pone el foco el artista, sino en los flujos de significados sociales y físicos que se desarrollan y solapan a través de tiempo y espacio. El vínculo formal que interesa a Aranberri es el que se crea con la interdependencia entre infraestructuras industriales y naturales, un continuo ahora ya inseparable, determinante para la identificación con el territorio.

La mano y la máquina

Con cierta ironía se autodenomina fotógrafo accidental, pues su formación original es escultórica, pero ciertamente nada en su trabajo es accidental. Sus procesos son sistemáticos y precisos, especialmente en la elección del medio. La cámara es útil como marco e interfaz; es un dispositivo que se aproxima a un ambiente externo y recoge lo que se ve. La naturaleza escultórica de la obra de Aranberri existe en un sentido expandido hasta llegar a una capa más textual, una gramática que se puede extrapolar a otros contextos.

Esto sucede con 'Operatori' (2020-23), que se puede entender como extensión del proyecto 'Makina eskua da' (La mano es la máquina, 2016), en el que Aranberri desarrolló dibujos técnicos parcialmente especulativos a partir de piezas recuperadas de estudiantes de la Escuela de Armería de Eibar. En 'Operatori' el proceso habitual de producción industrial se invierte. La metodología insinuada en los dibujos se emancipa de su contexto, sintetizando la cultura del aprendizaje técnico como método abstracto. El vocabulario técnico se convierte en fetiche ante la falta de aplicación, mientras la mano pasa de producir directamente a extenderse a través de la máquina y ahora del robot. Ahora teclea incansable las órdenes que los programas han de ejecutar, guiados casi plenamente por la inteligencia artificial.

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