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Guillermo Gómez Muñoz
Sábado, 10 de mayo 2025, 00:11
Este primer cuarto de siglo XXI es fanático de las películas catastrofistas. En cuestión de dos décadas y media, nos ha dejado un tsunami en ... el Índico, una pandemia de COVID, una erupción en La Palma y un gran apagón peninsular. La «electricidad» se esfumó en cuestión de segundos, pese a ser una palabra con una raíz que se remonta siglos atrás hasta la lengua de Homero ('elektron'). Cuenta Ricardo Soca, en 'El origen de las palabras', que ya Tales de Mileto (600 a. C.) percibió que, al frotar el ámbar contra pieles de animales, lograba atraer objetos ligeros. Y es que «electricidad» deriva precisamente de estos descubrimientos: 'elektron' en griego y 'electrum' en latín son las palabras para 'ámbar'. A partir de ellas, los ingleses crean 'electric' (s. XVII) y los franceses, 'électrique' (s. XVIII), de las que procederían «eléctrico» y «electricidad». Esa raíz griega da nombre también a la hija de Agamenón, Electra (la que brilla, como el ámbar).
Me imagino al creador de este guión descabellado jugando con los Cuatro Jinetes del Apocalipsis o las diez plagas de Egipto entre sus dedos. Mi conclusión, tras su último capricho argumental, es que necesito comprar un transistor. ¿En qué momento decidí escuchar la radio desde el móvil? En medio de la noche, la radio es un faro. Y una compañía inigualable a la luz de las velas.
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