Eduardo Halfon o huir de la identidad
Adiestramiento. ·
En 1984, un padre huido de Guatemala a EE UU envía a dos hijos a un campamento de niños guatemaltecos y judíosLo que entendemos por identidad nacional, regional o etnocultural en su sentido más descongestionado puede vivirse como un hecho tan fatal (no está en nuestra ... mano escogerla) como normal y exento de dramatismo: el ciudadano que ama la lengua, el paisaje, la cocina y los vinos del lugar donde le ha tocado nacer. Pero puede convertirse en un fenómeno problemático, bien por unas circunstancias que tampoco se eligen (guerras, persecuciones políticas, ideologías racistas…), bien por un voluntario empeño en dramatizar esa identidad y en congestionarla con falsos victimismos y místicas supremacistas. De todo ello hay una amplia literatura. Si, en el extremo del disfrute placentero de la identidad, puede citarse 'Como agua para chocolate', la novela que publicó en 1989 Laura Esquivel y que, pese al amorío trágico que relata, es un canto hedonista a la gastronomía autóctona mexicana, 'Tarántula', la última entrega narrativa del escritor judío y guatemalteco Eduardo Halfon, nos lleva al otro extremo de la vivencia de la identidad, o sea, a la visión de esta como una carga, de la cual un protagonista que es el 'alter ego' del escritor trata de liberarse desde la edad más temprana.
Ese protagonista, que es también el narrador de la novela y que se llama como el autor, dejó Guatemala a finales de 1981, o sea, a los diez años, cuando sus padres decidieron vender la casa que se acababan de construir y huir a Estados Unidos, dada la situación de inseguridad e inestabilidad que vivía el país, sumido en los enfrentamientos del ejército con la guerrilla. Pero tres años después, cuando el chico tiene ya los trece cumplidos, su padre decide enviarlo, junto con su hermano un año menor que él, a un campamento de niños judíos situado en un bosque del altiplano guatemalteco. El objetivo de esa breve estancia en un recinto aislado y militarizado mientras el país vive una situación revolucionaria es adiestrar a los niños en las técnicas de supervivencia así como lograr que tomen contacto no solo con la Naturaleza sino con su patria, con la lengua española que habían dejado de practicar y con el judaísmo en su versión más sionista. De lo que se trataba era de que convivieran con otros niños de su misma condición, guatemaltecos y judíos, pero dando un peso definitivo al segundo aspecto, el de la identificación semita, hasta un extremo que linda con el fanatismo y alcanza unos límites brutales. Dentro de ese plan de adiestramiento, se contemplaba la transformación repentina y sorpresiva de ese campamento infantil en un truculento simulacro de campo de concentración donde los instructores adoptarían la apariencia y la conducta de soldados de las SS para forzar a los asustados muchachos a buscar el modo de sobrevivir. La experiencia, que incluía violentas vejaciones y agresiones físicas, será evocada por el narrador desde la perspectiva de la edad adulta.
Con ese traumático episodio se abre precisamente la primera página de la novela para convertirse en motivo recurrente de un discurso marcado por un cuidadísimo y dilatado estilo, que se recrea en demorar los tiempos del relato, así como por una estructura analéptica y digresiva que va dejando una y otra vez al lector en suspenso gracias a las frecuentes y caprichosas interrupciones del hilo narrativo, que a menudo traicionan el propio esquema de división del libro. Y es que, si la historia troncal se desarrolla en los capítulos impares mientras los pares se mueven en un tiempo de presente, a menudo se producen saltos hacia atrás en unos y otros, lo cual responde a un «espíritu narrativamente libertario» del propio escritor, que ha caracterizado a toda su anterior producción literaria.
En esos vaivenes cronológicos lo veremos, ya cincuentón, reunirse en un café de París con Regina, una chica a la que conoció en el citado campamento y con la que mantiene la conversación central del libro. Cuando él le confiesa el rechazo que le inspira su doble identidad judía y guatemalteca -«llevo toda una vida huyendo de mi casa»- ella le responde: «Aunque de alguna manera, Eduardo, también buscando tu casa». A ese reencuentro le seguirán otros con personajes relacionados con aquella peculiar vivencia pedagógica, entre ellos el propio instructor Samuel Blum, un tipo al que recordaba con el clásico brazalete de la cruz gamada que él identificó con el arácnido que da título al libro. 'Tarántula' es una novela en la que el tono hipnótico hace llevaderos al lector un culto a la identidad y un rechazo de esta un tanto hiperbólicos.
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'La ferocidad' Nicola Lagioia
Poder, corrupción y misoginia
Pablo Martínez Zarracina
Siete años antes de 'La ciudad de los vivos', Nicola Lagioia ganó el premio Strega con esta novela coral que funciona como un descenso espectacular, simbólico e intenso -operístico, por momentos- hacia el pozo de corrupción y maldad en el que reina su protagonista, Vittorio Salvemini, un poderoso constructor de Bari que ha ascendido desde lo más bajo mediante el método de destruir todo lo que le rodea, ya sea esto las personas a las que somete o el paisaje que aniquila con sus proyectos inmobiliarios. Es una hija del magnate, Clara, quien aparece en la trepidante escena inicial del libro corriendo de noche por una autopista «desnuda, pálida y cubierta de sangre».
Ese es el momento en el que el clan Salvemini -un volcán de codicia e incomunicación- termina de estallar y a partir del cual Lagioia construye su historia de poder, destrucción y -es llamativo- misoginia. Lo hace avanzando y retrocediendo en el tiempo, no escatimando con la mística de la depredación y manejando una especie de orquesta sinfónica de puntos de vista. El italiano es un narrador talentoso y la novela funciona bien en lo que tiene de 'thriller'. No está tan claro que lo haga ese extra de calidad que tanto se le ha celebrado y tiene que ver con ofrecer una crónica italiana llena de información y significado. Aunque la espectacularidad pueda ser en Lagioia no tanto un alarde como una herramienta expresiva, la combinación de redobles y elusión (Clara es por ejemplo un personaje simultáneamente decisivo e incomprensible) hacen pensar esta vez en un autor menos interesado por lo existente que por los brillos de una mitología propia.
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'La colonia' Audrey Magee
La isla en la que todo pasa sin que nada pase
Elena Sierra
Pocas veces se da con una novela con tantas capas, con tanta profundidad y con un aspecto tan, casi, ligero. Hay que ponerse en situación. Una isla irlandesa en el verano de 1979, un pintor inglés que se traslada allí para reencontrarse con su arte, un adolescente que se quiere ir de un sitio tan pequeño y con cero margen de elección, tres mujeres de una misma familia -abuela, madre, nieta- en la que se ha cebado la muerte. Y con solo algún personaje más, Audrey Magee consigue escribir sobre las relaciones internacionales, los conflictos culturales y lingüísticos, la conversión en meros objetos de análisis de los pobladores de una zona por obra y gracia de los que observan, el peso del legado histórico y 'nacional' y el del familiar, la necesidad de aire fresco, la emigración, los roles de género.
Todo se cuenta a través del diálogo, el que los personajes mantienen en inglés y en gaélico, o en una mezcla. Hay mucho humor en lo que se dicen, un humor en corto y seco. Ayuda a exponer distintas maneras de estar en el mundo, enfrentadas, señalando cómo el de enfrente puede ser solo El Otro o algo más.
También se habla en este libro de cómo el otro puede ser solo un medio para un fin, porque a la isla llegan los ecos de los Troubles, la violencia desatada en el norte. Es un verano de muerte continua, y la autora va detallando asesinato a asesinato (nombre, edad, estado civil, profesión, religión y cómo le dieron muerte). ¿Dónde acaba esto?, se pregunta una de las mujeres. ¿Cómo abandonar, escapar, vivir? Una historia de diez.
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'Los árboles no huyen' Verena Sstössinger
Una víctima de la paz
Iñaki Ezkerra
'Los árboles no huyen' es una novela de la escritora suiza Verena Stössinger que parte de una arbitrariedad histórica: la que se cometió con las minorías alemanas asentadas durante siglos en puntos dispersos de la Europa anterior a la II Guerra Mundial y a las que el bando aliado impuso una repatriación extemporánea tras la derrota nazi. El regreso al 'hogar' se produjo en unas circunstancias dramáticas que sometieron a aquellas gentes a un sinfín de calamidades y las despojaron de todo lo que habían poseído. Escrito en una omnisciente tercera persona con un tono sólido pero no exento de lirismo, el texto tiene como protagonista a Jürgen Ramm, un hombre que tenía trece años cuando la guerra y la paz que la siguió le dejaron sin país y sin familia. En un presente en el que ya tiene una edad avanzada, Ramm decide visitar con su esposa los lugares de su niñez buscando un aliado en su memoria y en esos árboles a los que alude el título del libro y que no pueden ser desplazados por ninguna decisión política.
Ese viaje tiene su primera estación en Dánzig, la ciudad que vivió un tira y afloja histórico entre Polonia y la antigua Prusia hasta caer en manos soviéticas. Por otro lado, la travesía revelará un sórdido secreto familiar en torno a la figura de un padre que pudo fallecer en Königsberg, la antigua capital de la Prusia Oriental que los soviéticos rebautizarían como Kaliningrado. Todo el libro es un deambular por lugares que un día dejaron de llamarse como se llamaban. Una novela desgarradora que hace firme la sentencia moral de Albert Camus: «Una época que desarraiga, avasalla o mata a setenta millones de seres humanos debe ser juzgada».
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'Un frío de nieve' Jessica Au
Viaje de madre e hija con paisaje
Jon Kortazar
Tendría que comenzar comentando que no llegan demasiados libros de la gran y lejana Australia. Sajalín editores publica la novela, entre desternillante y ácida, de Kenneth Cook (1929-1987). Hace pocos meses pude leer la muy especial 'Panthers' y el 'Museo del Fuego' de Jen Craig. Escribo, pues, de 'Un frío de nieve' sin demasiada información de contexto. Es una novela que uno no sabe de dónde ha salido y cómo ha llegado a mi mesa. La editorial Siruela sí consigna una cantidad de premios importantes que ha logrado la autora, Jessica Au, en Australia y que llaman la atención de los responsables de la editorial. Se añade que ha sido traducid a 18 idiomas.
El argumento es muy simple. Una mujer, la narradora, y su madre acuerdan encontrarse en Tokio, donde la primera había viajado previamente con su pareja, y ahora repiten ese primer recorrido -ascético-. La nota de prensa de la editorial denomina esta obra «una novela tranquila». Y sí, parece serlo: se trata de un viaje armonioso, sin fisuras, con visitas a templos y museos, cenas en restaurantes acogedores, paseos
Sin embargo, bajo el aspecto lineal de la narración aparecen dos significados. Entre la madre, una mujer cantonesa que habla ese idioma y su hija, crecida y educada en Australia, existe un vacío cultural y afectivo que el viaje compartido no consigue llenar y se propaga en el texto a través de un silencio tenue. Además, los recuerdos fragmentarios de la protagonista recrean la historia del mundo familiar que parece escaparse en los recuerdos, cada vez más sutiles.
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'Un caballero en Moscú' Amor Towles
Una cárcel con servicio de habitaciones
Sergio García
'Un caballero en Moscú' está ambientada en un hotel a lo largo de 30 años y más de 500 páginas. No se dejen intimidar por los números: Amor Towles ha dado con la tecla y la novela se devora. Aleksandr Rostov es condenado a muerte por un tribunal bolchevique por su pertenencia a la aristocracia. Sin embargo, unos versos escritos en su juventud e interpretados como una llamada a la acción obran el milagro. Le perdonarán la vida a condición de que pase el resto de ella recluido en el Metropol, una suerte de burbuja en ese país que convulsiona entre luchas de poder, delaciones, hambrunas y guerras.
Rostov es el epítome de la elegancia y el hedonismo: lo mismo recita a Pushkin que aconseja sobre qué marida mejor con el queso de cabra, si el chardonnay o un sauvignon blanc. Y logra sobreponerse a ese horizonte funesto creando a su alrededor lo más parecido a un hogar sin más herramientas que la cortesía, un aplomo que raya la temeridad y la confianza en sí mismo. Le acompañan el chef, el maitre, el barbero, el barman, una actriz «esbelta como un sauce», la florista, algún comisario político y dos niñas que volverán del revés la vida del protagonista. Todo con un propósito, demostrar que no hay nada más elegante que unos buenos modales.
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