Dolores Redondo y 'la sororidad post mortem'
Género negro ·
En la segunda entrega del ciclo 'Los Valles Tranquilos', la autora donostiarra vuelve al Baztán con un nuevo personajeAunque ya había publicado una dignísima primera novela en 2009, 'Los privilegios del ángel', de corte intimista y existencial, el éxito le llegaría a Dolores ... Redondo tres años después con 'El guardián invisible', la primera entrega de la 'Trilogía del Baztán', un salto al género negro de ambiente rural en el que ya asomaba un ingrediente demoníaco unido a la tierra, al paisaje, al mito y a la tradición local como era la sombra de Basajaun, el legendario Yeti vasco, que planeaba sobre el material criminal del ciclo. Las siguientes entregas narrativas supusieron una huida de esos escenarios navarros.
Con 'Todo esto te daré' (2016), la autora se nos fue a la Ribeira Sacra para obtener el Premio Planeta. 'La cara norte del corazón' (2019) supuso un reencuentro con la agente Amaia Salazar, la heroína del 'Baztangate', pero no en su tierra natal sino en una huida al pasado de esta en la Academia que tiene el FBI en Quantico. En 'Esperando al diluvio' (2022), el héroe era Noah Scott Sherrington, un policía que, siguiendo la pista de un psicópata, nos llevaba desde una comisaría de Glasgow al Bilbao de las inundaciones de 1983. Con esa obra, la autora donostiarra abría una tetralogía, 'Los Valles Tranquilos', de novelas autónomas y nuevos personajes.
La segunda de esas novelas nos llega estos días con el título de 'Las que no duermen NASH' y con un argumento que supone un regreso al paisaje del Baztán de su primera etapa así como a la violencia teñida de coloraciones étnicas, atávicas y telúricas. Ya la primera página del libro se abre con unas líneas alusivas a una antigua leyenda vasca sobre unos «infernales toros rojos» que vigilan «las grutas más profundas de la Tierra» y «el acceso al inframundo». A la manera de preámbulo, el texto describe la caída de una mujer por una de esas grutas que sería su tumba y desde cuyo fondo lanza, antes de morir, una maldición que va a planear sobre todo el texto.
Y, como vuelve, de la mano de Dolores Redondo, el universo atormentado del Baztán, vuelve también Amaia Salazar, la agente de la policía foral, pero con una sólida competidora que sabrá ganarse igualmente la simpatía del lector. Se trata de la doctora Nash Elizondo, un potente personaje femenino cuya faceta profesional es la psicología forense, una disciplina que consiste en ir más lejos de la clásica autopsia médico-legal y en penetrar en la mente de un cadáver para averiguar lo que las huellas que hay en su cuerpo inerte no dicen. En una nota que precede al texto novelesco, o que lo inicia, se le indica al lector el críptico significado de las letras que componen el código NASH, que la doctora Elizondo ha adoptado como nombre de pila, y que corresponden a las iniciales de las palabras que definirían las posibles causas de una muerte: las naturales, las accidentales, la del suicidio o la del homicidio.
La doctora Elizondo, que, además de ciencia e intuición para penetrar en la psicología de un difunto, es diestra en el rastreo de los indicios que ha dejado la práctica de la brujería en el Pirineo navarro e imparte clases en la Universidad del País Vasco, asiste al descubrimiento, en la sima de Legarrea, del cuerpo sin vida de Andrea Dancur, una joven desaparecida tres años atrás de modo misterioso y que -según deduce el lector fácilmente- es la misma que comparecía precipitándose al vacío en la primera página. Es así como se entretejen, en un texto narrativo escrito con un estilo correcto, eficaz y solvente, las pesquisas que la heroína forense va haciendo a través de los diarios de la chica, o de otros testimonios, y las fuerzas mítico-satánicas que pudieron jugar un papel en su trágico deceso, a lo que se añaden las preguntas en torno a la persona que se halla en prisión condenada como responsable de su muerte. Para elaborar su informe, la doctora Nash Elizondo se topará con escollos y hostilidades múltiples, pero también con el apoyo de las Mitxelena, una madre y sus dos hijas que gestionan una empresa funeraria y que encarnan el valor de la complicidad solidaria entre mujeres.
En la publicidad de la editorial, se atribuye a la autora la creación del 'mystic noir', una variedad del género negro en la que el factor sobrenatural jugaría un papel más que relevante. Pero dicha receta ya tiene unos cuantos años. La usó David Lynch en 'Twin Peaks' y hoy se considera una trillada variante del 'noir nórdico' llamada el 'nordic horror'. Lo que Dolores Redondo ha descubierto es la solidaridad feminista de una forense con su cadáver del mismo género: lo que podríamos llamar con propiedad 'la sororidad post mortem'.
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'Despacio el mundo' Ramón Andrés
La rebeldía de frenar en seco para escuchar
Isabel Urrutia Cabrera
Ramón Andrés (Pamplona, 1955) es poeta, ensayista y cantante especializado en el repertorio medieval y renacentista. Entre 1984 y 1983 se dedicó a la música y nunca ha cesado de profundizar en temas artísticos y filosóficos. Ahora que vive en Elizondo, con un ventanal que da a los montes de Bagordi y Legate, ha encontrado una paz y rebeldía muy fructífera. Su nuevo libro, 'Despacio el mundo', es una invitación a frenar en seco y reflexionar con los ojos muy abiertos. Hay arrebato y mucha inteligencia, en la línea del místico Meister Eckhart.
En sus 400 páginas apela a una armonía que inevitablemente a estas alturas despierta un punto de nostalgia (¿de verdad existe ese orden innato en las cosas?), pero también galvaniza las entrañas. Ajeno a la discordia y el ruido, el ensayista navarro defiende la atención y el amor por el sonido preciso. Capítulo a capítulo, repasa la pintura del Renacimiento y Barroco para estudiar el gesto de tensar una clavija o una cuerda. Más de 50 cuadros le sirven para reflexionar sobre la paternidad, las guerras, la muerte y la alegría de vivir, pero sobre todo de la música como consuelo. Los retratos son de genios como Caravaggio y Vermeer, pero también de autores como el desconocido Francesco Gentileschi -hijo de Orazi y hermano de Artemisia- y Greuze, que murió en la miseria porque la Revolución Francesa menospreciaba obras como 'El guitarrista' (o 'El pajarero') que muy oportunamente luce en la portada del libro de Ramón Andrés.
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'Un lugar mejor' Pedro Ugarte
Cuentos de lo que se acaba
Iñaki Ezkerra
En 'Un lugar mejor', el escritor bilbaíno Pedro Ugarte reúne una docena de excelentes relatos que se mueven en un registro realista y tienen como tema recurrente lo que se acaba en nuestra existencia sin darnos tiempo a reparar en cómo había comenzado; lo que la vida nos va quitando, en fin, con una asombrosa naturalidad y una grisácea lentitud. Tan grisácea como los personajes que pueblan las páginas del libro casándose y divorciándose, entrando y saliendo de distintos trabajos, haciendo amigos y perdiéndolos; la vida sin ir más lejos. En el que abre el volumen, 'Éramos tan felices', un tal Jorge (el nombre se repite irónicamente en varios de los cuentos) identifica el período más feliz de su vida con aquel en que a su padre le diagnosticaron una enfermedad terminal. Pese a que el azar flirtea con lo insólito, la historia posee esa verosimilitud que otorga el peso de la fatalidad y la desdicha.
En 'Ulises y los mapaches', un tipo de personalidad exuberante y grosera, que lleva su condición de divorciado piropeando a las esposas de sus amigos, resulta ser un sentimental que se agarra al recuerdo de una pandilla de la juventud unida por el fútbol, ya irremisiblemente disgregada. En 'Viento inclemente', un hombre que traicionó a su cónyuge guarda a la mujer con la que se fugó una fidelidad que va más allá de la muerte. Ugarte es un maestro del relato y tiene un privilegiado oído para escuchar el rumor en sordina de esa melancolía que segregan el paso del tiempo, la caducidad de las cosas y el sueño con «un lugar mejor» que nunca se encuentra.
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'La magia de las ruinas' Gabriel Zuchtriegel
Lo que Pompeya nos revela de nosotros
Julio Arrieta
Cuenta Gabriel Zuchtriegel, director del Parque Arqueológico de Pompeya, que suele recibir en su oficina paquetes con pequeños restos de la antigua ciudad romana, devueltos por los visitantes que se los llevaron a escondidas. Muchos los envían de vuelta al lugar desde donde los expoliaron, probablemente el yacimiento más famoso del mundo, porque consideran que están malditos y les han traído mala suerte. Este curioso ejemplo de relación del presente con el pasado refleja bien el sentido de 'La magia de las ruinas', obra en la que Zuchtriegel explica «lo que Pompeya dice de nosotros», como bien resume el subtítulo de la edición española del libro.
Pompeya, sepultada por una erupción del Vesubio en el año 79, fue uno de los primeros yacimiento arqueológicos clásicos descubiertos y excavados, mucho antes de que la propia arqueología naciera como disciplina, cuando era coleccionismo. Esto permite que el sitio sea ideal para realizar una arqueología de la propia arqueología, o más bien de la interpretación arqueológica. No solo la de los especialistas, también la que hace el público. Las estatuas y pinturas que admiraban los anticuarios del siglo XIX con criterios estéticos se han abordado después como fuente de información por los arqueólogos con diferentes enfoques, que a veces dan lecturas divergentes y hasta contrapuestas. Es lo que expone Zuchtriegel en un libro atractivo y cautivador, en el que además cuenta la evolución de su propia percepción del yacimiento que dirige.
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'Réquiem por todos los muertos' Colin Dexter
El otro Dexter y el inspector Morse
J. Ernesto Ayala-DIP
Hace unos años, un amigo muy entendido en novela de intriga me preguntó si había leído el último Dexter, me lo preguntó tal cual. Le dije que sí, que había leído 'Train', obra de la que Pierre Lemaitre dijo que le había impactado como si le hubieran dado un cabezazo. Mi amigo me contestó que confundía a Colin Dexter con Pete Dexter, autor de otras novelas tan célebres como la que yo le citaba, todas ellas llevadas al cine con grandes figuras de Holywood. De paso me informó de que, además de eso, a los Dexter los separaba un abismo narrativo y de filosofía de la novela policiaca. Así supe de la existencia de Colin Dexter, no menos célebre que el otro Dexter por la creación de un dúo de detectives: el inspector Morse y, en las antípodas, su ayudante Lewis, dignos de figurar entre los grandes detectives de la novela de intriga. Morse protagoniza dos series de televisión, 'Inspector Morse' y 'Endeavour', que le sigue en sus años de juventud, una auténtica joya.
Pues eso, hoy presento 'Réquiem por todos los muertos', de Colin Dexter (1930-2017). Este autor fue unos de los grandes representantes de la tradición británica del 'whodunit', escuela de la novela de misterio que obliga a los lectores, junto a sus investigadores, a encontrar al culpable. Colin Dexter fue profesor de lenguas clásicas, profesión que se desliza en los comentarios de su detective.
'Réquiem por todos los muertos' es una de esas novelas que no hubiera despreciado escribir la reina del misterio, Agatha Christie. Todo ocurre casi en un recinto cerrado, una abadía cerca de Oxford. Mueren asesinados casi de una tacada cuatro adultos y un niño de doce años. El inspector Morse entra en acción. Morse es algo extravagante en sus investigaciones, impredecible en sus reacciones, casi siempre intempestivas, muy culto, amante de la música clásica y la poesía de Baudelaire, racional, incluso cuando se equivoca y muy dado a seguir pistas equivocadas para llegar a conclusiones creíbles. Su ayudante es todo lo contrario, pero nunca pierde de vista el razonamiento de su jefe por si ello lo conduce a una tímida corrección o valiosa sugerencia.
Un párroco, un organista y su hijo, un ayudante del párroco y la mujer del organista son la víctima del misterioso asesino. Se llega a descubrirlo no sin antes atravesar decepciones, falsas conclusiones y pistas equivocadas que obligan a empezar de nuevo. No se olvida rápido la presencia de una mujer sospechosa, Ruth.
En las novelas de Colin Dexter no hay compromiso social, pero sí un compromiso moral, y una tendencia a darle una oportunidad a la comprensión y a la piedad humanas. Esta espléndida novela está escrita como los dioses, que es la manera en la que elogio un libro que me ha gustado mucho entre mis amigos.
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'Bournville' Jonathan Coe
Citas históricas
Pablo Martínez Zarracina
Los británicos agrupan bajo el género de novelas sobre el estado de la nación aquellos libros que abordan un periodo más o menos prolongado de la historia del país y a través de tramas corales reflejan tensiones políticas y cambios culturales, intentando completar una suerte de explicación a un itinerario colectivo. Ningún autor inglés se mueve hoy en ese territorio con la eficacia de Jonathan Coe.
Su última novela tiene a este respecto algo de gran apuesta. 'Bournville' se ocupa de setenta y cinco años del Reino Unido -desde la victoria en la Segunda Guerra Mundial hasta el covid- a través de siete de esos días en los que la historia se inmiscuye en la vida cotidiana de un país: acontecimientos como la coronación de Isabel II, la final del Mundial de 1966, la boda de Carlos y Diana o la celebración del 'VE Day' de 2020, cuando la reina se dirigió por televisión a una nación confinada.
El libro no se centra exactamente de esos episodios, sino que los refleja en el espejo de una familia de Birmingham lejanamente emparentada con los Trotter de la trilogía del autor sobre los años de Thatcher y Blair. Coe reúne a sus personajes en torno a la gran cita deportiva o la retransmisión de la ceremonia real y el lector ve cómo pasan los años sobre ellos, cómo se suceden las ausencias y las incorporaciones, cómo languidecen las viejas certezas, entran en acción las nuevas ideas y se reinventan los prejuicios. La pregunta que sobrevuela el libro -«¿Qué les ha pasado?»- la hace un extranjero en un capítulo introductorio. Tiene que ver con el 'Brexit' y vertebra el texto junto a una gran protagonista femenina, Mary, que es una niña que celebra el fin de la guerra con sus padres y una abuela que aprende a usar 'Zoom' para comunicarse con sus hijos, nietos y bisnietos durante el covid.
Coe explica en una nota final que Mary está «fundamentalmente» basada en su madre. Eso explica su brillo y profundidad, pero al tiempo llega a poner en cuestión la entidad del resto del libro. Hay algo excesivamente ambicioso en el propósito del autor de explicar setenta y cinco años de historia en siete fogonazos. El empeño impone el exceso de connotación y transforma a algunos protagonistas en encarnaciones semiparódicas de ideas, ya sean el nacionalismo excluyente (Jack) o la sensibilidad progresista (Peter).
Juega a favor del autor su costumbre de ser siempre diáfano, divertido y perspicaz, pero es difícil no pensar que esta vez Jonathan Coe fuerza el encaje de varias novelas dentro de una que, curiosamente, apareció en Reino Unido poco antes de que la realidad le ofreciese su cierre perfecto: la muerte de Isabel II y las escenas de miles de ciudadanos haciendo cola en Westminster para despedirla.
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'El niño que perdió la guerra' Julia Navarro
Una misma falta de libertad
Elena Sierra
Madres e hijos que no pueden serlo porque la guerra (no solo entendida como el conflicto bélico propiamente dicho, sino también como la privación de libertad y el miedo a ser señalado por unas ideas) lo impide. Personas que no pueden relacionarse como estaban llamadas a hacerlo ni pueden desarrollarse como quieren porque el sistema lo impide. Esas son las protagonistas de la última novela de la superventas Julia Navarro, que establece paralelismos entre la Guerra Civil y la dictadura posterior y el régimen estalinista y la II Guerra Mundial. El punto común, se encargan de recalcar los personajes que habitan en Madrid y los que viven en Moscú, es la falta absoluta de libertad, para moverse, para expresarse, para sentir y creer.
La historia de 'El niño que perdió la guerra' comienza en Leningrado en 1938 con la pianista Anya intentando ver a la poeta Anna Ajmátova y recordando la cantidad de intelectuales que han acabado en el Gulag por obras que no se corresponden con la imagen del 'hombre nuevo' que se quiere construir, y continúa en Madrid, donde la caricaturista Clotilde ve cómo le arrebatan a su hijo para mandarlo a Rusia durante la guerra. Ese niño, cuyos pasos se siguen durante décadas, es el nexo entre ambas mujeres, ambos países y ambas historias no tan lejanas. Aunque se habla de guerra, miseria y cárcel, la autora se decanta, más que por el relato pormenorizado de esas condiciones, por las emociones y peripecias de los personajes.
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'La soldada' Paulina Tuchsheneider
Bukowski es una chica y hace la mili en Israel
Óscar Beltrán de Otálora
Imaginémos que Bukowski se ha reencarnado en una joven de 18 años que vive en Tel Aviv. Y que a esa chica, hija única de una madre soltera, le toca hacer el servicio militar en las Fuerzas de Defensa de Israel en el momento en que empieza la guerra del Líbano de 2006. Y esa persona escribe 'La soldada' , contando con pelos y señales lo duro que puede ser para una muchacha verse atrapada en un conflicto y un ejército que solo le generan ataques de ansiedad.
'La Soldada' es la primera novela de Paulina Tuchschneider, una joven israelí que vivió la misma situación que la protagonista de su novela y acabó desertando. Su obra es pura antiépica. Para la protagonista, el problema es dónde ducharse o las ganas de llorar que le provoca el régimen castrense. Además, ella misma reconoce que jamás se ha relacionado con un palestino y que el conflicto político de la región le apabulla. «Me había pasado la vida entera protegida por una especie de manta ideológica bajo la que podía resguardarme tranquila, como todo buen cobarde», afirma el personaje.
'La soldada', leída en plena guerra de Gaza, cuenta la historia de tanta gente de la región que lo que quiere es vivir en paz, sin alertas aéreas, búnkeres o atentados. Pero también es una visión femenina sobre la vida militar, sobre el cuerpo y la intimidad. Se lee de un tirón y, entre descripciones muy escatológicas, insinúa algunas preguntas humanas de largo recorrido.
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'Antología' Vicent Andrés Estellés
Homenaje a Estellés en su centenario
Jon Kortazar
Se cumple el centenario el nacimiento de Vicent Andrés Estellés (Burjassot, 1924-Valencia 1993), un importante poeta valenciano en lengua catalana, incluso se le ha llamado el «más grande poeta valenciano desde el siglo XV» (Zenda). Los homenajes van llegando en forma de reedición de sus libros. Visor pone en circulación una 'Antología' que apareció en 1983, con selección y traducción del autor, por lo que se ofrece al lector un retrato fidedigno.
Vicent Andrés Estellés comenzó su andadura poética en los años 50 pero su estrella comenzó a brillar en la Transición con la normalización de la lengua y de las condiciones de edición y recepción. Poeta de una clara visión cívica, su poesía, sencilla y llana, nada pomposa, se concentra en las cosas sencillas de la vida, a las que ofrece una pátina de sentido de goce, «el agua viva del gozo» (p. 21). A esa poesía de la palabra natural, le añade una conciencia de la plenitud del tiempo. Muy consciente de sugerir, -«Pues dirás la palabra justa/ la dirás en el momento justo, […] la dirás honestamente» (p. 115)-, se mueve desde su experiencia a la descripción de un mundo colectivo: 'Mural del País Valenciano' se titula uno de sus últimos libros. La Institució Alfons el Magnànim del Ayuntamiento de Valencia ha dado a conocer una antología en catalán, preparada por su hija Carmina, que se titula 'Mort i Pam' y su único libro escrito en español 'Primera Soledad', un entrañable poema a la memoria de su hija fallecida a los tres meses.
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