
Un desfile por la 'maison' del arte
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El Louvre propone un recorrido por las cumbres de la alta costura desde los años 60 en diálogo con salones y objetos repletos de historiaAbraham de Amézaga
Viernes, 24 de enero 2025, 17:07
Tarde o temprano iba a llegar. Y ha llegado. Desde ayer y hasta el 21 de julio, el venerado templo que alberga la archifamosa Mona ... Lisa ante la que se agolpan miles de personas cada día, el museo que cada año recibe ocho millones de visitantes, ha abierto las puertas de sus salas a la moda. Si bien no es de manera permanente, sino temporal -por algo se empieza- a lo largo de medio año quienes recorran los espacios dedicados a las artes decorativas la descubrirán también, asistiendo a un diálogo entre prendas, complementos y obras del museo.
Si en más de un caso describir la moda como arte no ha logrado la unanimidad -hay quien llegaría a definirla como arte menor- Christian Dior lo tuvo muy claro en los años 50 del siglo pasado. Fue en el anfiteatro de la prestigiosa Universidad de La Sorbona donde dijo ante 4.000 estudiantes aquello de: «Si hoy estoy aquí ante ustedes, es porque la moda ha pasado de ser artesanal a ser artística». Su sueño, además de ver su casa familiar convertida en museo y su Galerie Dior, hubiera sido indudablemente ver la moda en el Louvre. No pudo ser en vida del maestro. Ahora, sí.
'Louvre couture. Objets d'art, objets de mode' (Louvre costura. Objetos de arte, objetos de moda) es «una exposición de autor» aunque reúna creaciones de varias firmas. «Hay una continuidad entre las historias de la moda, las colecciones, el arte y el gusto. Es también una relectura original del museo y de sus obras, a escala -y esto es inédito- de todo un departamento», ha explicado Laurence des Cars, presidenta y directora del Museo del Louvre.
En una escenografía surgida del talento y la experiencia de Nathalie Crinière, con una trayectoria ligada a destacadas exposiciones de moda, se revelan sesenta y cinco años de creación, desde principios de la década de los 60 del pasado siglo hasta 2025. O lo que es lo mismo, desde la última etapa de Cristóbal de Balenciaga (1895-1972), de quien este lunes se cumplía el 130 aniversario de su nacimiento, a Iris Van Herpen (1984) y sus diseños inspirados en más de un caso en la arquitectura gótica, acompañados de objetos representativos.
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Son casi nueve mil metros cuadrados, en los espacios que abarcan de la época bizantina al Segundo Imperio, el de Napoleón III y Eugenia de Montijo; expuesta esta de manera permanente en un museo que Cézanne definió como «un libro con el que aprendemos a leer». Alrededor de medio centenar de reputadas casas y creadores han prestado los fondos de la muestra. Si no están todos, no faltan algunos de los más representativos. En total, sesenta y cinco siluetas contemporáneas a las que acompañan una treintena de accesorios, lo que se acerca al centenar de piezas. 'Maisons' de abrumadora mayoría francesa, seguidas a gran distancia de firmas italianas, británicas y holandesas. Solo un nombre estadounidense (Thom Browne), japonés (Undercover) y belga (Dries Van Noten), junto a la presencia española, caso de Paco Rabanne, Balenciaga y Loewe, con piezas provenientes de sus archivos, aunque estos últimos figuran en el apartado de creadores galos. Se debe a que las dos últimas casas pertenecen a grupos de lujo radicados en París, ciudad en la que el genio de Pasajes, «el metalúrgico» como llamaba Gabrielle Chanel a Rabanne, fundó su firma.
Entre todos ellos se establece un diálogo fabuloso que a muchos nos trae a la mente aquel de hace más de un lustro, cuando se situó frente a frente la obra de Cristóbal de Balenciaga con la de pintores españoles como Goya, El Greco y Zuloaga, entre otros. Esta brillante y exitosa idea se hizo realidad en 2019 en el Thyssen-Bornemisza de Madrid.
Es más que evidente que ahora el Louvre, cuyos inmensos salones erigidos en sus sótanos a finales de los 80 acogieron los desfiles de moda de grandes como Scherrer, Saab y Valentino, por solo mencionar tres nombres, a lo largo de lustros, estaba obligado de algún modo a exponerla tarde o temprano en sus salas superiores, junto a parte de su colección. Una deuda pendiente que ahora comienza a saldarse. Qué mejor que haber elegido el departamento de objetos de arte del emblemático museo para desplegar la moda y los complementos, dejando patentes las conexiones entre ambos universos. Gracias al diálogo con los diferentes oficios y estilos de las artes decorativas, se demuestran los sólidos lazos entre moda y arte como motivo de inspiración. Eso sí, quienes diseñan vestidos, por muy sublimes que estos sean, están sometidos a la dictadura de los plazos. Tienen la estresante obligación de presentar colecciones dos veces al año, con desfiles de alta costura cada seis meses, al hilo de las estaciones del estío y el invierno.
«A veces, el modisto se ha rodeado de tantas obras que ha acabado metabolizándolas como inspiraciones obvias y orgánicas», señala en el catálogo Olivier Gabet, conservador de la muestra, quien define la moda como «otro ámbito esencial de la expresión artística contemporánea». Gabet, que con anterioridad fuera director del Museo de las Artes Decorativas (MAD), lleva ahora las riendas del Departamento de Objetos de Arte del Museo del Louvre.
Y en este museo en el que un joven Giacometti admiraba un siglo atrás las esculturas más antiguas y le parecían «más bellas que la realidad», ¿qué se puede ver dentro de ese diálogo entre arte y moda? Sirvan de ejemplo tres soberbios looks, comenzando por el conjunto de chaqueta bordada por Lesage y acompañada de falda también bordada con plumas de avestruz por Lemarié. Pertenece a la colección de alta costura de Chanel de 2019, la última que creó Karl Lagerfeld antes de fallecer. Como recuerda Gabet, el alemán se inspiró en «un motivo tomado de una cómoda de Mathieu Criaerd en barniz Martin azul y blanco», que figura en el Louvre.
Anterior a esta, y en el mismo recorrido, se exhibe una propuesta que firma Jean-Paul Gaultier, pensada para el otoño-invierno 2008-2009 y llamada 'Caligrafía'. Gasas, lentejuelas y satén de seda son, entre otros, los ricos materiales con los que está realizada. Un atuendo digno de estar presente en un museo permanentemente, y que figura en la portada de este suplemento.
La tercera pieza que hemos seleccionado es la que diseñó a principios de la década de los 90 el recordado Hubert de Givenchy. Se trata de un conjunto igualmente de alta costura, como los anteriores, compuesto de chaqueta y pantalón, realizado en damasco de seda brocado, lúrex de Bianchini y bordados del mencionado Lesage, casa que el pasado año cumplió un siglo como referencia de una labor imprescindible para lograr el impacto de la alta costura.
Si hay nombres que cuentan con un único modelo expuesto, en el caso de Balenciaga hallamos cinco: dos de la época de su fundador, de 1961 y 1967, y tres diseñados seis décadas después por el actual responsable de sus colecciones, el georgiano Demna Gvasalia.
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