
Crónica de un amor en lucha
Choque de trenes ·
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Choque de trenes ·
Oriana Fallaci narró en 'Un hombre' su pasión por Alexandros Panagoulis, llena de fascinación y tormentoIñigo Linaje
Sábado, 11 de enero 2025, 00:02
Todas las historias de amor están abocadas al adiós. Todas las relaciones, tarde o temprano, condenadas al fracaso. Ángel Guinda lo decía con estas palabras: «Nadie tiene otra patria que su soledad. / Nadie llega a nadie si no es para marcharse». Los versos son de ... un fatalismo existencial aterrador, pero encierran una verdad: que nadie puede sustraerse a los estragos del tiempo. Que los amores y los sueños se acaban. Que la vida es un trayecto -más o menos feliz- lleno de despedidas.
Una pasión posible e imposible a la vez es la que se narra en 'Un hombre', la obra maestra de la periodista italiana Oriana Fallaci (1929-2006) que ha reeditado Alianza con traducción de Vicente Villacampa Armengol. 'Un hombre' es la crónica trepidante de los últimos ocho años de vida de Alexandros Panagoulis, célebre por su tentativa de asesinar al dictador Georgios Papadópoulos en 1968. A su salida de la cárcel, en 1973, Fallaci viajó a Atenas para entrevistarle y se enamoró de él. Vivieron una relación de tres años -llena de amor y odio, de encuentros y desencuentros- hasta la muerte del político en un accidente en 1976.
La primera parte del libro describe minuciosamente el atentado contra el dictador que ostentaba el poder en la Grecia de los años setenta. «Yo no soy capaz de matar a un hombre, pero un tirano no es un hombre; es un tirano», dirá Alexandros repetidas veces a lo largo del relato. Fallaci escribe con una prosa apremiante y vertiginosa, como si su memoria estuviese dictando la crónica de un suceso ocurrido en ese preciso momento. Lo mismo sucede cuando aborda los cinco años que el condenado permanece en prisión, llenos de represalias, intentos de fuga, torturas brutales y aislamiento extremo. Y de paseos obsesivos por los estrictos límites de una celda de poco más de 5 metros cuadrados.
«No ver nunca el sol, no ver nunca el cielo, no tocar nunca a una mujer, no poder decirle te amo, estar siempre solo, solo, solo; sepultado sin haber muerto», escribe la periodista en un alarde de empatía. No en vano, años después diría: «Alexandros era yo, pero en hombre». Si el primer tramo de esta crónica de no ficción resulta asfixiante por su realismo exacerbado, el encuentro entre ambos dulcifica y oxigena la narración. Oriana Fallaci narra ese momento con extraordinaria sutileza, enumerando todas las ciudades en las que entrevistó a otros presos: Sâo Paulo, Hong Kong, Nueva York. Hombres y mujeres vejados, torturados, condenados a muerte. Hasta que llega a Atenas y se encuentra con aquel «hombre grácil, de ardientes ojillos negros y gran bigote», el héroe de la resistencia recién salido de prisión. Un hombre por el que se siente fascinada y aterrorizada. Le atrae y le repele a la vez. Un misterio -escribe Fallaci- que se manifiesta en una voz grave, seductora, hipnótica.
Todas las historias de amor tienen sus rituales, sus paraísos, sus infiernos. Todos los hemos vivido y sufrido. Igual que los protagonistas de estas páginas encendidas, románticas, amargamente reales. A la felicidad inicial de los viajes y a la celebración de los cuerpos sucede la realidad. Y la realidad es que Alexandros es un hombre extremadamente frágil, obsesionado por la muerte y atormentado por una soledad devastadora. Si Fallaci trata de mostrarle los dones del amor y el compromiso, él incide en sus sueños libertarios, en las extravagancias de un disidente radical permanentemente vigilado y perseguido. La periodista -que nos habla siempre en segunda persona- dibuja el retrato psicológico de un héroe acosado por los traumas de la infancia, los años en la cárcel y el alcohol, cuyo pensamiento oscila entre los recuerdos y un futuro de presentimientos oscuros: «Ese es el hombre al que conocí para chocar contra él con violencia», dice. «Como un tren que discurre en dirección contraria por la misma vía».
Encuentros, afectos, encrucijadas, desafectos, todo un torrente de emociones alumbran las páginas de 'Un hombre', siempre con el telón de fondo de las luchas políticas en la Grecia de la dictadura. Siempre con una prosa urgente y aguerrida que permite a la autora reflexionar sobre el amor y el deseo, los límites de la libertad y las trampas del idealismo… Alexandros Panagoulis morirá en 1976 en un accidente de tráfico no esclarecido. Oriana Fallaci escribirá la historia de ambos en 1979. Una historia de amor llena de fascinación y tormento, de locuras y despedidas. Lo dijo el poeta (y el protagonista de este libro lo era): «Nadie llega a nadie si no es para marcharse».
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