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Retrato de la pensadora.
Lecturas

Concepción Arenal o el feminismo cristiano

reportaje ·

La figura de esta defensora de los derechos penitenciarios cobra protagonismo tras la exposición en la Biblioteca Nacional y la publicación de importantes biografías y reediciones

eduardo laporte

Sábado, 5 de junio 2021, 02:28

Decidme cuál es el sistema penitenciario de un pueblo y os diré cuál es su justicia». Concepción Arenal (1820-1893) sufrió de cerca las consecuencias ... de una política penitenciaria basada en el castigo, con presos degradados a humanos de tercera categoría y desprovistos de los derechos elementales. Su padre, militar opuesto al régimen absolutista de Fernando VII, fue condenado, como liberal, a varias estancias en prisión. El mal trato recibido y su posterior confinamiento forzoso en una aldea de cuatro casas cerca de Ferrol lo hundirían de tal modo que su muerte le llegaría sin cumplir los cuarenta.

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Anna Caballé, biógrafa de Arenal ('La caminante y su sombra', Ed. Taurus) y comisaria de la reciente exposición en la Biblioteca Nacional sobre su figura, considera que ese hecho fue clave. «Creo que toda esa dedicación por los demás viene de no haber podido ayudar a su padre», señala Caballé, que ha ganado el Premio Jovellanos de Ensayo por 'El saber biográfico', publicado esta primavera. A su juicio, el ver a su padre «hundido» le marcaría de una manera indeleble. Además, heredaría de él un talante liberal, una curiosidad intelectual y unos férreos valores morales que serían también una de las señas de identidad de Concepción Arenal.

Imagen de la exposición de la Biblioteca Nacional

Doscientos años después de su nacimiento, su figura es objeto de revisiones y homenajes, como la citada exposición de la BNE, que ha llevado por título 'La pasión humanista'. De Arenal nos ha llegado la anécdota de su supuesto travestismo en hombre para colarse en las clases de Derecho de la Complutense de la calle San Bernardo, circunstancia que podría tener mucho de leyenda urbana. «Es una de esas inercias biográficas que se repite, pero de lo único que tenemos constancia es de que ella asistía, ya de casada, a clases de Medicina forense», apunta Caballé. Lo que sí que está documentado es que se presentó a un concurso literario bajo el nombre de Fernando, su hijo, que lo ganaría… con diez años. La Academia de las Ciencias Morales y Políticas, que convocaba el premio, se encuentra en un compromiso al descubrir la plica, pero finalmente deliberó a favor de Concepción Arenal.

Esta mujer comprometida con la toma de conciencia de la mujer, va colándose poco a poco en los distintos sectores que copan los hombres. Como en el periódico liberal 'La Iberia', en el que llegaría a redactar los artículos editoriales, es decir, los que marcan la pauta del medio. Pero cuando una ley de prensa forzó a que esos artículos mostraran la autoría, la autora de 'La mujer del porvenir' fue automáticamente cesada.

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'Estudios penitenciarios', de 1876, deslumbró a los juristas de la época

A contracorriente

Considerada una de las primeras feministas por su contribución a equiparar la valía de la mujer a la del hombre, Concepción Arenal se vio obligada a remar contracorriente. Pero no por un gusto por la excentricidad, sino por ser fiel a sus principios y a su manera de estar en el mundo, lo cual le supondría distintas «murmuraciones» de por vida. Según Caballé, muchas mujeres de la época, de la burguesía serían las primeras en criticar ciertas actitudes de Arenal, pues se sentían «puestas en evidencia por una mujer que amaba los libros, amaba el conocimiento y detestaba perder el tiempo».

Como cuando, refugiada en Potes (Cantabria) como joven viuda para encontrar la paz necesaria para escribir, se paseaba por el pueblo con una bata negra, ya fuera invierno o verano, a modo de traje talar, es decir, con la austeridad de un clérigo. No estaba entre sus prioridades plegarse a las convenciones, por no decir servidumbres, de la época, sino avanzar en su obra, en sus estudios de carácter social, de fuerte base humanista y raíz cristiana, con las que quería cambiar el mundo. En ese retiro fecundo de Potes, escribiría su libro más divulgado entonces, 'El visitador del pobre', aunque la historia la recordará también por obras como 'La mujer del porvenir', 'El pauperismo' o 'Dios y libertad'.

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También hacía, de joven, uso de pantalones, en una época en que eran impensables tales atavíos, conformando una imagen, según Anna Caballé, de «sufragista británica», alejada de los parámetros de la feminidad de su época, muy ligada a los barroquismos de corsés, abanicos y miriñaques.

Blanca Portillo la encarnó en la película 'Concepción Arenal, la visitadora de cárceles'.

Como indicaba uno de los paneles de la exposición 'Concepción Arenal: la pasión humanista. 1820-1893', el legado de esta pensadora tuvo un impacto relativo. La generación de las primeras diputadas, capitaneadas por Clara Campoamor, Victoria Kent o Margarita Nelken, se inspiraría en Arenal, pero las referencias que harían a su obra no serían consistentes. Sin embargo, para la biógrafa de Arenal, Anna Caballé, el trato de estas feministas del siglo XX con Arenal sería generoso y considerado. Como cuando, apunta, se promulgó una ley en contra del uso de los grilletes y Victoria Kent propuso fundir una estatua dedicada a Concepción Arenal con ese metal ya inútil.

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No obstante, esta intelectual y activista gallega se mantenía fiel a unos ideales cristianos que en determinados sectores podía considerarse incompatible con el progreso. Además, personajes del 'establishment' católico, como el jesuita Julio Alarcón, la habían hecho suya, calificando de «feminismo aceptable» su trabajo, tema central de su estudio 'Concepción Arenal. Una celebridad desconocida'. Por su parte, Francisco Mañach escribiría un libro, compuesto por artículos de la pensadora, de elocuente título: 'Concepción Arenal, la mujer más grande del siglo XIX'.

Con el franquismo, su figura sería asociada a una actitud meramente compasiva ante el sufrimiento ajeno, en la línea de la caridad cristiana tradicional, pasando por alto las aportaciones de su pensamiento, así como su originalidad y crítica social. Basta abrir cualquiera de sus libros para apreciar esa voz a contracorriente de las convenciones, como ese epígrafe de 'La mujer de su casa' (1883), que define bien su posición: «La mujer de su casa es un ideal erróneo». Arremete así contra la creencia de que la «perfección femenina» iba ligada a quedarse en el hogar. Defiende Arenal que, en tiempos de guerra, la mujer sin una «misión social» se dedicara al ámbito doméstico, pero una vez alcanzada la paz «¿la mujer de su casa no es un anacronismo que no contribuye como podía y debía al progreso de la humanidad?». En obras como 'La mujer del porvenir' no sé cansó de repetir algo que entonces se ponía muy en entredicho, como la igualdad de capacidad entre hombres y mujeres: «En la mayor parte de las facultades la mujer es igual al hombre; la diferencia intelectual solo empieza donde empieza la de la educación».

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Planteamientos incómodos para la sociedad de la época que, como señala Anna Caballé en su biografía, con la que se llevó el Premio Nacional de Historia, le impedirían, «a pesar de todos sus esfuerzos», convertirse en una autoridad en España.

Monumento a Concepción Arenal en el parque del Oeste, Madrid.

Contra la pena de muerte

'El garrote vil', el impresionante cuadro de Ramon Casas, se colgó, con toda la intención, en la exposición en torno a la pensadora gallega. Pintado en 1894, está considerado una obra de crónica social, que representa la vuelta a las ejecuciones en público en Barcelona, tras treinta años de ausencia. En Madrid, la plaza de la Cebada, tras una larga etapa de ajusticiamientos en la plaza Mayor, se convirtió, en el primer tercio siglo XIX, en el kilómetro cero de las ejecuciones. El general liberal Rafael del Riego sería ahorcado y a continuación decapitado en aquel lugar. Más tarde, estas condenas públicas se llevarían a las afueras de la ciudad y a cárceles como la Modelo, en Moncloa, que no tenían mucho de modélicas, como denunció la propia Arenal en 'La cárcel llamada Modelo', de 1877, cuyas quejas se tendrían en cuenta en la fase final de este proyecto penitenciario. Allí un joven Pío Baroja, invitado por Galdós, asistiría a la ejecución por garrote vil de Higinia de Balaguer, de 28 años, principal sospechosa del famoso crimen de la calle Fuencarral.

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Fue en 1890, tres años antes de la muerte de una Concepción Arenal que durante toda su vida se había implicado con denuedo en la mejora de las condiciones de vida de los presos. No solo de un modo teórico, también en la práctica, ya que en 1863 es nombrada visitadora de cárceles de mujeres, experiencia que dotó del conocimiento necesario para publicar, en 1876, un texto que deslumbró a los juristas de la época: 'Estudios penitenciarios'. Aunque también para dar la imprenta su libro más popular, el citado 'El visitador del pobre', aunque en opinión de su biógrafa Anna Caballé este no sea «ni muchos menos el mejor» de los suyos.

Para Arenal, del estado de una prisión puede presumirse el estado de un pueblo, teniendo en cuenta que la vida carcelaria constituye «el escalón más bajo de la vida nacional y, por ello, el más elocuente de hasta dónde llega la preocupación de una sociedad por su población más vulnerable y proscrita», señala su biógrafa. Le preocupan temas que deben reformarse, a su juicio, a toda costa: el hacinamiento, la corrupción de los funcionarios, la pasividad de los internos o la mezcla de presos comunes con presos políticos, entre otras. ¿Y la pena de muerte? Al principio mostró sus reservas respecto a los hurtos con homicidio, ya que le preocupaban los casos de reincidencia. También vería en la silla eléctrica un procedimiento más aséptico, sin verdugos, que el del garrote vil, pero cuando se enteró de que en muchos casos esas ejecuciones tomaban hasta veinticinco minutos de tortura, se acabaron las dudas. En su obra 'El reo, el pueblo y el verdugo' mostraría su oposición a las ejecuciones públicas y en su revista 'La voz de la caridad' su rechazo a la pena de muerte en sí.

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Las cuestiones de hoy

¿Qué pensaría hoy de las prisiones preventivas que se alargan sine die en determinados casos? ¿Y de las políticas de acercamiento o dispersión de determinados presos? «Ahora estamos en las mejores condiciones para comprender la dimensión de la obra de Concepción Arenal», considera su biógrafa. Como toda persona adelantada a su tiempo, su mensaje no calaría lo suficiente como podría hacerlo hoy, con unas reivindicaciones que no dejarían de ser actuales, así como su mirada empática y ecuánime. Obras como 'El pauperismo' o 'Cartas a un obrero' se erigían como textos de compromiso social distintos a los que emanaban de la Revolución Francesa o del enfoque de Marx y Engels.

Parece insinuar Anna Caballé que su «talento intelectual» necesitara de eslabones que lo mantuvieran vivo, o que lo actualizaran y continuaran. ¿Se ajustan las prisiones a los derechos de los presos o sigue vigente la idea de cárcel como «pudridero» humano? Una empatía que parte del preso y sus condiciones para mejorar la sociedad desde abajo. Porque el hombre que ha delinquido, sostenía, no es una isla en sí mismo, sino un centro cuyos radios afectan a todos los problemas morales e intelectuales.

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