Autorretrato.
Artes plásticas

Los colores de Maier

Fotografía ·

Un libro y una muestra en el FOAM de Ámsterdam exhiben las imágenes menos conocidas de la artista

begoña Rodríguez

Viernes, 3 de abril 2020, 19:15

Vivian Maier es en la actualidad un icono de la fotografía de calle estadounidense, con magníficas tomas reveladas, principalmente, en blanco y negro. Sin embargo, nuevos aspectos de su trabajo, como la fotografía en color, han salido a la luz. Un libro y una exposición en el FOAM de Ámsterdam dan a conocer cómo son esas imágenes.

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El ojo observador de Maier, como desconocida y como mujer, hace que su trabajo sea una adición significativa al canon de un género dominado principalmente por fotógrafos de la talla de Garry Winogrand, Lee Friedlander, Joel Meyerowitz y Diane Arbus. Las tomas en color muestran escenas callejeras en Chicago, la ciudad donde vivió gran parte de su vida. Sin embargo, la mayor parte de su trabajo en color desde la década de 1970 hasta su muerte fue más abstracto que las imágenes en blanco y negro que normalmente capturaba, en el que retrataba a los niños que cuidaba o a las personas en la calle. Sus fotografías en color se centraron más en objetos como periódicos, vallas publicitarias o escaparates, y en imágenes de acontecimientos cotidianos. Su trabajo en color, 700 carretes y 40.000 diapositivas que se han seleccionado para mostrar al público, resulta completamente juguetón, espontáneo y divertido; una inmediatez que demuestra su entusiasmo para captar y presentar la interpretación del mundo que la rodeaba.

En sus fotografías en color, que también aparecen recogidas en un libro que se acaba de editar, 'Vivian Maier: The Color Work', de Colin Westeberck, se puede observar, asimismo, la transición de su famosa Rolleiflex a una cámara de 35 milímetros, algo que choca con la línea habitual de trabajo, pues su tendencia era pasar lo más inadvertida posible, cosa que era mucho más fácil con la primera cámara. También sorprende su cambio al color, cuando su preferencia por el blanco y negro era obvia. De todo esto se deduce que es probable que en esa época la fotógrafa estuviera en una fase de experimentación y descubrimiento de nuevas técnicas y enfoques.

Los expertos deducen que se trata de un trabajo de una fase de experimentación

Equilibrio fortuito

Sin duda, lo que hace que una instantánea sea única no es el uso de una técnica impresionante, sino la capacidad de esa imagen de despertar sensaciones y sentimientos, de retrotraernos a un momento, a un lugar, a un sonido, a un tacto… En Vivian Maier, la utilización de la luz y la composición de la escena dan al receptor una sensación inmediata de cercanía o de recuerdo, y la foto revive a través de gente desconocida en escenarios comunes, y la narración de cada imagen representa unas voces nunca oídas pero escuchadas por todos. Porque quizás, lo más característico de Vivian Maier, tanto en color como en blanco y negro, sea su capacidad para contar historias cotidianas donde todo el que pasa, o con lo que se encuentra, se convierte en un narrador en el que el simbolismo de sus gestos, ropa y ambientes tiene mucho más que decir que cualquier palabra.

Como afirma Joana Scott en su artículo 'Self-Portrait in a Sheet Mirror: On Vivian Maier', lo importante era capturar momentos del Chicago de los años 60-70 y trasladar al negativo, y desde su cámara, la belleza de un día cualquiera. Es lo que Steiglietz denomina 'serendipitous balance', equilibrio fortuito, la capacidad de hacer un click en el instante preciso en el que se acoplan todos los elementos y figuras necesarias en la perfecta escena. Además, desde un punto de vista de teoría estrictamente fotográfica, y tal y como algunos críticos señalan, las fotografías de Maier presentan reminiscencias con Weegee, Lisette Model, Charles Négre o hasta del mismísimo Doisneau en su tratamiento de la luz, las formas y el espacio. Casi nada.

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Aunque ya han pasado trece años desde que en aquel 2007 John Maloof descubriera por puro azar el notable trabajo de Vivian Maier, la mayoría de los detalles de su vida siguen siendo un misterio, por lo que su atractivo permanece. Su historia, la secreta fotógrafa de la antigua niñera que, ironías del destino, poco después de su muerte se convirtió en un icono y se unió a las filas de los mejores fotógrafos de calle de mediados del siglo pasado, se ha reconstruido hasta la fecha solo a partir de imágenes previamente vistas o conocidas que hizo. Tomó más de 150.000 instantáneas en su vida; pero decidió no mostrárselas a nadie y, como la casualidad sí lo haría, logró brillantemente cumplir lo que sigue siendo el deseo no materializado de tantas personas: vivir y ver el mundo de manera creativa. Maier fue una creadora de imágenes, una pionera que se ha convertido por derecho propio en un referente de la fotografía callejera.

Quizá nunca echó de menos el éxito o la fama. La fotografía, probablemente, le era suficiente: un mundo -su mundo- tangible y real donde, parafraseando a Kazantzakis, aprendió a pintar con su cámara «paraísos de colores» y, sobre todo, a vivirlos en vez de soñarlos.

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