Cloaca
Guillermo Gómez Muñoz
Sábado, 7 de junio 2025, 00:04
Parece una máxima ministerial: No hay gobierno sin cloaca. Como si diera caché alimentar a esbirros dispuestos a enfangarse para mantener el statu quo, es ... decir, quién se sienta en el Trono de Hierro. La palabra «cloaca», sin embargo, es tardía en castellano. Su primera variante documentada, 'cloaga', no aparece hasta el s. XIV y la actual 'cloaca' no se deja ver por escrito hasta 1546. Mientras tanto, fue perdiendo terreno el arabismo 'albañal'. El origen de «cloaca» es latino y se deriva de una raíz indoeuropea 'kleu' relacionada con el concepto de 'lavar' o 'limpiar'. Esta raíz es la madre también del verbo griego 'kluzo' (bañar o cubrir de agua), del que deriva 'cataclismo' por prefijación, vocablo que en origen aludía a una inundación.
Los romanos construyeron su Cloaca Máxima en el siglo VI a. C., cuando todavía los gobernaban reyes, para poner orden en el tráfico de detritus que perfumaba la ciudad eterna. Necesitará el gobierno de una obra semejante de ingeniería sanitaria para diluir el hedor a cañería que lo asedia. Pero tampoco pequemos de inocentes: las cloacas del Estado nacen con el propio Estado. Lo que necesitamos son mecanismos de control menos dependientes de la mano que les da de comer, algunos políticos decentes y periodistas dispuestos a denunciar que el rey está desnudo. Aunque le veamos las vergüenzas.
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