Foto reciente de Hodges.
Lecturas

Un campeón condenado al ostracismo

Novedad ·

Craig Hodges, tres veces campeón del concurso de triples, narra en 'Tiro de larga distancia' la persecución sufrida por su activismo en favor de los derechos civiles

Viernes, 13 de noviembre 2020, 00:11

En los noventa, Chicago no era como lo pintaban Carl Winslow y Steve Urkel en 'Cosas de casa'. Lo que vendió la televisión no se ... parece en nada a la realidad. Al menos a la de Chicago Heights, barrio pobre y cuasimarginal en el que nació y se crió Craig Hodges. Los Bulls con los que ganó dos campeonatos de la NBA (los dos primeros de los seis de Michael Jordan) tampoco eran como nos los hicieron ver. Su papel en el equipo de su ciudad y su excelente muñeca, que le llevó a ganar tres concursos de triples consecutivos, hicieron famoso al autor y protagonista de este libro, 'Tiro de larga distancia' (Ed. Capitán Swing). Jugar para la franquicia le llevó al cielo. Negarse a vender su alma para pagar la entrada a ese paraíso lo lanzó luego a un infierno que ahora cuenta en esta biografía. Es una historia triste, quedan avisados.

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Hodges era un deportista de élite, pero también un activista por los derechos civiles. Fue el primero en intentar boicotear una final bajo el lema del 'Black Lives Matter', hoy tan de moda. No lo consiguió. Frustrado por la negativa de sus compañeros a acompañarlo en la cruzada política que él entendía como un deber, al año siguiente (1992), acabó por insinuar que Jordan era el tío Tom de una NBA que se enriquecía -y enriquece- a costa de unos jugadores negros y pobres desde la infancia a los que necesita sumisos y silenciados. «Los chicos de mi barrio hacían deporte con una intensidad que la gente con recursos o que nunca han sufrido racismo no puede entender. El deporte era como crecer con un billete de lotería. Teníamos menos opciones que un muñeco de nieve en el infierno, pero alguna había. Era el deporte o trabajar en la Ford, y la fábrica cerró».

Portada del libro.

Hodges fue un político en pantalón corto y tirantes. El deporte es una anécdota en su vida. «Me tocó la lotería», reconoce. Aunque lo que le interesó desde niño fue seguir el ejemplo de Luther King -con él marcharon su madre y sus tías, las que realmente lo educaron-, las enseñanzas de la Nación del Islam (a la que no pertenecía), el debate y la acción provocado por los Panteras (a los que tampoco apoyó) y la imagen grabada a fuego de orgullosos atletas negros que usaban su popularidad para denunciar ese apartheid encubierto en el que vivían: el tenista Arthur Ashe, Mohamed Ali y los velocistas del Black Power en los Juegos de México'68 Tommie Smith y John Carlos.

Él quería que el púlpito que otorgaba la popularidad a tipos como Jordan o Magic Johnson sirviera para cambiar las cosas. Recurrió a ambos para frenar las finales de 1991. «Hay reglas, Craig. Sigue las reglas y todo irá bien», le contestaba Jordan para reprenderle. No las siguió. Le daba igual. Unos años antes ya le habían echado de los Milwaukee Bucks por asistir a una conferencia de la Nación del Islam. En realidad solo fue porque el ponente había sido su profesor y tutor en la Universidad de San Diego.

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Tampoco siguió 'las reglas' en la recepción en la Casa Blanca tras el primer campeonato. Prefería escuchar a su conciencia que a los que le aconsejaban. Se plantó ante George Bush padre vestido con un espectacular dashiki blanco -un traje ceremonial africano- en vez de llevar chaqueta y corbata. Aprovechó para entregar al presidente una carta personal en el que le señalaba la situación de injusticia y sometimiento de la comunidad negra. Bush bromeó sobre su atuendo y le pidió que lanzara a canasta. «La enchufé, claro. No debí haber tirado», dice en el libro.

Su famoso lanzamiento a canasta vestido con un dashiki blanco en presencia de George Bush.

«Jordan me echó»

Tras ganar el segundo anillo y sumar su tercer concurso de triples consecutivo, el considerado por todos los especialistas como mejor tirador de la NBA, se fue al paro. Sus palabras sobre Jordan, que fueron recogidas por el 'New York Times', hicieron más daño que una década de activismo. La Policía de Los Ángeles acababa de asesinar a Rodney King. «Pensaba que me reñirían, pero no en un ostracismo que me impidió volver a jugar. Nunca ningún equipo volvió a ofrecerme trabajo». Una mano negra acabó con su carrera. «Michael Jordan me echó de la NBA», dice abiertamente.

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El libro explica temas complejos y dolorosos sin rabia u odio. Para prueba, el relato de su matrimonio, que trata de ser otro ejemplo de los efectos finales que tiene la marginalidad provocada por el racismo. Conoció a Carlita como en una película. Al parar en la autopista a auxiliar a otro conductor. «Creí estar viendo a Nefertiti». Aquella belleza exterior escondía graves problemas psicológicos «provocados por los abusos sexuales que sufrieron sus hermanas mayores en casa y de los que ella, más joven, no sabía si fue víctima por no poder recordarlo». Con altibajos, la relación superó las ausencias del jugador y hasta una infidelidad con un chico sin hogar al que acogieron en casa. El divorcio les fue peor. Una mañana, Carlita apareció en el colegio de sus hijos. Hodges bajó la ventanilla del coche para ver qué quería y ella le roció con un líquido y trató de encender una cerilla. «Yo me reía, por no asustar a los chicos que estaban en el asiento de atrás, y porque de verdad pensaba que era agua. El viento no le permitía encender las cerillas. Solo al entrar en el colegio me percaté de que el líquido era gasolina. Tuve que llamar a la Policía. Carlita no estaba bien». Hodges podría no estarlo. Sin ingresos acabó subastando sus anillos de campeón para mantener a los niños. Hoy cuenta su historia en este libro sobre las verdaderas 'Cosas de casa' de un negro en el Chicago de los noventa.

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