Bruselas bajo la mirada nostálgica de Jacques Brel
Recuerdo imborrable ·
Retrató como nadie la capital belga, la miseria de sus calles y su grandeza en decadenciaEn el puerto de Amsterdam hay marineros que cantan/los sueños que les atormentan...». Es noche cerrada y en un karaoke perdido en el barrio ... del Sablón, en Bruselas, un joven comienza a cantar el primer verso de la icónica 'Amsterdam' de Jacques Brel (1929-1978) y el público se arrebata con cada verso. Y es que, aunque en su día a día los jóvenes belgas escuchen a artistas de moda como Stromae o a Angèle, la voz desgarrada de Brel y sus canciones siguen resonando por las calles adoquinadas de la capital, que no olvida a un artista que cantó como nadie a Bruselas, a Bélgica, al amor y al desamor.
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Esas calles que recorría el artista no han cambiado tanto y algunos de los lugares que frecuentaba siguen invariables, como congelados en el tiempo. Es el caso de 'À la Mort Subite', un bar situado al lado de las Galerías Reales al que Brel solía acudir a tomar cerveza. Se trata de un lugar emblemático para los amantes de la música y de la historia, que recuerda a los cafés tradicionales belgas de principios del siglo XX. Las columnas decoradas, los espejos en las paredes, los muebles de madera... Y sobre la primera mesa a la derecha, junto a la entrada, cuelga un retrato de Brel, en el que era su sitio favorito para sentarse a tomar cerveza gueuze, una variedad artesanal belga de fermentación espontánea que sólo se produce en los alrededores de Bruselas.
Bajando la calle, apenas unos cientos de metros más allá, se encuentra la Place De Brouckêre, un lugar lleno de vida en los años cincuenta, la época de Brel. Hoy en día, este enclave acoge uno de los cines más grandes de la ciudad, de la cadena UGC, con grandes carteles luminosos con los últimos estrenos cinematográficos. Pero un aura de decadencia se ha apoderado del lugar. Esa misma sensación inspiró al artista belga a escribir su canción 'Bruxelles', un tema teñido de melancolía que presenta Bruselas como una ciudad cuya grandeza se ha desvanecido y donde lo bello puede coexistir con la miseria. Un prisma que se aprecia especialmente los días de niebla cerrada.
«Fue cuando Bruselas soñaba. Fue cuando se proyectaban películas mudas(...)/Place de Brouckère, vimos el ómnibus/ Con mujeres y caballeros con chistera», canta Brel en su eterna 'Bruxelles', que después traslada a la plaza de Sainte-Catherine donde su padre, su abuela y su abuelo «eran tan felices como el canal». Antiguamente el puerto llegaba hasta esta plaza, que hoy en día cuenta con uno de los establecimientos referentes de pescado de la ciudad: 'Mer du Nord', con su terraza y el olor a pescado frito.
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Malvivir en la calle
La nostalgia es una constante en la obra de Brel, que documentó en sus canciones toda una época, sus gentes y sus penurias. Sus letras prestan especial atención a los colectivos rechazados por la sociedad: los alcohólicos, los vagabundos, las prostitutas y los alcohólicos…A quienes retrata sin paños calientes y con crudeza. La miseria a la que cantaba Brel puede verse hoy día en el centro de la capital belga, donde decenas de personas, muchas de ellas con niños, malviven en la calle con camas improvisadas de cartón y abrigos apilados; una imagen que choca con los edificios monumentales de la Bolsa o el Teatro Real de La Monnaie y con la imagen de Bruselas como capital de la Unión Europea y sede de las instituciones comunitarias, con los edificios de la Comisión, el Consejo y el Parlamento Europeo.
Sus canciones hablan de rincones de la ciudad, del transporte público –el tranvía 33 se menciona en 'Madeleine', junto a las tradicionales patatas fritas belgas– y escribió una canción dedicada a Bélgica; 'Le plat pays' (El país plano), al que dibuja con «un cielo tan gris que debemos perdonarlo». Dedicó varios temas a la comunidad flamenca, entre ellas 'Marieke', que incluye parte de la letra en flamenco, y 'Les flamandes', en la que parodia la vida de esta parte de la sociedad, mucho más rica que la comunidad valona.
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Todavía hoy muchos artistas belgas y también internacionales acuden a él en busca de inspiración y su huella en la ciudad es profunda, a pesar de estar enterrado muy lejos de ella, en las Islas Marquesas, en la Polinesia francesa. Una estatua con las manos extendidas –'L'Envol'– lo retrata cantando en la Place de la Vieille Halle aux Blés, detrás de la Grand Place, y frente a la fundación que lleva su nombre y que guarda archivos inéditos del artista. Hay una calle con su nombre, también una parada de metro y una escuela, pero el recuerdo de Brel nunca está más vivo que cuando un artista callejero entona en alguna de las esquinas de la ciudad las primeras notas de su eterna 'Ne me quitte pas'.
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