El pez fue empleado por los cristianos como símbolo secreto.

Los arqueólogos de Dios

Proliferan las investigaciones de biblistas e historiadores que ahondan en el cristianismo de los orígenes, una veta inagotable

Sábado, 23 de diciembre 2017

El grupo de científicos que ha trabajado en la restauración del Santo Sepulcro ha confirmado de manera reciente que el mortero del Edículo, el lugar que alberga la supuesta tumba de Jesús, es del siglo IV. Los resultados de la prueba de datación concuerdan con la creencia histórica de que fue construido en tiempos de Constantino el Grande, cuando se iniciaba la transición del Imperio romano hacia la Cristiandad. El estudio no ofrece, sin embargo, ninguna evidencia de que Jesucristo esté o no enterrado en ese enclave de Jerusalén, algo que habría sucedido 300 años antes. La arqueología puede convertirse en una aliada de la Biblia y determinados descubrimientos históricos pueden chocar con los dogmas o la teología.

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En cualquier caso se trata de un campo abierto a la discusión, un ámbito multidisciplinar que atrae a decenas de estudiosos que investigan con pasión y que se atreven a formular conclusiones valiosas, y, muchas veces, valientes. Incluso en Francia, donde la laicidad forma parte de su carta de identidad, la religión forma parte del debate intelectual. ‘Le Figaró Litteraire’, el suplemento cultural de la prestigiosa cabecera gala, recogía hace unos días una destacada crítica del libro ‘Le judaïsme anciane et les origines du Christianisme’ (Bayard). Con la rúbrica de Sebastien Lapaque publicaba un análisis de la obra (645 páginas) de Simon Claude Mimouni, historiador argelino y alumno de la École biblique et archeologique française de Jerusalén, centrada en la ruptura del judaísmo y el cristianismo, la antigua Sinagoga y la joven Iglesia. Una obra que se apoya en los últimos descubrimientos sobre Jesús de Nazaret, María, Pablo de Tarso o el contenido de los evangelios apócrifos. Una obra erudita.

En sus orígenes, el cristianismo ya fue una forma de vida que se plasmaba en el cuidado de los más vulnerables

Más cerca de nosotros, nueve autores abordan la vida de los primeros seguidores de Jesús en ‘Así vivían los primeros cristianos’ (Verbo Divino), una continuación de lo que publicaron en 2010 con el título ‘Así empezó el cristianismo’. El equipo, liderado y estimulado por el biblista y teólogo Rafael Aguirre, está formado por Carmen Bernabé, Fernando Rivas, Leif E. Vaage, Elisa Estévez, Esther Miguel, David Álvarez, Carlos Gil y Santiago Guijarro. Varios de ellos son de la Universidad de Deusto y otros de la Pontificia de Salamanca, Comillas, Toronto y el Estudio Teológico Agustiniano. Son ya un grupo de buenos amigos, que han construido su relación entre horas y horas de estudio, investigación y debate, siempre con una metodología compartida y un plan unitario. Ese rasgo común se aprecia en todos sus trabajos.

Primeros ritos

La obra se detiene en las experiencias extraordinarias de aquellos primeros grupos, en sus ritos y sus creencias, que conformaban unas comunidades con un estilo de vida muy peculiar y unas características específicas a ras de calle, antes de convertirse en una religión imperial. La mirada de estos investigadores, en efecto, se vuelve a los orígenes, pero sus estudios ayudan a interpretar y contextualizar muchos de los episodios que tienen lugar en nuestro tiempo.

Resulta muy interesante el capítulo que firma Carmen Bernabé sobre el cristianismo como forma de vida cuando se detiene en las prácticas de cuidado de los más vulnerables: las viudas, los huérfanos, los prisioneros o los extranjeros, esos colectivos de las periferias de las que ahora habla el Papa Francisco. O del trato a la infancia: la actitud frente al infanticidio, el aborto o la pederastia, que en Grecia y en el mundo romano «era algo normalizado y permitido». Los seguidores de Jesús levantaron su voz contra estas prácticas abominables y fueron «verdaderamente contraculturales», constata.

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'Aparición en el cenáculo.

El de entonces era ya un cristianismo de salida y de puertas abiertas. Rafael Aguirre abunda en la memoria de esas experiencias de los grupos de primera hora, que van más allá de los simples comportamientos de vida y se convierten en normas para su identidad. En ritos. Antes de pasar al relato de la Última Cena, el autor rememora el ‘rito de pertenencia’, el «más decisivo» y las ‘comidas eucarísticas’. En la cultura mediterránea del siglo I, el banquete era un lugar de construcción social, en el quehacer cotidiano de los primerísimos galileos seguidores de Jesús las comidas sencillas y pobres, pero compartidas, afirmaban su identidad como creyentes en Cristo. «Es perfectamente comprensible –escribe Aguirre– que las comidas en común fuesen el centro de vida de las comunidades cristianas de los orígenes, el ‘rito de pertenencia’, porque en ellas se ponía de manifiesto y se cultivaba su identidad específica. Bien entendido que hablamos de un momento en que las comunidades son distintas, las comidas guardan diferencias y la identidad está en un proceso de transición».

Efecto liberador

Carlos Gil aborda el impacto de la muerte de Jesús –Santiago Guijarro también se refiere al Relato de la Pasión–, que forma parte de una creencia fundamental para la religión cristiana. La suya no es una lectura apocalíptica de la realidad, sino la de que aquella ejecución «tenía la capacidad de desplegar unos efectos liberadores». Las interpretaciones innovadoras superan la decepción de los seguidores de Jesús por la humillante muerte de su Maestro. Lo que trasciende al relato es el sentido del sacrificio y el mecanismo de la reconciliación. Valores de gran actualidad hoy, en un entorno cultural adverso.

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‘La Resurrección. De hombre a Dios’ (Arzalia) es el título del libro que firma Javier Alonso López, un filólogo semítico, historiador y biblista, que se acerca al antiguo Israel y el cristianismo primitivo de una manera particular, planteando muchos interrogantes. Sobre la Resurrección, la ‘tumba vacía’, las apariciones… a la luz de los Evangelios, los Hechos y las Cartas. Enseguida concluye que no son historia y que tienen una intención teológica, un aspecto clave «para que las piezas encajen». Ya avisa con tiempo de que se trata de una obra divulgativa, no erudita.

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