Juega Juan Mayorga con comodines personales. Nos ha dejado ver aquí muchos. No para. El primer comodín, disimular: 'había una vez un bar'. Luego trasciende ... ese refugio provisional para irse al meollo.
Estrenada en 2013 en Belgrado y editada en 'La uña rota', 'Los yugoslavos' añoran raíces de su Yugoslavia desmembrada. Entre blablás de bar dibujan mapas, que estarían en 'El cartógrafo' como estabilidad de lo real. Hablan de gafas o de ajedrez, un guiño a obras anteriores. Ponen palabras a lo deseado o perdido como en 'El Golem' donde las palabras son conjuro, o en 'Intensamente azules' del miope que pasea tras el escondite de sus gafas de piscina.
Hoy no insiste Mayorga en los queridos bichos/metáfora de su bestiario, el reptil que inspira 'La tortuga de Darwin', perros de élite contraterrorista en 'Paz perpetua', o el gorila de 'Últimas palabras de Copito de Nieve'. Ni en el récord: 'El elefante ha ocupado la catedral', en la radio, donde el tamaño no importa.
El locuaz camarero Martín conoce a un tipo muy convincente al que le pide curar a su mujer ensimismada. Comodines. Pero Mayorga es un autor de universales, libertad, amor, humanidad. Y los yugoslavos extraviados sin patria, arraigos, nostalgia por ser.
Juan Mayorga dirige su propia obra. Javier Gutiérrez y Luis Bermejo han de lidiar la difícil doblez de una 'envoltura' banal ante elipsis y densidad, lo humano nunca es banal del todo. Se les ve esforzados sin la envoltura (aunque los gestos oficiosos del camarero Gutiérrez sean de escuela hostelera), son sombras.
Complejidad de escenas múltiples, un bar, la casa, y exteriores imaginados delante y detrás, a veces simultáneos, fantasmales, y un autor-director inventor de puntos de encuentro real o alucinado. Es teatro hermético, nuboso, paladeo de un autor habitable.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión