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En un escenario de crisis todos los sentidos se agudizan y las efemérides cobran otra dimensión. Estos días se cumplen 25 años desde que doce ... productoras de artes escénicas de los tres territorios vascos firmaron el acta de constitución de Eskena. «Era un momento de transformación del tejido teatral y había que hacer sector», recuerda Idoia Ayestarán, de la compañía alavesa Panta Rhei, que inició su trayectoria en 1987. «Empezamos con estructuras débiles, creando desde un impulso artístico. Éramos autodidactas».
Hoy son 22 las empresas de la asociación, la mayoría de entre dos y cuatro trabajadores. Llevan meses «en la línea del equilibrio» para mantener su actividad en medio de las restricciones de la pandemia y por eso quieren mirar más allá en su aniversario. «Estamos anclados en el hoy pero hace falta una reflexión, una mirada de largo alcance», asume Ayestarán. 'Mensajes al futuro' es el lema del congreso online que se celebra el miércoles y jueves, con la participación de once expertos que se asoman a los escenarios desde diferentes ámbitos. Cinco de ellos adelantan sus propuestas para salir del foso.
La pieza creada para Dantzaz Konpainia por el coreógrafo israelí Itzik Galili, con música de Henry Purcell, se estrenó en el Guggenheim en 2015.
Patxo Telleria y Mikel Martinez en el montaje de Tartean Teatroa de 2017, una de las cinco piezas de este repaso al imaginario musical vasco en clave de humor.
Cuatro pájaros protagonizan esta fábula sobre el cambio climático estrenada en 2010 por Teatro Paraíso, galardonada con el Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y Juventud.
Andrés Lima | Director de escena
El Centro Dramático Nacional ha representado estos días 'Shock', una de las obras del año, en el teatro Rosalía de Castro de La Coruña, con solo treinta espectadores que al final se pusieron en pie. Al equipo artístico también le dieron ganas de aplaudir «a los que han ido y a los que han hecho posible que fueran», dice el director, Andrés Lima, que reivindica las salas como «espacios seguros». En 2019 ganó el Premio Nacional de Teatro por su «labor de investigación artística» y cree que el futuro «pasa por una actitud más audaz. Refugiarse en el miedo me preocupa, sobre todo dentro de una industria cultural en peligro».
Propone «recuperar la calle como espacio de encuentro mientras los teatros se vean abocados a un aforo limitado, que es un peligro para su economía». En cuanto a los contenidos, «la curiosidad por reflejar el mundo que nos rodea es mayor que hace unos años. El teatro de ficción y el documental han llegado a un mismo nivel de interés, y eso nos da una vida tremenda». La gente «quiere verse reflejada en el teatro» y la pandemia no será una excepción, aunque «eso surgirá de manera más crítica y clara cuando haya pasado un tiempo».
Fátima Anllo | Investigadora cultural
Desde el Observatorio de Creación Independiente, Fátima Anllo, doctora en Sociología y Antropología, palpa «el desánimo, el cansancio y la desilusión» de los profesionales. Pero subraya que el coronavirus y la crisis de 2008 «han acelerado un proceso de desestructuración» que comenzó mucho antes. En la Transición «había prisa por recuperar el tiempo perdido» y el entramado escénico se levantó «con un defecto de origen». La creación independiente, que en el resto de los países occidentales cuenta con mecanismos institucionales, fiscales y laborales para su salvaguarda, en España «quedó desprotegida, obligada a trabajar en régimen de mercado». En el sector privado «no se hacen distingos y de eso se aprovechan las grandes productoras».
Pese a la idea de que viven de las subvenciones, el 80% de la financiación de estos creadores procede de recursos propios, cuando en Estados Unidos, paradigma del libre mercado, no llega al 60%. Le duele ver a «a compañías con catorce años de trayectoria, con premios nacionales y reconocimiento internacional, que primero dejaron de ser sociedades limitadas, luego pasaron a ser autónomas y ahora les dan de alta los días de función». El Observatorio está trabajando en una plataforma donde estos artistas puedan unirse y defender sus derechos.
Fernando Bayón | Dtor. Estudios Ocio
El director del Instituto de Estudios de Ocio de la Universidad de Deusto tiene claro que las artes escénicas «deben poner al público en el centro de su horizonte». Pero su relación no pasa solo por la taquilla, sino «por traer a la palestra los temas que nos afectan a todos, especialmente en momentos críticos. ¿Cómo vamos a perder ahora esa sensación de comunidad?». En su opinión, «hablar del futuro es hablar del vínculo social, la vieja herencia de los griegos que tiene que estar viva».
El público «está reclamando nuevas funciones, quiere ser algo más que el recipiente sentado en una butaca. Puede ser el mejor embajador de las artes escénicas, formarse en talleres, cogestionar parte de la programación, comprometerse de mil maneras». Defiende que el sector «debe recabar las energías del voluntariado más potente que hay, porque está anclado en su pasión» aprovechando «la emoción del reencuentro» tras el cierre de los teatros.
Karmele Jaio | Escritora
Como espectadora, Karmele Jaio no busca fantasía en el teatro, sino ver su propia realidad «de otra manera». Como escritora cultiva la narrativa, aunque uno de sus relatos, 'Ecografías', se convirtió en un exitoso monólogo teatral sin cambiar una coma. Cree que la pandemia «nos ha hecho ver esta sociedad a través de rayos X» y ha dejado al descubierto, además de muchas flaquezas, «las sensaciones que solo nos puede ofrecer el teatro», una experiencia que «refuerza el sentimiento de comunidad. Somos animales sociales y necesitamos esa sensación».
Cree que el teatro debe aprovechar esa empatía para profundizar en los temas que nos atañen. «Pensamos que la ficción nos aleja de la realidad y es justo lo contrario. La emoción es como una aguja en la piel, nos ayuda a entender muchas cosas que de otra manera no comprenderíamos».
Lluís Bonet | Gestión cultural
Lluís Bonet, proferor de la Universidad de Barcelona y experto en gestión cultural, asume que «hay todo un saber, una experiencia y una creatividad que va a desaparecer» en esta crisis. «El reto es cuántos muebles vamos a salvar». Y hay un dilema. «¿Hemos de apoyar a todos con el poco dinero que tenemos o debemos priorizar a los que pensamos que tienen más posibilidades de sobrevivir y son más singulares, porque la escena necesitará esa diversidad?». La respuesta «ha de adaptarse a cada territorio y pasa por un buen diagnóstico».
Cree que es momento de «recortar cosas que van a sobrevivir con un poco menos de dinero, sobre todo las de titularidad pública, y salvar iniciativas más frágiles». El dinero del premio Ciudad de Barcelona, por ejemplo, «se ha destinado a los creadores porque este año no toca». Para que el teatro sea sostenible, una palabra clave en gestión cultural, «debe innovar y dejar huella por su capacidad de emocionar, por la experimentación, por estar muy bien producido... En la sociedad hay una demanda creciente de que hagamos cosas diferentes y eso el teatro lo ha hecho siempre desde los griegos. Lo que pasa es que a veces se duerme en los laureles».
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