Marcial Álvarez y Esther Isla, en una escena de la obra que llega al Arriaga este fin de semana. pedro gato

El Arriaga se adentra en el mundo hostil de 'Los Pazos de Ulloa'

Llega a Bilbao la primera adaptación de la gran novela de Emilia Pardo Bazán, dirigida por Helena Pimenta

Teresa Abajo

Bilbao

Jueves, 2 de diciembre 2021

La mejor novela de Emilia Pardo Bazán, y una de las grandes del siglo XIX, se adaptó a la televisión en 1985 –la serie dirigida ... por Gonzalo Suárez– y ha tardado 36 años más en llegar al teatro. No es fácil trasladar al escenario la naturaleza hostil que tan vívidamente describe la autora en 'Los Pazos de Ulloa'. El centenario de su muerte animó a Eduardo Galán a hacer la versión dramática del texto y para la dirección buscó la mirada de Helena Pimenta, su manera de ver los clásicos.

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Ella cuenta que «tenía un cierto prejuicio», le parecía algo «antiguo», y al releer el libro ha descubierto «a una escritora muy moderna». Pese a su ideología conservadora, se adelantó a su tiempo en muchos frentes y «empezó a poner nombre a situaciones que no habíamos leído en otras novelas». Fue una gran defensora del acceso de la mujer a la educación y también acuñó el término 'mujericidio'.

En 'Los Pazos de Ulloa', la obra que llega al Arriaga esta semana (viernes, sábado y domingo) contrapone el ambiente rural, salvaje y caciquil, a las civilizadas costumbres de Santiago. Pero ambos mundos tienen algo en común: «Las mujeres no viven por su propio destino, sino por el de un hombre». La versión teatral es «un alegato contra la crueldad y la violencia», que no se muestra de forma explícita. «La idea fundamental es escuchar a la autora y reconocer de qué habla. Era importante rescatar su voz y su discurso, porque me parece que se la ha escuchado bastante poco», explica Pimenta.

La historia se cuenta como un flashback a través de los recuerdos de Julián, el cura apocado que se adentra en los dominios del marqués para prestarle servicio. Un hombre «sencillo como la paloma» en un entorno que exige «ser cauto como la serpiente». Pere Ponce da vida a un «antihéroe» cuya mirada es la más cercana al espectador. «A la barbarie le opone su inocencia y hasta su idealismo, pero la autora, a pesar de que era muy religiosa, es implacable cuando habla de la impotencia del discurso de la religión».

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Amargura y «retranca»

El marqués tiene el rostro y la energía de Marcial Álvarez, un actor al que se le dan bien los villanos como ya demostró en el Arriaga con Justino, el explotador de inmigrantes de 'En la orilla'. «Ser malo no es poner cara de malo», dice. «Es atacar la actuación desde sus problemas, sus complejos, sus miedos, sus oscuridades más profundas». En este caso, su personaje «viene de un mundo muy negro, descendiente de señores feudales que tenían comarcas enteras» y es «incapaz de amar». Le atrae una de sus primas y se casa con otra porque le parece más fácil de controlar.

Curtido en el teatro, antes, durante y después de la serie que le hizo famoso, 'El comisario', nunca había ensayado con mascarilla. «Nos ha hecho ser más conscientes de la importancia de vocalizar para que el texto llegue bordado a la última fila». Dos de sus compañeros hacen un doble papel. Francesc Galcerán interpreta al astuto capataz Primitivo y al señor burgués De la Lage y Diana Palazón a Sabel, criada y amante, y a Rita, prima del marqués. Completan el reparto Esther Isla como Nucha, la dulce esposa arrojada a un mundo de fieras, y David Huertas en el papel del médico.

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Perucho, el hijo del marqués y Sabel, no sale a escena aunque tiene importancia en la trama. «Trabajar con un niño en teatro es muy complicado», dice Pimenta. «Y nos pareció interesante que fuera un elemento metafórico, una luz. Su ausencia atraviesa la acción y hace imaginar toda la violencia que puede haber sobre él». En cine o televisión no sería posible, «pero el teatro es otro lenguaje».

La madera domina la escenografía «como elemento primitivo y evocador» y el vestuario de época «se desliza un poco hacia la estética del Far West, la idea de la violencia en un espacio por descubrir». Hay muchos elementos en la novela y cuando estrenaron la obra en La Coruña el pasado mes de septiembre, el día que se cumplían 170 años del nacimiento de doña Emilia, se dieron cuenta de que habían trasladado a la función la «ironía y retranca» de la autora. «Es una obra que duele por triste y amarga, pero el público se ríe en algunos momentos».

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