Recuperan 'La Capilla Gitana' de La Modelo
Pintada en los 50 en una celda en la galería de los condenados a muerte, fue tapada con pintura en 1998
Carlos Sala
Domingo, 3 de agosto 2025, 07:55
En 1948, sin juicio ni condena, Helios Gómez entraba en la prisión de La Modelo en Barcelona. El artista, periodista, poeta y activista gitano, acusado ... de asociación ilegal, entró sin perder su espíritu reivindicativo y pronto se hizo con el respeto y confianza del resto de presos. Tanto es así que, en 1950, el sacerdote de la cárcel, Bienvenido Lahoz, le propuso pintar los muros de una pequeña celda que haría la función de capilla. Gómez no lo dudó. Colocada en la misma galería donde se situaban los condenados a muerte, la pintura no tardó en coger un carácter mítico. Nacía así 'La Capilla Gitana', símbolo de resistencia y libertad.
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En 1998, por orden del director de la prisión y de la consejera de Cultura de aquella época, se consideró que las pinturas no tenían valor y se taparon con pintura blanca «por cuestiones de higiene». Al conocerse la decisión, las asociaciones gitanas, intelectuales e historiadores del arte pusieron el grito en el cielo. Y no ha sido hasta ahora que ha sido posible empezar a recuperarlas. El jueves pasado se presentó en sociedad el inicio de unos trabajos que se prolongarán hasta 2027. Todo para rescatar un patrimonio artístico de valor incalculable, donde Helios Gómez pintó a la virgen de la Merced, patrona de Barcelona y de los presos, rodeada de ángeles con los rostros de los hombres encerrados con él en la hacinada prisión.
Desde que en 2017 la cárcel dejara de serlo en activo, la obsesión de Gabriel Gómez, único hijo del artista, de los colectivos gitanos y de los historiadores del arte fue recuperar esta memoria viva de la persecución de un pueblo. «Yo tenía 5 años cuando la pintó. El día de la Mercè nos dejaban pasar un día con mi padre en el patio y allí me hablaba de la pintura. Pasábamos hambre en casa y era una fiesta pasar el día con él y comer el plato de garbanzos que nos daban. Volver a ver las pinturas te llena de una emoción indescriptible», comenta Gabriel Gómez, que tuvo que sentarse, mareado por la intensidad del reencuentro con la obra de su padre.
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