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Montserrat Caballé.

Recuerdos de mi amiga Montserrat

Exdirector artístico del Teatro Arriaga ·

emilio sagi

Sábado, 6 de octubre 2018, 23:15

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En estos momentos se agolpan los sentimientos. Yo quería mucho a Montserrat Caballé. Nos unía una gran amistad. Tuvimos varias ocasiones de trabajar juntos y, todavía más, fue vital al principio de mi carrera. De hecho, debuté en el Liceo de Barcelona gracias a ella. Fue hace 31 años, con el 'Mefistofele' de Boito, que habíamos montado previamente en el Teatro de la Zarzuela de Madrid.

Aquella ópera fue mi primer trabajo con Montserrat. Nunca olvidaré que al cantar 'Spunta l'aurora pallida' se le hizo un nudo en la garganta. Fue un momento muy difícil. Se bordeó el desastre pero logró salir del paso. No sé lo que pensaría el público del coliseo de La Rambla pero yo sé lo que sucedió. Algo que ella no pudo controlar. El dolor se impuso. Esa ópera le traía muchos recuerdos... Cuando murió su madre, Montserrat estaba cantando esa misma obra y no pudo estar a su lado. Son heridas que no se cierran. Los artistas de su nivel y proyección internacional están siempre lejos de sus seres queridos. Y pase lo que pase, deben salir a escena y cantar. Cantar, disimular y bloquear las emociones personales. Es duro.

Pero Montserrat no lo podía evitar. Amaba su trabajo. Ha cantado hasta que la salud se lo ha permitido. Hace tres años, en un concierto, los aficionados la despidieron con mucho cariño. Yo la abracé cuando se marchaba al camerino, del brazo de su hija. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Recuerdo que llevaba un ramo de flores espléndido, que le acababan de dar en el escenario, muy apretado contra el pecho. Nunca olvidaré esa escena.

Nos quedan sus discos, los vídeos y su ejemplo. Era una profesional que admirábamos todos. Como sucede con todos los grandes, la reconocías con los ojos cerrados. Inconfundible. Personalísima. Un día como hoy hay que buscar en YouTube su interpretación de 'Io son l'umile ancella', del primer acto de 'Adriana Lecouvreur'. No parece de este mundo. Esos pianissimi que solo podía mantener ella hasta el infinito... Era una mujer que nunca se sentía satisfecha. Siempre iba más y más lejos. Yo sé que nunca dejó de luchar. Por la ópera y por la vida. Para ella, no había diferencia. Eran la misma pasión.

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