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Es probable que su nombre no le suene de nada, pero gracias a él más de 600 millones de personas vieron por televisión, el 21 ... de julio de 1969, cómo Neil Amstrong bajaba por la escalerilla del 'Águila' y pisaba la Luna. «El programa (Apolo) fue realmente una batalla de la Guerra Fría, y Julian Scheer fue uno de sus generales», dijo Frank Borman, comandante del 'Apolo 8', la primera misión que circunnavegó la Luna, en septiembre de 2001, con motivo de la muerte de nuestro protagonista.
Nacido en Richmond (Virginia) en 1926, Julian Scheer fue jefe de relaciones públicas de la NASA entre 1963 y 1971, y está considerado el gran publicista de la conquista de la Luna. «Comprendía las necesidades de los medios y también las de las tripulaciones de la NASA. Fue en muchos casos capaz de compatibilizar ambas», según Armstrong. Eso a veces le supuso encararse con los astronautas y los técnicos de la agencia espacial, como cuando se empeñó en transmitir en directo el primer paso en la Luna.
Cuatro meses antes del despegue del 'Apolo 11', los ingenieros de la NASA descartaban que el módulo lunar llevara una cámara de televisión exterior para captar el descenso de Armstrong y Aldrin al satélite. «Decían que pesaba demasiado: 3 kilos, creo que era. Y el peso era un asunto crítico, sin duda. Pero insistí: 'Vais a tener que quitar algo más. Esta cámara va a ir en la nave'. Ellos dijeron: 'No, no, no lo entiendes. Interferirá con las certificaciones de vuelo'. Y añadieron: 'Nuestro trabajo es llevar a los astronautas a la Luna, traerlos de vuelta sanos y salvos y traer muestras, no salir en televisión'. Hasta recibí una nota de Deke Slayton [el astronauta jefe] que decía: 'Somos pilotos, no actores'», recordaba Scheer años después, según recoge Billy Watkins en su libro 'Apollo Moon missions. The unsung heroes' (Las misiones lunares de los Apolo. Los héroes olvidados, 2006).
El peso es un asunto crucial en toda misión espacial. Siempre ha costado mucho poner cualquier cosa en órbita terrestre. Hoy en día, entre 10.000 y 20.000 dólares el kilo. Por eso hay que elegir con cuidado lo que se lleva al espacio. Pero Scheer no estaba dispuesto a ceder. «No iban a aterrizar en la Luna sin la cámara a bordo. Yo me iba a asegurar de eso». Se salió con la suya, y el 'Águila' despegó con la cámara de televisión que ven aquí arriba. No fue su única aportación a una misión histórica.
Fue también el responsable de que el módulo de mando del 'Apolo 11' se llamara 'Columbia' -nombre de la personificación femenina de Estados Unidos- y de que en la placa que quedó en una pata del 'Águila' en el mar de la Tranquilidad no se mencione a Dios, como quería Richard Nixon. «Aquí, unos hombres procedentes del planeta Tierra pisaron por primera vez la Luna en julio de 1969. Vinimos en paz, en nombre de toda la Humanidad», dice la inscripción, con la firma de los tres astronautas y el entonces presidente.
Después de servir en la Marina Mercante de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, Scheer se licenció en Periodismo en la Universidad de Carolina del Norte. Trabajaba como periodista deportivo en 'The Charlotte News' cuando en 1956 viajó a cabo Cañaveral. Allí solo había entonces una base militar en la que la Fuerza Aérea experimentaba con cohetes. Su primer contacto con el espacio le dejó fascinado. Cuando el 1 de octubre de 1958 nació la NASA, se enfrentó a un dilema. «Sabía que las dos grandes historias del siglo iban a ser los derechos civiles y el programa espacial. Estaba escribiendo muchas colaboraciones sobre los derechos civiles para 'The New York Times', 'Newsweek' y 'Newsday'. Y sabía que mi periódico no iba a pagarme los viajes de cabo Cañaveral porque nadie creía que del programa espacial fuera a salir algo».
Viajó varias veces a Florida por su cuenta y en 1959 publicó el libro 'First into outer space' (Los primeros en el espacio exterior) con el ingeniero aeroespacial Theodore Gordon. Fue un éxito de ventas. Al final su periódico le mandó a cabo Cañaveral a cubrir el programa Mercury a tiempo para informar el 5 de mayo de 1961 del vuelo suborbital de 15 minutos de Alan Shepard, el primer estadounidense en volar al espacio, veintitrés días después de Yuri Gagarin.
El entusiasmo le duró poco. En cabo Cañaveral se topó con que el acceso de los periodistas a los astronautas era muy limitado. La NASA primaba a las televisiones frente a los medios escritos y, encima, los siete del programa Mercury -Scott Carpenter, Gordon Cooper, John Glenn, Gus Grissom, Walter Schirra, Alan Shepard y Deke Slayton- tenían un contrato con la revista 'Life' por el que cada uno recibía 25.000 dólares anuales y un seguro de vida de 100.000 dólares a cambio de la exclusiva de su vida personal.
Decepcionado, Scheer abandonó 'The Charlotte News' en julio de 1962 para escribir una novela sobre los derechos civiles. Sin embargo, no había acabado el primer capítulo cuando James Webb, entonces administrador de la NASA, le pidió que redactara un plan de comunicación para la agencia. Lo hizo y, cuando lo leyó, Webb le ofreció dirigir las relaciones públicas del programa de vuelos tripulados, dependiendo directamente de él. Aceptó y en mayo de 1963 tomó las riendas de la comunicación de la NASA.
Scheer abrió el programa espacial tanto que, cuando en abril de 1970 la tripulación del 'Apolo 13' se enfrentó a una posible muerte por asfixia, la opinión pública asistió al drama en directo. «En contraste con las reacciones de la NASA ante el accidente del [programa] Mercury de Scott Carpenter y el incendio del 'Apolo 1', la agencia informó rápida y francamente al mundo del problema y durante los siguientes cuatro días mantuvo a los medios al corriente de cómo ingenieros y controladores de vuelo ideaban un plan para devolver a los astronautas a la Tierra», destaca Harlen Makemson, profesor de periodismo de la Universidad de Elon, en su libro 'Media, NASA, and America's quest for the Moon' (Los medios, la NASA y la conquista estadounidense de la Luna).
Desde que entró en la NASA, se obsesionó con la transparencia, con que «un programa abierto» debía marcar la diferencia entre soviéticos y estadounidenses en la carrera espacial. Es lo que argumentó cuando los técnicos se negaban a instalar la cámara de televisión en el 'Águila'. «No somos los soviéticos. Hagamos las cosas al modo estadounidense». Scheer y Webb estaban convencidos de que sus rivales llevarían su programa espacial --militar y no civil, como el estadounidense- en secreto y, si pisaban antes la Luna, se limitarían a emitir una nota de prensa y una semana después hacer pública una foto. «Y esa era la diferencia. No hubieras tenido a miles de personas en el lugar del despegue. No hubieras tenido a millones de personas alrededor de todo el mundo viendo el lanzamiento, escuchando a los astronautas y viendo lo que hacían después del aterrizaje [en la Luna]».
Cuando el 24 de julio de 1969 el portaviones 'USS Hornet' recogió en el Pacífico a los tripulantes del 'Apolo 11' tras el amerizaje, Scheer fue uno de los altos responsables de la NASA que lo celebraron en el centro de control de Houston fumándose un puro; y cuando 13 de agosto la multitud se echó a las calles en Nueva York para homenajear a Armstrong, Collins y Aldrin, iba en el mismo coche que ellos, a los que después acompañó en su gira triunfal por veinticinco países.
20.000 dólares puede costar hoy en día poner un kilo de carga en órbita terrestre.
Frank Borman ('Apolo 8') «El programa (Apolo) fue realmente una batalla de la Guerra Fría, y Julian Scheer fue uno de sus generales»
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