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Sin palabras

Miércoles, 8 de septiembre 2021, 10:25

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El gran secreto de su éxito residía en ser capaz de congelar una escena cotidiana en cuatro viñetas. Lo convirtió en un ejercicio diario, una filosofía que permanece visible en la retina de tres generaciones de lectores. Recuerdo a mi hijo tomando el biberón mientras le leía las desventuras de Don Celes. Aunque ni el bebé ni el personaje hablaran, Luis tenía la virtud de convertirnos en juglares de las odiseas de su bigotudo protagonista para conseguir provocar la risa, contándole que un día se iba a cazar un pato usando un reclamo –sonido de reclamo de pato azulón– y, tras aparecer un patito, posteriormente llegaba la mamá pata picándole por abusón. Hoy en día, a punto de llegar a los treinta, aquel nene comienza el periódico por el final.

Su personaje es un icono en todos los sentidos, porque el buen humor no envejece. Desde el punto de vista del diseño y con la llegada de su chaqueta roja, si viajas en un avión y giras la cabeza puedes identificar al momento a quienes comparten la lectura de EL CORREO. Es la otra mancheta del periódico. Con su trabajo nos ha dado tanto, que su ausencia nos deja sin palabras.

Conocí a Luis del Olmo en los ochenta, siempre inquieto y con cara de póquer, hasta que esbozaba su media sonrisa o te soltaba una indirecta de las que te peinan a raya. Cuando charlábamos por la radio, no sabías si te estaba riñendo o dando una clase magistral. Era un capitán ordenando a sus tropas que defendieran la capital a toda costa, un catedrático en tradiciones bilbaínas, un cascarrabias genial y muy ocurrente valedor de su botxo, con el que usaba todos sus recursos para escribir sus célebres columnas. Cuando hablaba en serio de Bilbao, las moscas del estudio aguantaban la respiración. Era de los que dicen no, pero te acompañan; para todos tenía una sorpresa en la manga. Si le concedían un premio o le invitaban a un evento benéfico, Olmo sacaba de su chistera un Don Celes en Din A4 ejecutado con maestría para la ocasión.

Todos tenemos en mente alguna de sus tiras. El perro no era su mejor amigo, pero le daba mil y un recursos humorísticos. Doña Petronila le ponía firme; pescando era un patoso; sus cacos, un desastre; y con los niños salía siempre trasquilado. Me voy a quedar con una de mi colección de luxe: en ella aparece un Don Celes cazador, con su salacot soberbio, armado con escopeta. Su objetivo en este safari es encontrar una buena pieza, y en ese momento de máxima atención aparece un león con camiseta y bandera rojiblanca que le deja pasmado. Era la del 5 de marzo de 2009 y su Athletic se jugaba el pase a la final de Copa contra el Sevilla, cantinela incluida. Ese mismo día, Olmo vistió de forofo a su querido personaje, con la bufanda de las finales, situándolo frente al Ayuntamiento en uno de sus dibujos mas celebrados: «Recordando el alirón», un magnifico recuerdo que cuelga en muchos hogares y txokos.

Con la marcha de Luis del Olmo perdemos un disco duro valiosísimo, del que hemos podido descargar muchos megas de satisfacción en las paginas de EL CORREO. Hoy Don Celes no tiene consuelo, llora lágrimas de tinta china.

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