«Ver a Carreras y Stratas en 'La Bohème' me cambió la vida a los diez años»

Hace tiempo que se encuentra en el 'top 5' del ranking sopranil. Se la rifan lo mismo en Nueva York que en Milán y París. «Huyo de la rutina. Es algo que mata la ópera. Hay que dejarse la piel. El canto es un camino, no la meta. Nuestro objetivo tiene que ser conmover, sacudir a la gente». De madre portuguesa y padre italo-portoriqueño, tiene una voz lírica de timbre oscuro, típicamente mediterránea, que seduce a las primeras de cambio. Belcantista de raza, tiene un dominio técnico pasmoso, pero le trae sin cuidado la perfección. Nadine Sierra es más ambiciosa: «Yo quiero que el teatro se venga abajo».

- ¿Se encuentra cómoda en esta producción de 'Roméo et Juliette' que se estrena el sábado?

- Mucho. Todos creemos en lo que estamos haciendo y eso, por supuesto, se notará en escena. Es un montaje inteligente.

- ¿Es de las que discute si algo no le convence?

- Claro que sí. La ópera me ha salvado la vida, me ha dado energía y claridad. ¡Forma parte de mi identidad! Nunca he sido una profesional pasiva, que se deja llevar sin más ni más. Cuando veo que se traiciona el espíritu de la obra, lo digo y se buscan alternativas.

- ¿Qué entiende usted por traicionar la obra?

- Me echan para atrás los montajes que te obligan a meterte en la mente del director de escena. ¿Qué necesidad hay? No le veo ningún sentido. Las obsesiones y ocurrencias de los directores de escena no son lo fundamental, sino la partitura y el drama que se recrea con la música. Eso se puede hacer de mil maneras, sin necesidad de irse por las ramas.

- ¿Cree que se intelectualiza demasiado?

- Exacto. La ópera gira en torno a emociones básicas y comunes a todo el mundo. Me parece absurdo reducirla a conceptos teóricos. No me parece la mejor manera de acercar la ópera a las nuevas generaciones. El mensaje tiene que ser más directo y visceral.

- ¿Cómo iniciaría usted a los jóvenes?

- Le respondo desde la experiencia propia. A los 10 años, a mí me cambió la vida el vídeo de 'La Bohème', con José Carreras y Teresa Stratas. Tiene lo que yo valoro en una ópera. Desde los protagonistas a los secundarios, todos se vuelcan en el escenario. Se grabó en vivo, con sus pequeñas imperfecciones y cantantes de lujo. Hay verdad y emoción. Es una grabación de 1982, con dirección escénica de Franco Zeffirelli. ¡Bellísima!

- Usted tiene 35 años y Javier Camarena ha cumplido 47. ¿Es fácil interpretar a una pareja de adolescentes?

- El otro día la directora de escena, Giorgia Guerra, nos propuso un ejercicio muy interesante: charlar sobre todo aquello que podía servirnos de inspiración. Recordar el primer beso, la primera cita, las primeras relaciones sexuales... ¡Imagínese!

- Ya.

- Yo en Estados Unidos; él en México... Nuestras experiencias fueron muy distintas. En mi caso era tímida, mientras que Javier tenía cinco novias a los 14 años.

- ¿Qué?

- Todo un donjuán, ya ve. Tuvimos una conversación provechosa que nos ayudó a nivel escénico. En 'Roméo et Juliette' hay que recrear la inocencia del primer amor, algo que no solo debe expresarse con la voz, sino también con el lenguaje corporal. Hay una evolución musical y dramática.

- ¿Tiene algún momento favorito?

- En el cuarto acto, cuando Romeo se despide y ella siente que algo terrible va a suceder. Sabe que reza en vano. Ya nada será lo mismo. El mundo ya no es puro ni bello, pero hay que seguir. Julieta madura y la música lo refleja maravillosamente. Todos hemos vivido momentos de ese tipo. A veces para bien, cuando te sirve para movilizar la fuerza que llevas dentro. La intuición de lo terrible, sea lo que sea, es algo muy femenino.

- ¿Cómo lleva el estrés de ser una estrella internacional?

- Mi trabajo no es un asunto de vida o muerte, aunque a veces te pueda la vorágine... En Londres, el mes pasado, sufrí de contracturas en el cuello, la cabeza y la espalda. Tuve que tomar relajantes musculares. Ahora estoy mucho mejor.

- ¿Tiene inquietudes aparte de la carrera?

- Muchas. Pienso en los hijos, de momento no me planteo tenerlos pero es algo que me ronda la cabeza. ¿Me casaré? ¿Seré madre? Me lo pregunto cada día.

- ¿Le beneficia esa obsesión?

- Ni me beneficia, ni me perjudica. Me parece bien. Quiero ser consciente, no vivir en una burbuja. No olvido que como mujer la vida me plantea varias posibilidades. Puedo y debo elegir. El tiempo dirá.

- Usted cantó por primera vez Julieta hace cuatro años, en la Ópera de San Francisco, y cosechó un gran éxito de crítica y público. ¿Ha cambiado su manera de abordar el papel?

- Me siento más segura vocalmente y, desde el punto de vista dramático, no me cuesta tanto mostrarme vulnerable. Estoy muy motivada.