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Cantando la segunda, 'Las 4 y 10' de Aute. ÓSCAR CUBILLO
Veinte años en tres horas con Ismael Serrano

Veinte años en tres horas con Ismael Serrano

El cantautor madrileño poéticamente progre repasó sus veinte años de carrera y cantó 26 canciones con sonido imperfecto en un Euskalduna casi lleno por 1800 personas de todas las edades

óscar cubillo

Domingo, 13 de mayo 2018, 15:50

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Ismael Serrano Morón, (Madrid; 9 de marzo de 1974) editó en 1997 su primer disco, 'Atrapados en azul', contenedor de su gran éxito 'Papá, cuéntame otra vez'. Para celebrarlo editó en octubre el doble CD + DVD '20 años – Hoy es siempre', que anda presentando en tour mundial. El sábado llegó a Bilbao en una gira arrancada el 3 de marzo en Logroño y que le paseará por España y Suramérica. Según nos reveló la taquillera, había 1800 personas en el Palacio Euskalduna, de ambos sexos (quizá el 55 % femenino), y amplio rango de edad, como observó Natalia, que a la segunda canción ya sentenció: «retumba el sonido y no se le entienden las letras». Ya, a pesar de tocar a poco volumen, el sonido de la banda, un quinteto, hacía eco y la voz de Serrano apenas se entendía por el siseo de la sala y la propia vocalización a lo Dani Martín del cantautor.

El sonido mejoró un poco en la segunda mitad de un concierto muy largo, donde quien menos estuvo sentado en su butaca durante tres horas: el concierto comenzó con once minutos de retraso y hubo actuación durante 26 canciones y 167 minutos. ¡Dos horas y 47 minutos!, cuando el Euskalduna anunciaba que duraría dos horas y a nosotros nos avisaron que serían dos horas y media. La propensión a la dilatación, al cantar demasiado tiempo, es el principal hándicap de Ismael Serrano, sobre todo teniendo en cuenta que su registro vocal levemente ronco se basa en el vibrato y a la larga abusa de él. Pero esto no fue óbice para el disfrute de su legión de fans, que parecían saberse las letras mejor que él, que las leía de un teleprompter colocado en el suelo a su derecha.

Escenario astral

Ismael Serrano montó un escenario astral con dos niveles: en la planta superior, en el techo y bajo una luna, sus cinco músicos (batería, percusión, teclas, bajo y guitarra que elaboraron un sonido moderno y suave, a base de alt co, dream pop, post rock e indie pop, así como suena) y abajo el cantautor, evolucionando en una especie de salón doméstico con trastos diversos y una rosa parlante y redicha con la que dialogaba, mediante la cual se autoentrevistaba y la que le daba pie a autocaricaturarse: la flor le llamó cursi, pedante, solemne, triste…

Pero no resultó una cita insatisfactoria, ¿eh? Sólo que se oyó mal a ojo en dos tercios de ella y pecó de larga. Y es que muy en su papel estuvo el vate madrileño: cercano y amable para con el respetable (familiares y amigos, nos llamó, y es que viéndole en el Euskalduna también estaba su hermano Antonio, como informó), incidiendo en el vibrato dolido tan sentimental y afectado, siendo perjudicado por la acústica imperfecta que desdibujaba por ejemplo los textos, y alargándose en demasía, a pesar de que dio dos bises porque se los pidieron.

Aute y Sabina

Además intercaló varias versiones idiosincrásicas: aparente y compungida 'Las 4 y 10' de Aute, 'Ojalá' de Silvio Rodríguez («si se la saben, la cantan conmigo», animó el madrileño, al empezar la reconoció Natalia, al acabar la rosa parlante la calificó de «hermosa canción», y concluyó Serrano: «de las que uno odia con todas sus fuerzas a su autor» por no haberla escrito él), una 'Insurrección' de El Último De La Fila que no le quedó muy bien por floja (antes de ella retó: «si eres de mi generación y no tienes adherida esta canción, entonces no tienes corazón»; ejem…), 'Todo cambia' de Mercedes Sosa (la 13º, la primera que se oyó bien y que por eso voló alto) o 'Y sin embargo' de Sabina y susurrante.

Además hubo un par de trucos de magia, desarrollo teatral casi monologuista de Serrano, gran influencia serratiana (la inaugural e impostada 'Ven', después 'Ya ves', por el epílogo 'Vértigo' con su frase recurrente «estás tan bonita…»), concomitancias con sus cantautores coetáneos (Pedro Guerra quizá en 'Sucede que a veces', muy ovacionada por la gente contenta; Jorge Drexler a lo mejor en 'Si se callase el ruido', con el verso «sigues pareciendo la niña más triste de la ciudad», y también en la latina 'La llamada') y con sus maestros (Aute en los tarareos de 'Pequeña criatura' y en un 'Te vas' donde leyó la letra descaradamente, Sabina en la postrera 'Ahora que te encuentro'), y, claro, su gran éxito iniciático, 'Papa cuéntame otra vez', cuando recordó que es estamos en pleno 50º aniversario de mayo del 68, cuando reconoció que ahora la canta con otra perspectiva, cuando afirmó que esta nueva generación sí tiene un relato y reclama su protagonismo (je, je…), donde mucho público jaleó cuando se vio en la pantallita la figura del Che (había un espectador con la camiseta de 'El miedo puede cambiar de bando': ¿de cuál?), donde la música tuvo la capacidad de evocación orquestal de John Williams, donde parte de la letra también la leyó Ismael, y donde al final hubo unos coros muy lololós y una gran ovación donde la gente pareció aplaudirse a sí misma.

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