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Una de las mayores inspiraciones de los músicos jóvenes actuales es el miedo. No nos referimos a los intérpretes de reguetón, que tienden a la ... presunción personal y al exhibicionismo del éxito, aunque sea falsario, sino a los intérpretes de música orgánica, o sea de música sin más, la de verdad. Por ejemplo muchas cantautoras veinteañeras contemporáneas cantan sobre inseguridades, miedos… Temores más relacionados con la estabilidad mental o personal de cada cual que sobre la creciente inseguridad en las calles, claro. Bastantes de estas chicas famosas a las que les ha rozado la varita del éxito entran en depresiones, paradójicamente. Por ejemplo Aitana, que llena pabellones y es su propia empresaria, o Izaro, quien fue invitada especial del concierto de este sábado noche de la canaria Valeria Castro (Los Llanos de Aridane, Santa Cruz de Tenerife, 1999) en un Euskalduna ocupado por 1.700 almas de mayoría femenina.
Valeria actuó en sexteto, escoltada por una banda de lujo: su productor Carles Campi Campón a las percusiones y más, el getxotarra Borja Barrueta a la batería y la steel, el clarinetista Joaquín Sánchez, más dos chicas «maravillosas» con las que «es un placer y un honor» tocar, como dijo Valeria, que además nos animó a seguir sus carreras en solitario: la multi-instrumentista María de la Flor y la pianista Meritxell Neddermann. Y la lideresa cantó 21 temas en 93 minutos en general buenos pero que no llegaron más allá por las facultades limitadas de su voz, con vocalización nada clara, abuso del vibrato y tono siempre similar y nada versátil. A menudo no se le entendía lo que cantaba, y este sábado no se debía a la acústica del recinto, sino a ella misma, que entre susurros y demás introspecciones emborronaba las letras, los mensajes.
En mayo de 2024 vimos a Valeria en la Sala BBK, presentando en quinteto su debut, 'Con cariño y con cuidado' (23), y estuvo muy bien. Esta vez regresó en sexteto para presentar su reválida 'El cuerpo después de todo' (25), y nos sorprendió y atrapó menos. Este sábado eligió una indumentaria similar («lleva un vestido vaporoso de gasa blanca transparente con un forro en tono gris claro que da un toque onírico al look, y unas botas color plata con tacón», describió la profesional Ania López), y también nos habló de que había sido una semana muy dura, entre otras razones por el apagón del lunes, día de su 26.º cumpleaños, apagón que la hizo enfrascarse en sus pensamientos, que no debe ser bueno, y le impidió contactar con su madre, su abuela y su hermana gemela.
Repasemos el repertorio. Estupendamente respaldada por esos cinco músicos vestidos en gris y negro, Valeria Castro resonó a Rozalén ('La soledad', luego 'Honestamente', en donde bailó con demasiada alegría por el escenario), abundó en la vulnerabilidad ('Tiene que ser más fácil', con letra a lo Silvia Pérez Cruz y música a lo Salvador Sobral, quienes por cierto compartirán velada el 20 de mayo en el Arriaga), sonó costumbrista por el clarinete ('La corriente'), y aseguró que la canción que más dolor le causa cantar (y que le produjo al componerla) es la que titula su segundo álbum ('El cuerpo después de todo', con música crepuscular).
Siguió con aires Nick Cave ('Costura'), pidió coritos lalalá a la parroquia del Euskalduna (un par de veces), asumió la fragilidad de una Jeanette indie ('Cuídate', la de «a lo mejor me muero») y el ternurismo de Ismael Serrano ('Poquito'), lloró en público al de 50 minutos de concierto (al acabar la recogida canción 'Guerrera', inspirada por su madre y su abuela), a continuación destacó que «una emoción que recorre el nuevo disco es el miedo a muchísimas cosas» (y cantó a solas 'El tiempo que no estás'), usó la palabra 'unanimidad' en otra canción con vibrato ('Distinto'), valoró a sus amigas e invitó a la donostiarra Izaro en la afrancesada, simpática y bien arreglada y actuada 'Amiguita como tú', probó la autoayuda lírica ('Parecido a quererte'), se asemejó a la Violeta Parra más folklórica ('Abril y mayo' y en otras ocasiones por el epílogo de la cita), y en el bis triple no olvidó 'La raíz' (coreada por el público en pie) y se despidió con 'Sobra decirte', una letra triste a lo Paula Mattheus en la que bajó entre el público para cantarla sin dejar de dar saltos, de un modo otra vez demasiado alegre.
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