El Bafle

El tronchante tributo a Elvis Presley de John Mancis en Santander

Acompañado por la Joven Orquesta Sinfónica de Valladolid, el imitador leonés conmemoró el 90 cumpleaños del Rey del Rock compaginando humor chocarrero con un poderío vocal melodramático émulo del mejor Elvis setentero

Lunes, 30 de diciembre 2024, 00:50

Ené qué risas echamos el domingo por la tarde en Santander, en su Palacio de Festivales, ocupado sólo en un cuarto de aforo (1.600 butacas), en el sobre el escenario populoso concierto homenaje a Elvis Presley con motivo de su 90º cumpleaños, que se cumpliría el miércoles 8 de enero. El detonante de las carcajadas fue el cantante, el leonés John Mencis, un impersonator que ha llegado a actuar en Las Vegas. Las bromas que gastaba Elvis en sus directos no nos hacían gracia, y rompían su aura de ídolo, pero a este buen hombre se las aceptamos todas de buen grado. Contó dos chistes (para llorar de risa el primero, el de la voz de pito, y el segundo muy malo pero con el Mencis alegando al final «no lo pienso explicar, ¿eh?»), se calificó a sí mismo de friki, aseguró que por el traje que llevaba había varios músicos que se habían querido ir, recordó que hacía muchos años estuvo en Santander en el Pub Domenico («con un tributo... a Karina», y la gente partiéndose el eje), preguntó cuántos fans de Elvis había en la sala y únicamente se alzaron un tercio de brazos («¿sólo?, ¿a qué habéis venido los otros?, ¡el tributo a Camilo Sesto fue ayer!», y cantó «siempre me traiciona la razón y me domina el corazón...»)... Y así casi todo el rato, pero el caso es que pensamos que si este John Mencis actuara solo de monologuista, ¡incluso pagaríamos la entrada!

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También preguntó «¿quien quiere que cante 'In the ghetto'?, siempre hay alguien que me la pide», y copió la versión en inglés macarrónico del Príncipe Gitano. Y desde su salida a escena se pudo ver que el tupé aflequillado que llevaba era más que un peluquín un casquete («¿qué tal tengo el pelazo?, ¿se me ha descolocado?», inquirió a los suyos). Y bajó dos veces al patio de butacas a repartir pañuelos de colores como hacía Elvis, primero cantando 'Love me tender', cuando se le acercaban las niñas para conseguir el souvenir (a los hombres no les daba ninguno), y la segunda vez con 'My way' de Sinatra, cuando subió a las alturas de la grada del Palacio de Festivales y al descender comentó que andaba tanto en los conciertos que se lo convalidaban en el Camino de Santiago. Ah, y tenía un ayudante, el tal Charly («es que se llama Carlos, él es mi Charlie Hodge, el que me ayuda con el atrezo») que le pasaba el vaso de Pepsi y la toalla para secarse, y le suministraba los pañuelos. Y Mencis confesó que en un pueblo de Valladolid, cuando se agachó para el número de 'Suspicius minds', se le rompió el pantalón por detrás. Ah, y también aseguró que en su familia el cuñao típico es él, el que dice ese martillo no es para eso.

Pero no todo fue humor typical spanish, pues debajo de los chistes se percibió mucha chicha, no sólo porque hubiera 80 actuantes en escena, entre ellos 70 de la Joven Orquesta Sinfónica de Valladolid y dos coristas implicadas en el repertorio y aplicadas al gospel que parecieron más del doble. Y qué voz la de John Mancis, cómo apabullaba en el Elvis setentero, por ejemplo en ese arranque operístico de 'Hurt'. El principio del show, de 25 temas (dos instrumentales: 'Así habló Zaratustra' para empezar -qué emoción general al oírla-, y para acabar a modo de coda un repetido 'CC Rider') en 108 minutos contados desde que entró el director, Ernesto Monsalve, hasta que abandonó la escena, chirrío un tanto, fue un barullito más por la ecualización que por la ejecución de coros, sinfónica y el grupo base, vestido de blanco, y así el jaleo descompensó sus revisiones de 'CC Rider' y 'I got a woman', pero en la sexta se aclaró la acústica y a partir de ahí todo cursó hacia arriba, también los arreglos orquestales y la pegada de la sinfónica.

Cuando Mencis se ponía en harina, la cita adquiría una sensibilidad y un poderío que llegaban más allá de cualquier grupo tributo. Cuando llegó el turno del 'American Trilogy', otro momento apabullante, se pudo entender por qué a Elvis le gustaban esas canciones (el leonés preguntó «¿hay algún americano?, de America del Norte», y no había ninguno, y explicó que «Elvis era muy patriota, como pienso que deberíamos ser todos»). Y lo dicho, desde la sexta hubo alardez de aparatosidad presleyana cada vez más creciente, desde 'The wonder of you' («dedicada a todas las mujeres, sobre todo a la mía», dijo), el citado 'Hurt', el rock and roll de Chuck Berry 'Johnny B Goode' («ahora una baladita», lo presentó), un 'Sweet Caroline' donde la orquesta se singularizó (y el público entró en la interpretación ondeando las manos y dando dos palmas), un 'Kentucky rain' con la orquesta cobrando más sentido, o un 'Just pretend' que enceró la melodía, hasta un último tercio literalmente apoteósico, con la marcial 'What now my love' (y ese final con la orquesta empujando que levantó una larga ovación), las citadas 'Suspicius minds' y 'American trilogy', el setentero total 'Can't help fallin´ in love', y a modo de bis, cuando reapareció con el segundo traje, un 'If I can dream' para certificar que la velada iba en serio.

La experiencia se repetirá el sábado 4 de enero en Valladolid. No se lo pierdan si están cerca. Y Mister Mancis, por favor, venga por Bilbao, que por aquí están funcionando bien los tributos: a Dire Straits, a Queen, a Julio Iglesias...

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