Tres modelos de Luz
Luz Casal vistió tres atavíos que concordaron con las tres partes de su concierto sabatino en el Euskalduna, un show que desde la fría electricidad creció hasta la emotividad solemne y sin enchufe
Tres modelos de ropa vistió Luz Casal el sábado en el Palacio Euskalduna, donde presentó su disco 'Que corra el aire' en un concierto frío pero creciente ante poco más de media entrada (1.400 butacas ocupadas de 2.200, nos informó un acomodador). En efecto, acudió menos público del esperado, lo cual siempre afecta negativamente al artista. Un público bastante maduro, por cierto, pagó hasta 55 € por oír y ver a la roquera oficial del reino, más reconocida por sus baladas y lentos solemnes.
El concierto tuvo poca transmisión con la grada, y eso que el respetable tenía ganas y lo demostró varias ovaciones cerradas de la segunda mitad (el punto de inflexión fue 'Besaré el suelo', la interpretación decimoprimera). Pero es que el sonido de la banda, un quinteto con dos guitarras, bajo, batería (¡la de Tino Di Geraldo !) más teclados, resultó demasiado conservador, bastante artificioso incluso, moroso en el ritmo y carente de glamour en la estética enlutada. Y a toro pasado caemos en la cuenta de que la estética de la lideresa Luz marcó el tono de cada capítulo de su concierto, un encuentro de 24 canciones en 127 minutos afortunadamente crecientes, ya se ha dicho.
El primer modelo indumentario fue tan cambiante como el cancionero despistante de la obertura. María Luz Casal Paz (Boimorto, La Coruña, 11 de noviembre de 1958, o sea 59 años) salió con un aparatoso abrigo de piel damos por supuesto que sintética, y se fue quitando abrigo y chaqueta, hasta quedarse en top con flecos y pantalón de rombos mientras entonaba siete canciones con un sonido artificial que contrasta con el de la novedad 'Que corra el aire', la cual suena más orgánica pues la produce Ricky Falkner y en ella tocan Depedro, El Twanguero….
Durante tal irregular introito, el primer capítulo con el primer modelito, Casal alcanzó el primer hito en el soul 'Miénteme al oído' (esta fórmula de soul baladista fue lo único que le funcionó hasta el bis, pero Luz lo cantó reservona, debajo del tono), se dilató en soft rock americano ('Días prestados'), se puso mística o meiga ('Lucas', un niño que se comunica desde el más allá), apretó en el rock muy fuera de lugar en el marco del Euskalduna ('Tanto ruido', el punto bajo del show, donde la gallega bailó a su bola; «se le ve más a gusto cuando no tiene que cantar, cuando baila o cede los coros a la gente», observó nuestra acompañante Bego, que es música) y volvió a atinar en la segunda balada soul ('La única verdad', con larga coda instrumental para que le diera tiempo a cambiarse de ropa).
El segundo modelo de Luz fue una especie de minifalda negra con top muy escotado. Y con él, durante las siguientes once canciones la gelidez nos embargó, las imperfecciones nos sorprendieron y el rock la acabó salvando. Casal recomenzó diciendo: «gracias por acogerme con tanto cariño después de tanto tiempo», y comentó que había estado en Bilbao en la inauguración del metro y del Guggenheim, y cantó 'Entre mis recuerdos' sin dar el tono, desafinando (y también desafinó poco después en otro de sus hits, 'No me importa nada').
Libró de nuevo el listón mediante la fórmula soul (más modernista en 'Sentir', la de «abre la puerta, no digas nada, deja que entre el sol, deja de lado los contratiempos, tanta fatalidad»), holló su cima con la mentada 'Besaré el suelo' (otro soul en gradación entonado con inspiración y con la cantante metiéndose en el papel). La simpática y apta para una fiesta nocturna estival 'Dame un beso', entre Sabina y los Stones, nos insufló alegría, y Luz enlazó varios números rock convencional hasta destacar una miaja al final con las viejas 'Loca', con la banda ya suelta, y un desenfadado 'Rufino' («libertino, divino y superficial»), con una introducción a lo Miguel Ríos y que le sirvió para cerrar antes del bis.
En el bis reapareció con un tercer modelo de ropa, negro y largo, y la coruñesa alargó la velada con un tercer capítulo totalmente diferente y a la postre el más aprovechable con diferencia. El rock y la electricidad quedaron en el olvido, Luz cantó con seguridad la media docena de piezas que nos quedaban, y lo que había sido una cita rutinaria y desangelada se colmó de emoción, créanselo. Luz impresionó con el canto al amor escrito por Carmen Santonja 'Lo eres todo' («Cada vez que veo tu fotografía / Descubro algo nuevo / Que antes no veía / Y me hace sentir / Lo que nunca creí», con un piano minimal que nos hizo recordar a Michael Nyman; qué pena que se suspendiera su actuación prevista para el pasado jueves en el mismo Euskalduna), el bolero de Agustín Lara 'Piensa en mí' que le quedó seseado y emotivo y puso al público en pie.
Seguíamos en el bis y emotiva hasta poner de nuevo a la gente en pie se reveló Luz en la adaptación del canto a la emigración de Rosalía de Castro entonado en gallego 'Negra Sombra' (que no tocaban hacía mucho, informó en la introducción). Además picó en otras dos piezas del CD que venía presentando, 'Que corra el aire': una 'Morna' caboverdiana, acústica y algo Carlos Cano, y la versión de Mari Trini 'Amores', demasiado indie y con Luz sin alcanzar los agudos. Y la despedida definitiva fue con un aparente 'Te dejé marchar', otra vez según esa fórmula soul que Malú bordaría.
Qué cambio, oigan. Habían pasado más de dos horas pero nos habríamos quedado un rato más oyendo a Luz cantando en esa nueva onda.