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Coppel iluminado por la luz del domingo en la oda a McCartney . BEGOÑA MARIJUAN-REQUETA
El sufrimiento de Coppel nos hace reír

El sufrimiento de Coppel nos hace reír

El Bafle ·

El trovador romántico y dylaniano getxotarra volvió a meterse en el bolsillo al público transversal que llenó el Residence en su sesión vermú dominical

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Lunes, 11 de junio 2018, 14:07

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El bueno de Coppel (este es su estupendo Bandcamp), el cantautor rock getxotarra emigrado a Madrid, andará en los meses de primavera-verano más tiempo por estos lares y dará todos los bolos que le surjan, por supuesto. Así, el domingo por la mañana ofreció uno matutino con dos pases en el pub Residence, con muy buena entrada a la par que predispuesta y atenta, incluyendo los numerosos niños que le observaban con ojos abiertos como platos. Por compromisos familiares sólo pudimos disfrutar del primer pase, de 11 canciones en 47 minutos con momentos divertidos, improvisaciones sobre la marcha (cuando tocó la guitarras con los dientes y soltó: «esto no lo hace Hendrik –Röver, el de los Deltonos, amigo suyo-, el que no se consuela…»), amor por el rock and roll, técnica dylaniana (o dylanita más bien) y romanticismo derrotado (aunque, como dijo Coppel que decía Tom Petty, incluso los perdedores tienen algún momento de buena fortuna).

En la esquina del Residence, rodeado de cuadros coloristas, ante un respetable como siempre ilustre (los músicos amigos Jaime Hustler y Dani Merino -ambos invitados en el segundo pase-, flamencos que gritaron olé al final de alguna canción, padres con su progenie…), el empático y zurdo en tantos sentidos Coppel abrió con 'Salvaje', su manera inmediata y casi supersticiosa de entrar en calor y paliar los nervios de su guitarra acústica Takamine así bautizada, y remató el prólogo con otro retrato verosímil de ambiente de concierto en el rocanrolero 'Hay gente muy buena ahí fuera'.

Pato atento a Coppel en la romántica 'Serenata para C'
Pato atento a Coppel en la romántica 'Serenata para C' O. Cubillo

Estas dos eran las dos primeras canciones de una lista que se saltó a partir de entonces. Íñigo avisó de que admitía peticiones, crepuscular y sentido entonó 'Serenata para C', épico, ripioso, torrencial e hilarante se rindió a Dylan en 'Blues hablado del mayor fan de Bob Dylan del mundo', y de seguido a tempo de vals sacó la cara a Macca en 'Canción protesta contra los cantautores que odian a Paul McCartney' («es mucho mejor que tú», cantó, y aclaró: «¡esto va solo para los músicos!»). También adaptó las canciones de cuernos (las 'cheating songs' del country) en 'Esto es lo que parece', y se lució en nuestro tango favorito 'Éramos tan jóvenes' (el de «me sentía como George Clooney en el bar de la uni», una rima muy Javier Krahe, el premiado con los citados olés).

«Mis largos años de sufrimiento habrán merecido la pena a cambio de unos minutos de placer vuestros», ironizó Coppel antes de tocar un par de blues ('Oiga, que hubieran estudiado' y 'Anoche habré con Jesús', ésté «de mi etapa Cristiana, como la tuvo Bob Dylan, sólo que la mía duró únicamente una noche»), y antes de parar para fumar se despidió con 'Iñigo Coppel viaja al Siglo XVII y su une a los piratas de Libertaria', la cual dedicó «a los que viven sin amo ni señor» y que brotó con tal vocación de himno que conminó Torkel: «levanta el puño, joder». Pues eso, que no se pierdan a Coppel siempre que puedan. Es una experiencia cuando menos saludable.

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