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Una ochentena de aficionados predispuestos acudieron este miércoles al Antxiki, la sala superior y pequeña del Kafe Antzokia, para ver el recital del cantautor psicodélico y etéreo Steve Gunn (Lansdowne, Pensilvania, 1977; ex Kurt Vile & The Violators), que dio un buen concierto de 7 temas en 72 minutos desde que subió al tablado hasta que hizo mutis tras el bis. El concierto no llegó a más porque el actuante se sintió muy incómodo. En la primera canción le notamos molesto por la luz a su espalda, por las chamarras colocadas en el borde del escenario, por los sonidos de su amplia pedalera (llegó a agacharse para solventarlo y a disculparse con un sorry), y según Óscar Cine también por un espectador sentado al borde del tablado (so que estaba a su derecha pero detrás).
No se desembarazó de la incomodidad el bueno de Steve: en la cuarta canción miró timorato hacia la parte del público desde donde emergió una tos, en la quinta canción pidió que le bajaran la intensidad de la luz del escenario, y en la séptima canción, la del bis, dijo que le estaba molestando el ruido de la puerta del baño, al abrir y cerrarse, y que en ese bis el público evitara ir. Pero como no todos sabemos inglés, alguien fue al WC y el bueno de Steve paró la canción y puso cara rara.
Poco habló este folkie cósmico de Pensilvania, el Estado del boxeador de película Rocky. Antes de empezar saludó diciendo: «Hola. Hello again», o sea 'hola otra vez' en inglés, y es que ya le hemos visto actuando en el mismo escenario (en septiembre de 2019 dio en cuarteto el primer concierto de ese curso, que se vería interrumpido por la pandemia del covid chino), y en la sexta, la última antes del bis que hubo que pedirle, agradeció sinceramente que el público hubiera gastado su dinero para ir a verle.
Aunque casi no habló, su manera de cantar fue muy recitativa y serena durante la trémula bola de cantautor lisérgico, como venido de la melancólica y fría Seattle (en la inaugural 'On the way'), reminiscente del personaje de la película de los hermanos Coen 'A propósito de Llewyn Davis' ('Among the trees', de Michael Chapman, una de sus influencias reconocidas junto con otras como La Monte Young, John Fahey, Robbie Basho o la música hindú, ésta evidente en sus desarrollos instrumentales cual mantra), devoto de la narcolepsia de Luna (no sólo en la versión de la Velvet Underground 'I'll be your mirror'), de nuevo evocador del trampantojo dylanita de los hermanos Coen ('New moon'; ah, está bien la película sobre Dylan 'A complete unknown', aunque de ocho nominaciones a los Oscar no se haya llevado ninguno), y en el bis resonó con eco a Kelly Joe Phelps ('Morning is mended').
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