Riccardo Muti revolucionará el Concierto de Año Nuevo

Es la séptima vez que el maestro italiano empuña la batuta en una fecha tan señalada y, una vez más, sacudirá la melena y enseñará los dientes. No en vano siempre ha sido el más felino en el podio. El tiempo no domestica a los directores de orquesta, sobre todo cuando hablamos de uno de los grandes del siglo XX, un cruce entre el intimismo de Abbado y la marcialidad de Karajan, con el toque chispeante -las muchas veces que se suelta el pelo- de Carlos Kleiber. Todo un espectáculo. Hay que verlo para disfrutarlo.

Baqueteado en mil batallas, ha comandado en calidad de jefe supremo el Maggio Musicale Fiorentino (1968-1980), las orquestas Philharmonia (1972-1980 y la de Filadelfia (1980-1992), así como la propia de La Scala de Milán (1987-2005). De un tiempo a esta parte, ejerce de director emérito de la Sinfónica de Chicago y se deja querer por todas las grandes formaciones de la primera liga orquestal. Entre ellas, no podía faltar la Filarmónica de Viena, una formación extremadamente conservadora que siempre apuesta sobre seguro. El magisterio de Riccardo Muti no solo es convincente entre sus filas sino también telegénico.

Es probable que aproveche el mensaje de Año Nuevo para reflexionar sobre el panorama político internacional y defienda el papel de la cultura como antídoto contra la barbarie, sin olvidar que el propio Concierto de Año Nuevo de Viena, el principal evento mediático mundial de la música clásica, nació en tiempos del nazismo. La bestia crece donde menos se la espera. Algo que Muti sabe muy bien y por eso nunca ha dejado de hacer hincapié en la educación, como inspiración y mentor de futuros directores de orquesta. Es un maestro que alienta la imaginación y hasta un punto de osadía.

Es un explorador y ratón de biblioteca, hiperriguroso -en la línea de Toscanini- y apegado a la partitura hasta el más mínimo detalle. No se permite ninguna licencia; ni alargar las notas ni sacarse agudos de la manga para epatar al respetable. Una seriedad que respalda la calidad de 'Ferdinandus-Walzer', la primera pieza compuesta por una mujer que se interpretará en esta cita musical. La autora se llama Constanze Geiger (Viena, 1835 - París, 1890) y apenas tenía 12 años cuando la compuso. Derrochaba talento, también como actriz y pianista, pero al casarse con el príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo y Gotha, decidió retirarse al castillo que tenía su marido en Alemania. Allí vivió «despreocupadamente», según sus propias palabras. Mañana hará historia en la sala del Musikverein de Viena.