Raphael, ovacionado más de 25 veces por 4.500 almas en Miribilla
Apoteósico, colosal, altanero y hasta divino, la estrella linarense se transformó en otra velada memorable de su gira '6.0 aniversario' y anticipó la Navidad al entonar un luminoso y solemne 'El tamborilero'
Le faltó un poco de volumen al concierto de Raphael el viernes en Miribilla y el repertorio, según Azpiazu, quien probablemente tuviera razón, cursó menos ... alegre que el de su actuación en el mismo recinto en octubre de 2019 con su gira 're-sinfónica'. Además, el que suscribe había disfrutado del maestro el domingo 18-S en Santander y ahí todo fue más impactante. Y eso a pesar de que el macroconcierto de Miribilla entrará en nuestra lista de lo mejor del año. Raphael nos tiene acostumbrados a tal nivel de exigencia año tras año, década tras década, que las pegas son así de livianas.
Raphael, en la gira del 60º aniversario de su carrera (en noviembre de 2018 atestiguamos en el BEC la gira del 40º aniversario de Loquillo, pues el tiempo pasa para todos), cambió mucho del repertorio sobre lo catado (y cantado) en septiembre en Santander, señal de que no se conforma, de que se plantea nuevos retos, de que no pretende aburrirse repitiendo noche tras noche el mismo listado de canciones por todo el mundo. No en vano, hace mes y medio giró por USA, entre el 22 de octubre y el 13 de noviembre visitó California, Texas (cuatro paradas: El Paso, McAllen, Houston e Irving), Nueva York, Florida (Miami, y para acabar el tour, Orlando), Puerto Rico (el Estado asociado, aquí en el Coca Cola Music Hall), Massachusetts y Washington D.C.
Su macroconcierto (banda de 13 músicos y coristas, dos cañones de luz, tres tráilers y un bus aparcados fuera del pabellón, 4.500 espectadores dentro) de 25 canciones en 113 minutos (¡en la primera hora cantó quince canciones!) fue una delicia interrumpida al final de cada canción por el público ovacionando en pie, o sea que contando aplausos irreprimibles intercalados en varias canciones, dan más de 25 ovaciones. Y qué dominio de la escena el de Raphael, sin apenas hablar al público, igual que Loquillo (sólo lo hizo en dos ocasiones, para presentar un tema nuevo y para despedirse). Sabiendo dónde estaban las cámaras y ampliando hasta lo colosal su figura en la pantalla de fondo, el maestro actuó teatral y lo hizo sin parar, constantemente: hizo aleteando sus manos, flotando su alma, transformándose en Míster Hyde, desapareciendo de golpe de las pantallas al acabar numerosas canciones como si fuese magia, saltando sin solución de continuidad de la cara de loco a la sonrisa afable y ufana, bailando en corto de modo que le podría copiar Alex Sardui el cantante de Gatibu, y señalándose el pecho con ambos índices para espetar rabioso y sin micrófono aunque se le podía leer en los labios: «¿de mí?».
¿De mí, de mí…?, se preguntaba la estrella mirando a su legión de fans en esta la interpretación de la 21ª canción, 'Qué sabe nadie' («y además, ¿qué le importa a nadie?», y hala, otra ovación intercalada), una de las tres mejores de las 25 de la velada, junto con la primera, una impactante, trágica y afrancesada 'La noche', con la carcajada orate final (¿pero cómo se puede empezar un concierto con semejante nivel de pasión?), y la 23ª, 'El tamborilero', con la que anunció la Navidad («Los pastorcillos quieren ver a su Rey / Le traen regalos en su humilde zurrón / Al Redentor, al Redentor / Ha nacido en un portal de Belén el niño Dios»), momento solemne en el que gran parte del público se puso en pie mientras redoblaban las dos cajas (los dos tambores), cientos de linternas de móviles iluminaban espontáneamente el recinto y los dos haces de los cañones atravesaban el pabellón como la Estrella de Belén. Increíble... ¡Divino!
Ya ven, es muy fuerte lo de este hombre. Repasemos someramente los 25 temas, sin ánimo de ser exhaustivos. A la tercera siguió en lo teatral y equívoco con 'Volveré a nacer' (la de pasé de mi niñez a los asuntos), 'Yo sigo siendo aquel' brotó alegre, transicional y televisivo, country góspel hippie fue 'Aleluya del silencio', al soul hispánico melódico en gradación se abrazó en 'Amor mío', más soul ligero hubo en 'Estuve enamorado', 'Cierro mis ojos' sonó a lo Elvis en Las Vegas por el aparato coral, y representó sentado en una silla y leyendo del teleprompter la letra de la para él novedosa 'Lo saben mis zapatos', escrita por Pablo López, y ahí fue la primera vez en la que habló Raphael y dijo: «una versión que ha sido un gustazo grabar y que se convertirá en una de las grandes de mi pequeña gran historia», ¡y no citó a Pablo, que le ha compuesto su último disco, 'Victoria'!
Siguió con 'Se nos rompió el amor' de Rocío Jurado, o sea más soul melódico español, y a continuación encadenó tres piezas acústicas, pero no más blandas en comparación con el resto del repertorio: la tradicional popularizada por Chavela Vargas 'La Llorona', la ranchera blues 'Fallaste corazón' de Pedro Infante interpretada de impagable manera altanera por Raphael, y una estilista, manierista y excesiva pero maravillosa 'Gracias a la vida' de Violeta Parra a dúo con uno de sus guitarristas, que fue el título número 16.
Y ya hasta el final revisó también 'Cuando tú no estás' (la de Laura, ¡que pareció de Vetusta Morla!), un 'Estar enamorado' de alegría góspel y apropiado, osmotizado por el público («estar enamorado es» coreaba la gente, y respondía la estrella por ejemplo: «olvidar la muerte y la tristeza»), una trágica 'En carne viva', un discotequero 'Yo soy aquel', la fiesta de Nochevieja con 'Escándalo' (en esta penúltima aparecieron varios técnicos por un lateral de la pista para sacar fotos con los móviles, ¡y entre ellos reconocimos a Gato, ex Eskorbuto y bajista de los punkis bilbaínos Radiocrimen, que nos contó estaba montando escenarios con Raphael y que es el más grande!) y el adiós con un breve 'Como yo te amo' de Rocío Jurado, antes del cual dijo el mito, hablando por segunda y última vez: «Señoras y señores, ha sido un verdadero placer. Tengo tantos recuerdos de Bilbao desde que era así», puso la mano a media altura, y remató: «y siempre tan a gusto...». Y tanto...
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