La querencia teatrera de Miguel Poveda
El cantaor catalán se dilató en demasía en la primera actuación estelar del Flamenco On Fire, en Tudela
oscar cubillo
Jueves, 27 de agosto 2020, 14:55
La séptima edición del festival navarro Flamenco On Fire, que de miércoles a domingo contará con primeras figuras como Vicente Amigo, Farruquito o Chano Domínguez ... , se abrió el miércoles en Tudela. Al mediodía, desde un balcón de la sede de las Bardenas Reales, el cantaor jerezano El Londro se cascó en media hora tres cantes con duende y el apoyo al toque del superior Jesús Guerrero que nos dejaron con ganas de más. Ambos repitieron por la noche, en el agotado Teatro Gaztambide, donde se integraron en el cuadro de Miguel Poveda, el número 1 del escalafón flamenco actual, quien en quinteto y vistiendo tres chaquetas (la tercera de lentejuelas), no pudo evitar su gran pecado: la querencia a la dilatación excesiva, al alargarse en demasía, durante un encuentro claramente menguante de 15 piezas en 153 minutos, más de dos horas y media al que al menos, le sobró media.
Fue un concierto divisible en dos partes que arrancó con poderío, inspiración, modernismo y transversalidad. Esta primera parte, interesantísima y movedora, con Poveda en pie y en traje de color tierra, resultó mayúscula y arrebatadora. Expresivo y compungido, abrió con su agradecimiento a los sanitarios en la pandemia con '¿De qué manera?' (una canción por bulerías), y a la segunda alcanzó el pico, cual epígono de Morente, cantando jondo y solo un pregón sobre un fondo pregrabado, dejando aflorar sus varios talentos, desde el movimiento de las manos a un cante ondulante en sube y baja, ora introvertido ora extrovertido, dominando a la gente siempre, que le llamó guapo al acabar esta pieza sin dejarle ni hablar.
Esta primera parte moderna evolucionó fastuosa, y emulando en la pose a Raphael Poveda adaptó 'El silencio' de Federico García Lorca («mi Dios,mi ídolo, mi guía, mi todo», dijo al presentarlo), homenajeó 'A Sabicas'-el guitarrista navarro al que se dedica este Flamenco On Fire- mediante una letra de Sabina («esa vitola de rey en lo suyo»), y a Bambino vía Quintero, León y Quiroga se arrimó en 'Quítame el beso de anoche', cuando hizo mutis dejando a sus cuatro subalternos haciendo tiempo.
Ese arranque en pie fue muy disfrutable y revelador de sus numerosas facultades. Pero en la segunda parte, la más flamenca, con él sentado en el centro del cuadro, abusó de la paciencia, o cuando menos del aguante, del público. Pero es que, como dijo en un monólogo Poveda, «desde marzo que no canto en un teatro, y yo soy muy teatrero, y ningún disco ni video puede contar la atmósfera que se vive en un espectáculo en vivo». Y se lo pasó de cine, disfrutando del momento, apoyándose en sus escuderos (Londro y Carlos Grilo al arte y compás, Jesús Guerrero a la guitarra maravillosa, más Paquito González a la percusión, un Paquito que hoy jueves en Pamplona escoltará a Vicente Amigo), dilatándose seguro de su cante meloso (se tiró un cuarto de hora con la solea, pero buena, menos mal), y a menudo volando no tan alto: peteneras recogidas y a dúo, guajiras estilistas con Londro reprimiéndose para no opacar a su jefe, un improvisado y fuera de programa homenaje a Lole y Manuel reivindicando la música que oía de niño en Badalona, en su bloque con 90 % de habitantes andaluces, las cantiñas de Cadiz desganadas (o quizá faltas de fondo fisico por parte de los oficiantes a estas alturas del concierto), y las bulerías reiterativas y poco inspiradas a modo de falso adiós.
De esta segunda parte tan irregular quedémonos con las citadas soleás, las seguiriyas a dúo y al borde del tablado con él cantando a pelo, o el último e inesperado bis (es que Poveda no quería irse, oigan) con un 'Voy a perder la cabeza por tu amor', de Manuel Alejandro, que el buen cantaor catalán arrancó en plan Moncho y remató vía Bambino. Pero, jopé, qué irrefrenable querencia la de Poveda la de alargarse, qué manía la suya la de morir de éxito, la de apurar el momento encima de un 'tablao'. Se le olvida que es mejor dejar con las ganas, como El Londro en el balcón a la mañana, que dejar ahíto, como hace casi siempre él.
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