¿Pagarías un euro más en tus entradas de grandes conciertos para salvar los más pequeños?
El 93% de los melómanos británicos apoya esta medida que su Gobierno quiere implantar. Los músicos Manolo García, Miren Iza y Fernando Alfaro, el programador Adrián Medrano y el promotor Spasky opinan sobre ella
Imagine que va a comprar una entrada para el concierto de Jennifer Lopez en el BEC el 16 de julio. Cuesta en pista 130 euros, ... que suben hasta los 250 si se trata de verla desde el exclusivo y cuestionado 'golden ring', zona más cercana al escenario y más cara. Y al ir a pagar se encuentra con que el precio sube un euro, es decir, 131 y 251 respectivamente, aparte de lo que se añada como gastos de gestión (ahora el Gobierno español pretende incluirlos en el precio inicial). ¿El motivo de ese hipotético euro de más? Ayudar a la supervivencia de las salas más pequeñas, una medida que está a punto de convertirse en realidad en Gran Bretaña, donde cada semana dos de estos locales cierran o se ven obligados a suspender conciertos. Habría que aclarar bien de dónde saldría esa moneda de más, pero el 93% de los melómanos ingleses se muestra partidarios incluso de ponerla de su propio bolsillo.
Todo surgió como una propuesta conjunta de Music Venue Trust (MVT), organización benéfica de aquel país dedicada a proteger, asegurar y mejorar los locales de música de base, y de Planet.fans, plataforma que permite a bandas y artistas crear una especie de comunidad para acercarse y beneficiar a sus seguidores. Lograron el apoyo de la comisión de Cultura del Gobierno británico, que destacó el papel de estos locales de base «en la captación de talento musical profesional, creativo y técnico». En aquel país, según el informe, los promotores «tienen dificultades para llevar espectáculos a sus pequeñas salas».

De momento, está planteado como algo voluntario el que promotores y grupos implementen la iniciativa con sus entradas a grandes eventos, es decir, sumar una libra esterlina a cada tique. Y de hecho LIVE, que representa a 15 organizaciones de la industria de la música en vivo, gestiona ya a través de LIVE Trust la distribución de unas 500.000 libras esterlinas comprometidas que llegarán de las giras británicas de Pulp, Diana Ross, Mumford & Sons, Katy Perry y Coldplay, entre otros artistas. Supone tan solo el 8% de los espectáculos que cumplen los requisitos de grandes eventos.
Si no es voluntario, por imposición
Hay algunos promotores importantes, como AEG Presents, que ya han apoyado la iniciativa, pero otros se resisten. Y por ello, hace solo unos días, el ministro de Industrias Creativas, Chris Bryant, habló de que la imposición de «un impuesto obligatorio sigue estando sobre la mesa si no se adopta el sistema voluntario». «Sólo quiero que todos los que estén considerando hacer una gran gira en Reino Unido el próximo año se apunten, y entonces creo que tendremos millones de libras destinadas a recintos más pequeños y populares», dijo, señalando concretamente a artistas como U2, Taylor Swift o Harry Styles, además de a la promotora Live Nation.

Las salas más pequeñas se ven muchas veces perjudicadas por la mayor capacidad de festivales o recintos amplios para atraer a grandes artistas y también a una buena parte del público, que, seducido por la espectacularidad y la mayor oferta de estos magnos eventos, no atiende a propuestas más modestas. También suelen contar con menos apoyos económicos de las administraciones públicas.
¿Añadiría entonces un euro más a los que se piden por asistir al concierto de Miguel Bosé en el Bilbao Arena Miribilla el 9 de julio, a 132 euros la pista delantera? En Gran Bretaña, los melómanos parecen estar dispuestos a sufragarlo. Así lo asegura una encuesta llevada a cabo por el sitio Music Fans' Voice (Voz de los fans de la música), que confirma un apoyo del 93% de sus 8.000 entrevistados, «dispuestos a pagar tarifas adicionales para apoyar a las salas de música de base». El 31,7% de los partipantes tiene entre 18 y 34 años; el 41,6% se sitúa en la franja de 35 a 54, y el 26,7% restante supera los 55. Entre otros resultados arrojados por la encuesta, destaca que el 9 % de los entrevistados afirmó asistir a discotecas o locales de música en vivo de manera mensual, mientras que el 32% declaró no frecuentarlas nunca. El 58% ha visto desaparecer al menos un espacio importante de este tipo en su localidad desde 2020.
La cuestión es cómo se aplicaría la medida, si promotores o artistas lo asumirían a su cuenta o si se restaría al bolsillo de los fans. En cualquier caso, la clave parece residir en el misterio que rodea a cómo se determina el precio de las entradas, especialmente las más caras; esto hace difícil valorar la iniciativa, ya que al final podría acabar siendo el público quien asumiera siempre el pago sin saberlo incluso. Por no hablar de cómo se repartiría el montante total.

Intentando extrapolar esta decisión al panorama español, tres artistas, un promotor de conciertos y un programador de salas han respondido a preguntas de este periódico sobre este tema. Con mucho conocimiento de causa habla Adrián Medrano, responsable de la programación de locales de conciertos como Fever/Santana 27 y Shelter, funcionando en la actualidad, y de las desaparecidas Bullitt y Shake: «Inglaterra, Alemania... otros países están mucho más avanzados en cuanto a la visión de la cultura de club y la importancia de los clubs como lugar de nacimiento y crecimiento de las bandas, las escenas y los sonidos independientes. Y creo que aquí eso no se aprecia porque somos un país de juerga y las discotecas están asociadas a cosas negativas normalmente».
Considera Medrano que los políticos «no ven eso y cuando quieren verlo siempre lo hacen de la mano de los mismos, los que manejan todos los presupuestos y los que siempre se ven beneficiados». A su juicio, no hay ningún motivo por el que un festival tenga que recaudar dinero para los clubs. «Si hay que ayudar a los clubs, habrá que hablar con ellos y ver qué necesitan. Y no hacer una política de persecución como se hace ahora. Creo que las autoridades lo que quieren es cerrarlos y desde luego no ayudarlos. Esa es mi experiencia después de 25 años. Te dejan trabajar y si das algún problema, pues vendrán con todo lo que puedan contra ti».
«El alcalde de la noche»
Recuerda el veterano programador que en otros países tienen lo que llaman «alcaldes de la noche, que son los que toman decisiones, gestionan, están involucrados, saben... Es un personaje que hay en ciudades como Berlín, donde está en contacto directo con los clubs, con la noche, con las necesidades de los hosteleros y los programadores y al mismo tiempo es una persona que trabaja para las instituciones. Gente que tiene la visión de que todo este tipo de cosas atraen turismo, generan cultura y son cultura».
Señala Medrano cómo para los alemanes la música electrónica ha sido una forma de cultura desde hace décadas, «y lo cuidan mucho, lo mismo en Inglaterra, pero aquí en España no se cuida, básicamente se persigue y se oculta. Luego llega el verano y todos quieren su festivalito, con las estrellas de la electrónica y de lo que haga falta para llenar el sitio».

El músico Manolo García considera «sinceramente que esto sería una tarea del Ministerio de Cultura, porque el público ya paga suficiente y bastante apretado va todo el mundo con tanto impuesto. Y con la carestía de la vida a que se somete a todos».
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Por su parte, a Miren Iza (Tulsa) le «alegra saber que la gente apoya la supervivencia de las salas locales». «Pero no me parece que sea el público el que tenga que salvaguardarlas –considera–. Las entradas ya son muy caras. Los festivales de provincia que reciben enormes cantidades de dinero público deberían estar obligados a destinar parte de los beneficios a oxigenar el circuito de salas de su territorio, quizá organizando ciclos fuera de la temporada festivalera, haciéndose cargo del alquiler o de parte de él. Eso me parecería más interesante».
Una comparación «sangrante»
A Fernando Alfaro (Surfin' Bichos, Chucho) no le sorprende la noticia: «La gente en Gran Bretaña es consciente de que la música como actividad viable al final se va a morir sin nuevos artistas y grupos, sin salas pequeñas y medianas donde se puedan desarrollar, y donde puedan vivir también todos esos artistas que son necesarios para mucha gente pero que no son grandes nombres ni tocan en esos festivales o eventos masificados que tienden a concentrarlo todo».

Como Medrano, destaca que en otros países, «y en Reino Unido en particular, hay otra cultura; se valora mucho más la música y a los músicos, tanto legal como socialmente». «Yo tengo por ejemplo una imagen en la memoria que habla por sí sola: cuando se vendían periódicos en papel, aquí veías a algunas personas con el diario general bajo el brazo, al que acompañaba normalmente el 'Marca'. Allí, la gente llevaba el diario y el 'New Musical Express'. No se puede atribuir esto solo al hecho de que allí el sector musical tiene mucho más peso en el PIB. Es que la música se vive de otra manera, hay gente tocando en directo en casi todos los garitos, la consideración general hacia el artista o músico es muy diferente… Es bastante sangrante la comparación, cuando vivimos en tierra de música que es la sangre y los huesos de mucha gente desde tiempos ancestrales. Y no sé si una encuesta semejante hecha aquí arrojaría esos datos. Me temo que no».

Por último, el promotor vasco José Pascual Otalora, Spasky (Dekker Events) dice que la idea no le parece mala en principio: «Si de verdad sirve para difundir los trabajos de los músicos locales, para que estos puedan hacer más y mejores directos, con una buena promoción que tenga su reflejo en una mayor asistencia a las salas y para que económicamente salgan beneficiados, estoy de acuerdo. El asunto es cómo distribuir y coordinar estas aportaciones. No es lo mismo un artista con el 'sold out' asegurado, que el que necesita apoyos para salir o seguir adelante».
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