La ópera como género fluido: la temática LGTBI inspira mucho a la lírica

Una aclaración: no son nuevas las óperas sobre relaciones no heterosexuales (los aficionados conocen bien 'Billy Budd' y 'Muerte en Venecia'), lo novedoso es el enfoque combativo y aleccionador. En esa línea parece que el auge de los argumentos con impronta LGTBI no ha hecho más que empezar. Sin ir más lejos, el Teatro Real ha puesto el broche a su temporada con una versión semi-escenificada de la ópera 'Hadrian', compuesta por el cantautor estadounidense-canadiense Rufus Wainwright. Es una obra con libreto de Daniel McIvor y trasfondo gay, protagonizada por el emperador romano Adriano y el joven Antínoo, que acaba de hacer doblete porque la misma producción y reparto se han presentado en el Festival Castell de Peralada (Girona). Solo se han ofrecido dos funciones, una en cada recinto, bajo la batuta de Scott Dunn.

En el elenco de 'Hadrian' destacaba el prestigioso barítono Thomas Hampson, secundado por Alexandra Urquiola, Vanessa Goikoetxea y Santiago Ballerini. Este último salió a escena como reemplazo de Xabier Anduaga. Al tenor donostiarra le correspondía interpretar al amante del emperador y en su momento el Teatro Real no explicitó las razones de su abandono. A última hora también se cayeron del cartel Ainhoa Arteta y Rubén Amoretti, en ambos casos «por motivos de salud», según el comunicado que emitió el coliseo lírico madrileño.

En el montaje, con una dirección escénica muy básica de Jörn Weisbrodt, marido de Rufus Wainwright, se juega con el efecto de las imponentes fotos en blanco y negro de Robert Mapplethorpe. No por conocidas menos sugerentes: torsos desnudos, capullos abiertos y cerrados, esculturas en pose lánguida... atrapan la atención y contribuyen a crear el clima idóneo. Por lo demás, la música es melódica y convencional, más elaborada que la primera ópera de Wainwright -titulada 'Prima donna'- pero en las antípodas del genio de Verdi o Wagner.

'Hadrian' se representó por primera vez hace cuatro años en Toronto y se inspira en 'Memorias de Adriano', de Marguerite Yourcenar. Una novela que en la España de hace 40 años -en traducción de Julio Cortázar- llegó a ser superventas porque Felipe González reveló en una entrevista que lo tenía como libro de cabecera. Escrita en formato epistolar, aborda el desencanto del poder, la nostalgia del amor y la cercanía de la muerte. Hay mucha reflexión filosófica y digresiones existenciales en las páginas de Yourcenar.

La dimensión que más le interesa a Wainwright es la erótica, centrada en la figura de Antínoo, un hombre de gran belleza física que tenía cautivado al líder romano, casado con Vibia Sabina. Al morir el joven -ahogado en el Nilo-, el emperador no disimula lo más mínimo ni su dolor ni su pasión. Tarda muy poco en deificarlo, fundar ciudades que llevan su nombre y construir monumentos en su honor. Esta relación tan intensa y trágica cautiva a Wainwright. Tampoco puede evitar sentirse intrigado por la faceta opresora de Adriano, que persiguió a los judíos sin tregua. Interesado de un tiempo a esta parte por la cultura hebrea -sobre todo desde que su bebé fuera gestado en el vientre de la hija de Leonard Cohen-, le repele y atrae ese lado oscuro del emperador.

La implicación personal y emocional de los compositores habitualmente es máxima en los proyectos con marcada inspiración LGTBI. Así sucedió también con la adaptación operística de 'Brokeback Mountain', que en su día fue un encargo expreso de Gerard Mortier, director artístico del Teatro Real, al compositor estadounidense Charles Wuorinen. Ambos eran gays y empoderados. No tenían nada que ocultar. Vieron claro que la fama de la película de Ang Lee (ganadora de tres premios Oscar en 2006, mejor director, guión y música original), ofrecía una oportunidad única de visibilidad y denuncia. Querían mostrar la represión y la violencia profundamente homófoba en el estado de Wyoming durante la década de los 60.

Les fascinaba que los vaqueros homosexuales de la trama rompieran moldes y tópicos. La capacidad de gestión de Gerard Mortier y el talento creativo de Charles Wuorinen se aliaron para subir a escena la pasión y desencuentros de una pareja que no termina de ser feliz porque el entorno social les corta las alas. No les costó convencer a Annie Prouxl, autora del cuento 'Brokeback Mountain' en que se había basado el film del mismo nombre, para que se hiciera cargo del libreto de la ópera. Su première mundial tuvo lugar en Madrid en 2014, con dirección escénica de Ivo van Hove. Se brindaron ocho funciones -con grabación en DVD incluida- pero no arrebató al público. Se la tachó de «musicalmente fría». Desde entonces se ha representado en Austria, Alemania y Estados Unidos: Salzburger Landestheater, Stadtheater Giessen, Theater Aachen y Rose Theater del Lincoln Center.

El Teatro Arriaga ha alentado igualmente la normalización de la temática LGTBI. El año pasado ofreció una función de 'As One', de la compositora estadounidense Laura Kaminsky, con puesta en escena de la bilbaína Marta Eguilior. Es una obra de pequeño formato pero rompedora. Considerada la primera ópera trans, su estreno fue hace ocho años en la Brooklyn Academy of Music de Nueva York. El libreto de Mark Campbell y Kimberly Reed recoge las vivencias de esta última, una directora y productora de cine muy reputada en Estados Unidos.

La historia arranca con la infancia del personaje principal, que nació varón, y culmina con el proceso de transición, es decir, el tratamiento para transformarse en una mujer. Para recrear la evolución, un barítono y una mezzosoprano encarnan a la protagonista, llamada Hanna, antes y después de su cambio de sexo. En el montaje de Marta Eguilior, el amarillo predominaba en las pelucas y la indumentaria. Al tratarse de un color unisex, servía para caracterizar a Hanna, en permanente lucha por definirse. También la propia música, con ritmos inestables y resbaladizos, daba las pautas para ese enfoque.

La directora de escena bilbaína admitía antes del estreno en el Arriaga que se sentía muy cercana a Hanna, «sobre todo cuando pone nombre a lo que siente y se reafirma en su forma de ser». Ella no es trans, sino lesbiana. No cabe duda de que la realidad LGTBI hace tiempo que no se considera un mundo clandestino. Se ve y se escucha con atención, sin tabúes ni prejuicios. También en los escenarios de los teatros de ópera, especialmente los españoles.