Nacho Vegas sin León Benavente
A pesar de la baja por coronavirus de su guitarrista Joseba Irazoki, el cantautor folk-rock astur supo sacar adelante su creciente actuación en el décimo aniversario de la Sala BBK
Óscar Cubillo
Sábado, 24 de octubre 2020, 07:16
Este viernes, la séptima de las 10 veladas a 10 euros que celebran el 10º cumpleaños de la Sala BBK agotó -como todas las demás- ... las 120 entradas disponibles en la venta anticipada, tuvo un buen aperitivo con el cuarteto indie mixto Airu, y lo remató el cantautor rock asturiano Nacho Vegas, quien dio un buen concierto de 13 canciones en 77 minutos afortunadamente crecientes pues supo sobreponerse a dos hándicaps, si no a tres: se trataba de su primera actuación en la dilatada época pandémica, la banda que le acompaña está renovada tras volar en solitario sus antiguos escuderos (¡los exitosos León Benavente!), y encima debido a un positivo leve por coronavirus faltó a última hora el guitarrista Joseba Irazoki, con lo cual el bolo fue en cuarteto.
La cosa ruló en dos partes. La primera, más titubeante, se prolongó hasta la séptima pieza, con el hoy podemita desencantado Nacho Vegas (¡y él era de los radicales!) soltando algún desafinado vocal que podría ser tomado como parte del espectáculo y haciendo repetir el arranque de una canción ('Miss Carrusel') porque perdió la onda y pidió «perdón, llevaba muchos meses sin tocar». Y aunque al hablar al público (también al de la emisión por streaming) parecía divagante, perdido y desconcentrado, al cantar sus luengas letras no perdía hilo y eso que ni tiraba de atril ni de teleprompter, lo cual conlleva un gran mérito.
En la primera parte, con sonido un tanto feble por la aún escasa interconexión entre los actuantes (¡y no olviden que faltó el chispeante Irazoki!), los cuatro abrieron con vals sugerido ('Cuando te canses de mí'), él demostró su influencia en grupos actuales como Vermú ('Nuevos planes'), y se ahondó en el folk (dylaniano pero hippie en 'Run run', con escalas algo Pentangle en 'Ser árbol'…) antes de atacar la psicodelia minera ('Arriba quemando el sol').
Parecía que íbamos a presenciar un bolo normalito, pero en la segunda parte la cita medró y el público lo notó, pues ovacionaba más alto. Y es que el líder supo ordenar las canciones para que las más rodadas, o redondas, quedaran para el final. Así los arpegios bien armonizados del country vía The Byrds derivaron de modo natural hacia el soul de Memphis blanco ('Días extraños', una de las buenas letras de Nacho), una arcana empero fascinante declaración de amor también se cursó con soul ('Brujita'), el cénit de la cita lo puso 'Cómo hacer crac' (algo Nick Cave, con esos arreglos de coros sencillos, efectivos por teatrales y bastante recurrentes en sus composiciones), y el cierre del show se produjo con dos hitos de letras largas, literarias, cotidianas, verosímiles y hondas: antes del bis 'La pena o la nada' (cual Orville Peck astur y de garganta no tan grave) y a modo bis un 'Ocho y medio' que comenzó él en solitario a modo de folkster de digitación precisa y que se remató con la banda reincorporándose al escenario (¿les hemos dicho que había cuatro maniquís al fondo con las letras F A K E?) y empujando al unísono, a modo de alegoría, esquema o metáfora de un encuentro que dejó un estupendo sabor de boca y los deseos de repetir ante la banda al completo, con Irazoki a la segunda guitarra (o tercera cuando la agarra el jefe; curiosamente, en la segunda parte, la mejor, apenas se colgó su acústica y se dedicó solo a cantar).
Por cierto, Vegas vino presentando su disco doble recopilatorio titulado 'Oro, salitre y carbón', editado el mismo viernes y contenedor de 26 canciones espigadas de su última década entre rarezas, directos y seis inéditos ('Oro, salitre y carbón', 'Lyrica', 'El ruido y las estrellas', 'El Carmín de la Pola', 'Arriba quemando el sol' y 'Fabulación'), pero en la Sala BBK sólo repasó 7, la mitad de su repertorio de 13 temas.
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