Myke Towers poniendo a cantar a pleno pulmón a 10.000 almas en el BEC
El reguetonero portorriqueño reunió a un público impresionable que se sabía las letras presumidas, rijosas y para mayores, un público juvenil hasta lo adolescente, y, qué sorpresa, más europeo o vasco que latino
Pues la verdad es que se nos quedó corto y plano de principio a fin el 'concierto' del portorriqueño Myke Towers de este sábado en ... el BEC ante casi 11.000 almas. Acudimos pensando que actuaría con músicos tocando en vivo, y solo hubo pregrabados presuntamente surtidos por un DJ esquinado que nunca salió en pantalla. Los adolescentes de secundaria se sabían todas las canciones, lo cual se podía comprobar en las pantallas gigantes, y se les oía a ellas cantar a pleno pulmón hasta parecer que se iba a caer abajo el pabellón.
Fue una fiesta, una celebración, pero lo ofrecido no llegó mucho más allá que lo de un cantante en un karaoke. No sabemos si había teleprompter con las letras, pero el caso es que Myke Towers cantó una cuarentena de temas en 102 minutos. ¿Canciones buenas? Solo una: 'La capi', una suerte de hyperpop bachatero. ¿Ninguna otra? Vale, abriendo la mano, incluimos 'Piensan', por su apariencia melódica. Ya ven el nivel: una canción entre 40 (dos si prefieren).
Si este sábado noche hubo más de diez mil espectadores en el BEC, a tenor de los precios, entre 50 y 70 euros por entrada, se ingresó más de medio millón de euros. Y poco (o mucho contando con impuestos: IVA sobre todo) hubo que descontar de la gran producción: alquiler del recinto, seguridad, nada en músicos, y poco en escenografía. Esto se usó en el concierto: llamaradas como las verticales de Rammstein, chimeneas de humo y géiseres de chispazos, láseres y un par de explosiones de confeti y guirnaldas, una especie de pantera gigante en mitad del escenario haciendo bulto (parecía hinchada con aire), y tres pantallas, dos rectangulares laterales y una triangular al fondo. Nada más, excepto el omnipresente cantante, que salió vestido de cuero negro, con bermuda coriácea y una chupa con flecos en cuya espalda ponía 'God in the sky', Dios en el cielo. Por no haber..., ¡no hubo ni cuerpo de baile!
A Dios rogando y con el mazo dando, el bueno de Myke Towers (Michael Anthony Torres Monge, Río Piedras, Puerto Rico, 31 años), cantó bastante sobre sexo, pero no fue lo más en un concierto, con perdón, de calidad y riesgo inferior a los de reguetoneros como el colombiano Maluma y el argentino Duki, que salen a escena con músicos de verdad. No obstante, dominando a la masa de principio a fin (pidiendo encender los móviles, alzar las manos o «todo el mundo con el símbolo del corazón, Bilbao, vamos a hacer una foto bien linda», e interpelando a las mujeres malvadas y / o hermosas de Bilbao), invitando a tres maromos a escena en tres temitas (un futbolero lesionado, otro que acababa de venir del hospital por algún accidente, y un chavalillo unos once años, todos cantando junto al ídolo y filmando el momento habilidosos con sus móviles), el portorriqueño triunfó desde que salió a escena tras la cuenta atrás contada por la masa milenaria hasta que se fue del escenario seguido entre bambalinas por una cámara ante la que se quitó la camiseta y el sudor y lanzó un último beso y así al pabellón que le observaba por las pantallas gigantes.
Repasemos las notas sobre ese repertorio de una cuarentena de títulos oscilantes entre el rap de la vieja escuela y el reguetón. La gente, de mayoría joven, feliz y europea, o sea los jóvenes vascos, se lo pasaron divinamente, cantando, bailando, emulando coreografías, luciendo el nombre de su ídolo pintado en la frente… La gente, sobre todo las chicas, coreó el mensaje políticamente incorrecto de 'Competencia' («sé que nacimos pobres, pero moriremos ricos»; lo bueno del reguetón es que presume del éxito, ambiciona destacar), Myke frisó el pop romántico en 'Lala', la peña alzaba cartelitos como 'Súbenos' (al escenario, a cantar y bailar con él), y la acústica del pabellón llegaba saturada y la onda artística lineal, reiterativa.
La peña coreaba a pulmón 'Almas gemelas' (la de «tú y yo somos iguales / … / en la cama somos rivales»), Myke jugaba con el doble sentido narcótico en 'Extasy', versionaba a Sebastián Yatra en 'La pareja del año', cantaba algo de «ese culo es de otra dimensión» en 'Van Cleef', su único lunar podría ser el batiburrillo sónico de 'El cielo' (el del verso «ese culo es de otra dimensión»), la masa volvió a enfatizar 'Diosa', y más tarde a pleno pulmón otra vez 'La playa' («usa bikini» ), una pachanga conceptual que sonó rara fue 'Experimento', y más coros totales hubo en 'Darte', en 'La curiosidad' y -para acabar- en 'La falda', adiós de un concierto, con perdón, más cercano al karaoke sin subtitular porque las letras se las sabía de memoria el público impresionable.
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