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Presentando al piano 'Sasoi hareetan'.

Mikel Urdangarin con la garganta tocada y los ojos llorosos

Enfermo y congestionado pero digno sobre las tablas, el cantautor cerró el ciclo sin público 'Kulturunea' estrenando su faceta como pianista

Sábado, 13 de junio 2020, 23:11

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Ha estado bien la serie de conciertos sin público 'Kulturunea', emitida a través de las redes sociales de ETB y de la marca patrocinadora, la Fundación Vital. Las emisiones han gozado de estupendas condiciones de luz, realización y sonido, y numerosos participantes han actuado con la alineación íntegra, gracias a lo cual algún nombre mejoró la impresión dejada en el ciclo hermano en streaming 'Sala BBK Etxean' (Gari con banda y Belako al completo se superaron en Vitoria respecto a Bilbao).

El sábado el último concierto de los 11 del 'Kulturunea' lo protagonizó el cantautor Mikel Urdangarin (Amorebieta, 48 años). Esa misma mañana le pedimos el setlist y nos advirtió que llevaba toda la semana enfermo y que llegaría justo de fuerzas. Le deseamos lo mejor y desde la entrevista previa en el escenario ya le notamos el rostro congestionado y la voz tomada.

Y así, aún con secuelas, Mikel Urdangarin ofició en dúo, apoyado por Nika Bitchiasvili al violín (sentados al fondo hubo dos artistas gráficos haciendo dibujitos que se emitían en pantalla). Mikel cantó con el trémolo que le caracteriza y alternó el piano y la guitarra con la solemnidad cantautoril euskaldun de la que no se despega (la sombra de Benito es alargada) a lo largo de una correcta actuación de 11 canciones en 53 minutos. Usó principalmente el piano y recordamos que el jueves 12 de marzo, el día que se cancelaron los conciertos masivamente en Bilbao (solo se mantuvo el del club de jazz), Mikel iba a presentarse en el Arriaga tocando el piano. Decía entonces que había comprado uno de segunda mano en el año 2000 y que ahí lo dejó, olvidado, hasta que levantó la tapa en 2017 y aprendió a manejarlo y a componer con él.

Al piano en 'Lekandapean'.

Lo del sábado nos sirvió para imaginar lo que nos perdimos a los marfiles, aunque la emotividad vocal se diluyera. Mikel comenzó el concierto fiel a sí mismo con aire de cámara en 'Lau koplatxo', dio más relieve al piano en la algo Leonard Cohen 'Loretan', y acentuó su personal tono dolido y cuasi agónico en 'Haitzetan' (y el violín de Bitchiasvili subrayó la melancolía) y también en 'Lekandapean', percibiéndose en ambas que le costaba dominar la entonación.

Prosiguió recuperando resuello y resonando a Benito Lertxundi respecto a cadencia y temática en 'Herri zaharra' (al introducirla Mikel aún al piano informó que tenía delante un papel no con la partitura sino con la letra, y al acabarla fue muy aplaudido, señal de que había bastante gente en la sala, a la que nunca se enfocó), decayó vocalmente en las siguientes ('Nire besoak' y 'Notak paper solte batean') y resolvió algo mejor la novedad del repertorio, el bertso 'Sasoi hareetan', quizá porque puso más carne en el asador.

A la guitarra en 'Badira hiru aste', con el violinista y el par de artistas gráficos que le acompañaron al fondo.

Se levantó, se apartó del piano, agarró la guitarra acústica, comentó que no sabía cómo iba de tiempo, y terminó con una terna más bonita y acariciadora, más íntima que al piano, más llana y popular: aires folkies célticos impregnaron 'Badira hiru aste' (aquí se evidenció que andaba justo de voz y no podía exigirse ni llegar a los tonos habituales; ¡hasta se le veían los ojos llorosos!), el papel de trovador digamos griposo y quizá cansado lo mantuvo en 'Agian Irailean' (se le olvidó parte de la letra), y feble y flotante remató el compromiso con una debilitada pero dignísima 'Kideari', como digna fue su intervención.

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Mikel Urdangarin con la garganta tocada y los ojos llorosos