Mikel Erentxun estrenando piano en el 'Bilbao Uda 2020'
El ex Duncan Dhu alternó guitarra y teclados en su cercano concierto de la Biblioteca Bidebarrieta, donde recordó a dos amigos fallecidos: Rafael Berrio y Pau Donés
Entradas agotadas en la Biblioteca Bidebarrieta (vale, costaban 5 euros y el aforo estaba reducido por seguridad sanitaria) para ver al donostiarra Mikel Erentxun, que ... actuó en el programa Bilbao Uda 2020 en lo que fue su primer bolo con público tras el encierro coronavírico: «Bienvenidos a mi primer concierto post-confinamiento. La visión desde aquí es un tanto singular», dijo en su primer parlamento, y tras la siguiente canción añadió: «Es un placer enorme tocar con gente delante, en vez de ante butacas vacías o delante de un teléfono. Aunque estéis con mascarillas, gracias».
En tal entorno agradable, académico y señorial en el que Erentxun logró generar una atmósfera de recogimiento y atención, el ex Duncan Dhu dio un recital de 19 piezas (tres de los Duncan) en 77 minutos en los que cantó estupendamente, tocó la guitarra con mucha mano derecha, se sentó al piano en tres temas, libó vino tinto y se comunicó cómplice y contento con el público, entre el que se oyó gritar a alguna niña.
El oficiante apareció discretamente por un lateral, «¡aúpa, Mikel!» gritó una espectadora que se dio cuenta, y el cantante tocado con sombrero de ala ancha se sonrió cuando se elevó la consiguiente ovación. «Este hombre cada vez está más delgado», comentó sobre el maratoniano el amigo Óscar Esteban.
El principio fue mágico, inspiradísimo. En el primer tercio se sintió la mayor química y se sucedieron las buenas canciones: pop tipo La Granja ('Pidiendo pista'), rock and roll acústico ('La vereda'; «como letrista Vasallo le moja la oreja 20 veces», comparó con el otro Duncan Dhu el bibliófilo Óscar Esteban, sin caer en la cuenta que los textos de Diego Vasallo a veces parecen ejercicios de estilo de credibilidad dudosa), country arpegiado ('Mañana', ovacionadísima al acabar), dianas verosímiles ('Placebo'; aquí se le notaba muy feliz y él a solas supo defender una canción tan densa como la de la grabación original), recuerdos al difunto donostiarra Rafael Berrio («un grandísimo artista, un grandísimo amigo y una grandísima canción», evocó antes de 'Veneno', cuya letra firmó el propio Berrio), rockabilly gótico afrancesado ('Los muros de Jerusalem', otra cima, ovacionadísima) y, plof, el punto bajo del bolo por culpa de la letra forzada ('1977', una mirada nostálgica al pasado poco autoexigente).
Acabó la citada sima, sorbió del tinto el protagonista y declaró: «ya me estoy animando». Y entonces el recital pasó por una fase rara: otra letra justa ('Amigos de guardia') y las dos primeras tocadas al piano en plan el 'Imagine' de Lennon que fueron sendas recuperaciones de Duncan Dhu, 'Imagino' y 'Dulce aroma', dos recuperaciones de Duncan Dhu (y confesó: «Este piano me llegó ayer, lo estoy estrenando y, claro, no sé muy bien cómo funciona. Toco mal, pero me encanta estar aquí sentado en vez de en pie ahí en medio. Es como mi alter ego. Perdonad mis imperfecciones»).
Y tras la segunda a los marfiles, Mikel cogió las letras plastificadas que había apoyado en el piano, las volvió a colocar en el atril central mientras seguía apuntándole el cañón de luz, se colgó la acústica y el bolo se resituó en la normalidad durante la segunda parte: nos agradó con rock and roll americano ('El ritmo de la calle', de Duncan Dhu, con su final a lo Elliott Murphy; «con lo mal que cuido esta guitarra, cada día suena mejor», se congratuló de su instrumento marca Gibson), Nuevo Rock Americano ('Vasos de Roma y Ginebra'), un recuerdo a otro amigo músico desaparecido, esta vez al barcelonés Pau Donés, de Jarabe de Palo (y tremolante versionó 'Agua'), o la tercera al piano que fue la mejor de esta onda y que resonó a marasmo a lo Elton John ('Corazón de mil inviernos').
Extrañamente, Mikel no pareció implicarse lo suficiente al recuperar su primer hit en solitario al margen de Duncan Dhu ('A un minuto de ti', donde ni siquiera lo intentó con el falsete), pero terminó por todo lo alto con otra cima como el rock and roll adulto 'Cicatrices' y poniendo a la gente en pie en las dos últimas piezas: 'Cartas de amor', con palmas y coros y el turbo de su acústica presuntamente maltratada, y, ya fuera de programa, del setlist impreso, 'Marcos y Nerea', con su deje Lou Reed.
Acabó el más que satisfactorio encuentro, bajó el cantante del escenario, regaló la púa a una chica de la primera fila y abandonó el recinto por el pasillo central, dando gracias sinceras a los fans. Muy bien Mikel. Una gozada de concierto a pesar de las mascarillas, sí. «Ha empezado y acabado bien. Igual un poco denso al piano, pero sonido de lujo y remate por todo lo alto, como debe ser», juzgó al acabar Azpiazu, que lo había seguido desde la primera fila, donde compró la entrada.
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