Maren deconstruyendo su debut: 'Margaritas y lavanda'
La pizpireta y locuaz cantautora pop vizcaína dio un bolo promocional en el Fnac para presentar su esperado primer álbum
Demorado por diversas razones en pleno caos pandémico, por fin ha visto la luz el primer disco de Maren, dulce cantautora pop de sólo ... 18 años pero con un gran bagaje de conciertos y de presencia en la prensa. Lo presentó en Bilbao dando un bolo promocional en el Fnac, que había preparado 15 butacas para la gente que se inscribió, y cinco minutos después de la hora prevista sólo habían comparecido cinco de los inscritos. En fin, la cita arrancó a las 7 y seis minutos y ahí estábamos los cinco inscritos, tres acreditados de prensa, la eficiente Ana del Fnac, el técnico de sonido y la acompañante de la cantante. Once almas en total. Pero menos mal que al poco de empezar la sala ya se llenó de público que pasaba por ahí.
Maren dio un bolo de 24 minutos para 6 canciones, todas ellas incluidas entre las 10 del CD titulado 'Margaritas y lavanda' (se vendía a 12,99 en la tienda). Antes de comenzar el showcase, Maren dijo que iba a 'deconstruir' las canciones comparadas con lo que suena en la grabación, pues la vizcaína dio un recital, o sea actuó ella sola: las tres primeras las interpretó a la guitarras acústica -¡no miraba el mástil al tocarla-, y las tres últimas al teclado. Y al acabar dijo irónica y autoexigente: «Gracias por venir a ver cómo descuartizo este disco».
Pero no fue así. Aunque fue un recital de una adolescente sola ante el peligro, la locuaz pero no charlatana Maren actuó con personalidad y don de gentes, y además exhaló un sonido amplio generando una burbuja astral muy moderna y de filiación británica. Maren, pizpireta e hija de una familia con tienda o sea con facilidad para tratar al público, presentó la media docena de títulos y abundó en su estilo vocal, una suerte de gorgorito retorcido, de vibrato inconsistente, de sostenido que rompe en trémolos, siempre alternando técnica con vulnerabilidad o emotividad.
Con la guitarra acústica enlazó tres piezas, ya saben: empezó algo a lo Izaro con 'Margarette, todos lloran por ti' (este título también abre el disco y en él Maren hace un dúo con Anni B. Sweet), agudos sembró en 'Cualquier cosa que diga yo' (compuesta a raíz de cierta dualidad interior, pues nos confesó que suele entablar diálogos entre la Maren normal y la Maren música), y como la mejor a las seis cuerdas destacó 'Debería ser normal', algo a lo Zahara (la presentó diciendo que cuando iba al instituto, «no hace mucho, ja, ja», no le gustaba salir a discotecas pero que entró a una en Salou, en el viaje de estudios, y se aburrió un poco).
Y Maren, que calzaba unas botas negras brillantes con punta fina y tacones altos, se sentó al teclado para las tres piezas restantes: la flotante y vulnerable 'Un sitio que tenga sol' (cuando contó que el sol le inspira para componer canciones, y citó como ejemplo 'Fotosíntesis', incluida en el disco pero no interpretada eas tarde, y que en verano veraneaba en Las Landas y «lo más guay del mundo» para ella era ver el sol caer en la playa), la mejor a los teclados que fue la lisérgica a contraluz 'Aeropuerto' (compuesta a partir de sus diarios de las terminales, pues antes de la pandemia estuvo dos años estudiando en Barcelona y casi todos los fines de semana volaba hasta aquí para dar conciertos o lo que fuera), y se despidió con el pop frágil 'Bitartean' (que también tuvo explicación: aunque los momentos malos no debemos renunciar a ser felices).
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