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Rob Halford, sumo sacerdote del heavy metal y de Judas Priest.

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Rob Halford, sumo sacerdote del heavy metal y de Judas Priest. ASIER CAMACHO - BEC

Judas Priest, sin forzar la máquina

Los clásicos del heavy, encabezados por su vocalista Rob Halford, contentaron a la parroquia metálica mayormente masculina y ataviada de negro concentrada en el BEC, 4000 personas que aplaudieron al oír y cantar sus hits

Viernes, 29 de junio 2018, 00:37

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Judas Priest (Birmingham, Inglaterra, 1969), pioneros del heavy metal y hoy día aún sumos sacerdotes del género (ahí está su influencia en las últimas oleadas del power metal teutónico o en grupos vascos de proyección internacional como los baracaldeses Vhäldemar), vendedores de unos 50 millones de discos en todo el mundo, recalaron en el BEC, en el formato reducido CUBEC, con todos los espectadores en pie (había unas 4000 personas), en la gira de su último disco, 'Firepower' (Sony), el 18º oficial y con el que han vuelto a su sonido clásico gracias a la labor del productor, Tom Allom (les produjo en el período glorioso 1979-88).

Son muchos años de andadura, casi medio siglo, y en su alineación se mantienen miembros legendarios como el vocalista coriáceo Rob Halford (quien hace décadas sorprendió al salir del armario) y el bajista Ian Hill (¡que está desde el 69!). Sin embargo, el guitarrista Glenn Tipton (milita desde 1974 y ha grabado todos sus discos), suele faltar porque este 2018 le han diagnosticado parkinson y ya no gira con ellos, aunque actúa en conciertos especiales. Le ofrecieron actuar en playback durante la gira, pero se negó. Y, sorpresa, en Bizkaia apareció en escena en las últimas cuatro canciones, las del bis.

Se notaba ambientillo Judas Priest desde que montamos en el metro a causa de los pasajeros ataviados con camisetas de Motörhead, Iron Maiden, Insomnium, Slayer, Lords Of Black (los teloneros de la cita), de lápidas y calaveras, e incluso el iconoclasta Topo luciendo una de Pink Floyd. Fuera del BEC los 'jevis' hacían botellón, patrullaba un coche de la Ertzaintza, y además las hordas alegres con camisetas negras habían colonizado los bares y sus terrazas en un radio de cientos de metros. Decían que habría 4000 personas en el BEC. Y , según la uniformada de seguridad que registraba la cola de entrada de las chicas (había en paralelo tres pasillos: uno para chicas semivacío, y dos pasillos para chicos congestionados), había acudido una fémina por cada diez espectadores.

Puntuales salieron los teloneros, Lords Of Black, con el chileno Ronnie Romero a la voz. También canta en Rainbow. Con sonido malo que mejoró al final hicieron su set power metal progresivo mientras fuera la cola se alargaba cientos de metros por la gente que acudía con retraso, o con el tiempo calculado para llegar a los Judas. Al acabar los Lords Of Black la peña salió a fumar y a abrevar y nos fijamos en el puesto de merchandising, con camisetas a 35 eurazos. Normal que algunos las pirateen. Ah, los precios de la barra eran normales: a 3 € las birras y a 2,5 los refrescos.

Durante el cambio de grupo, antes de empezar el concierto de los Judas, todo el tinglado permaneció tapado por un gran telón frontal con una suerte de letanía en inglés. Al acabar de sonar la introducción enlatada con fragmento del 'War Pigs' de Black Sabbath (sus paisanos, que arrancaron en Birmingham en 1968), todo ese telón frontal se dejó caer, fue absorbido literalmente por un aspirador, desapareció de la vista y vimos a los cinco Judas, que arrancaron con 'Firepower', el título del disco que promueve esta gira mundial.

Hacía muchísimo calor en el BEC y no pocos espectadores fumaban. El escenario era más bien bajo y estaba dotado de una colorista pantalla gigante de fondo (que se reveló a la tercera canción, que tiró de visuales sencillas y que no usó planos de lo que sucedía a modo de televisión hasta que llegamos al epílogo) y adornado con abundantes logotipos que daban la sensación de ser símbolos litúrgicos. Las numerosas tonalidades anaranjadas eran más cálidas que amenazadoras e impregnaban de modernismo transversal el escenario.

Con Rob Halford gastando una estética pinturera (chaqueta plateada con largos flecos de salida y luego numerosos cambios de ropa), armado con un micrófono con trucos mágicos (ecos y más), atento a lo que probablemente eran las letras de las canciones pasando por un teleprompter colocado a sus pies, moviéndose pesadamente cual guerrero con armadura y rodeado por sus escuderos de las guitarras y las melenas moviéndose con agilidad impostada, teatral, iban cayendo títulos de temática metálica como el coreada y marcial 'Grinder', el chillada puño en alto 'Sinner' o el recibida con palmas de la masa a lo radio gaga 'The Ripper', con la pantalla emitiendo imágenes viejas sobre las noticias de los asesinatos de Jack el Destripador.

Se les notaba un poco cansados (veteranos dosificando fuerzas) y Halford hacía muchos mutis y leía las letras sin disimulo, aunque la maquina funcionaba, sin forzar el engranaje y al principio del concierto mejor en los nuevos títulos (el marcial 'Lightning Strike'). Halford se movía cual sacerdote sumerio y ponía los cuernos mientras con profesionalidad y sin alharacas los Judas seguían batiendo temas incluidos en LPs cuyas portadas emitía la pantalla: 'Bloodstone' y su ensalada de guitarras y coros, la escuela Black Sabbath de 'Saints in Hell'...

Halford se cambiaba de chupas de cuero ceremonial y continuaba leyendo las letras desde el centro del tablado, la peña se aplaudía a sí misma de contento por recrear sus canciones favoritas, el calorazo no remitía y de vez en cuando estallaba la pasión, como en el himno corajudo 'Freewheel Burning'. Oe oe oe oe se animaba el gentío y por fin se usó la pantalla para reproducir a Halford y a la masa en directo en 'You've Got Another Thing Comin´'.

En 'Hell Bent For Leather' reapareció Halford montado en una moto mientras los fans le inmortalizaban con sus móviles y la pantalla emitía secuencias de películas moteras de serie B, y los Judas se despidieron con la influyente 'Painkiller', como avisaba de su título la portada de la macropantalla antes de emitir ésta imágenes clásicas del grupo y al final de Halford en vivo instantáneo y en blanco y negro.

Tras esta cima de lo que íbamos de conciertos quedaba el bis cuádruple... ¡Y la sorpresa con la participación Glenn Tipton, el de la baja por parkinson! Tocó en tres hitazos como 'Metal Gods' (la masa coreó su nombre al acabar), un arrollador 'Breaking the Law' (con la bandera británica en pantalla), en la coral total 'Living After Midnight' (la peña la coreaba dejándose el bofe como ante los Kiss y además se veía plasmada en pantalla), y una cuarta pieza también a tres guitarras, coda sorpresa de un show de 110 minutos (contando el numerito del telón inicial) y 19 canciones (sin contar las enlatadas, caso de la intro de Black Sabbath y la outro con los Queen), un bolo creciente por el orden de las canciones, las más excitantes ubicadas en la segunda parte.

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