Lord Bishop Rocks ardiente como el napalm en el Kafe Antzokia
El guitarrista flamígero neoyorquino forjó blues-rock corrosivo y hendrixiano en uno de los mejores conciertos del año, albergado en la sala pequeña de arriba y ante poco público
Este martes, nada más llegar a la puerta del Kafe Antzokia, el jefe de sala, Erlantz, nos subrayó que la sala va a estar programando ... conciertos doce días seguidos. Y le respondimos que esperamos no faltar a varios de ellos, por ejemplo al de US Rails el próximo miércoles en el Antxiki, o el lunes al primero de los dos que dará Gorka Urbizu para celebrar los 30 años del Antzoki, programa especial por el que ha pasado Fermín Muguruza y ojalá nos cuadren las calendas para atestiguar la participación en el mismo de los pioneros Errobi antes de que se disuelvan de nuevo este año.
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El caso es que el martes acudimos al Antxiki, la sala pequeña de arriba del Antzoki, para ver al blues-rocker flamígero afro-neoyorquino Lord Bishop Rocks, quien antes de arrancar su actuación estaba vendiendo personalmente el material en el merchadising: una guitarra a mil euros (también aceptaba pagos con tarjetas de crédito), pedales de guitarra, camisetas (una ponía 'Fuck Putin', otra 'Fuck Racists'...), CDs (uno a 15 €, los cinco de oferta a 50 €)... Pero poca clientela potencial tuvo, pues sólo hubo 40 personas: 24 que compraron la entrada en la anticipada, una decena que lo hizo en taquilla, y varios invitados. Había cuatro fotógrafos, el diez por ciento de la parroquia, y tres mujeres, a una de las cuales la cortejó. Seguro que restó público el partido de la Champions entre el Liverpool y el Madrid.
Tras el breve e inesperado teloneo de la italiana Saraya Artisti (un recital con una guitarra en la que alternó originales con versiones como 'Psycho killer' de Talking Heads –hum…, una chica llevaba una camiseta de estos esa misma tarde en la Zinemateca, en la película 'Cure', la primera del ciclo sobre Kiyoshi Kurosawa, sin relación con el maestro- y 'Me and Bobby McGee' de Janis Joplin), se subió al escenario el yanqui (camiseta de Queens Of The Stone Age, chaqueta con parches de AC/DC, Motörhead, Metallica, Guns N Roses, Savatage…) escoltado por un baterista brasileño y un bajista lisboeta, ambos más bajos que el jefe de dos metros (asegura la promo, pero quizá no los alcanza) aunque con unas pintas tales que no te gustaría cruzártelos en un túnel, y los tres se cascaron un bolazo de rock crepitante y con alma de 10 canciones en 57 minutos. ¡De lo mejor del año! El bolo nº 539 de lo que vamos de 2025.
Yendo al grano, cantando con poderío y sin la ronquera que le lastraba las veces que le vimos en La Nube (2019 y 2022), el power-trio hendrixiano arrancó el motor con el único blues de la velada (a lo Popa Chubby 'Woke up this morning', o sea me desperté esta mañana..., y me di cuenta de que estaba muerto), a la segunda trepidó el rock hendrixiano en un grande 'Monster', y comentó Azpiazu: «vaya luces, pero suena que te cagas, ¿eh?».
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Antes de la tercera, como el escaso público estaba dispuesto según la famosa U vasca (alejado del artista y como quien dice nadie delante del escenario), Lord Bishop dijo que no fuésemos tímidos, que quería vernos las caras, que diésemos un paso adelante y que estábamos en una fiesta de rock and roll, y se reivindicó con el funkadélico 'Senator Groove', con punteos de puro y peligroso napalm hendrixiano.
Al acabar ésta, con la cara contenta dijo «muchas gracias» en castellano, alzó a modo de brindis su vaso de vino lleno casi hasta arriba (era uno de sidra), deseó «salute» en italiano, y siguió metiendo caña: dedicó a los que dicen 'fuck the police' o algo así el rock saltarín 'Driving on wild black', e informó de que estaban presentando su último álbum, 'Tear down the empire' (derribar el imperio, de 2024), y de que lo vendían en vinilo y CD, y que iban a tocar varias canciones de él, que fueron estas tres: la aleación entre ZZ Top y Los Pirates de la voz cavernosa 'Find my way home', la que definió como canción protesta y dedicó a Bibi Netanyahu y brotó algo a lo Rage Against The Machine 'Oops damn' (esta la única de las diez del disco que lleva la E de letras explícitas, o sea con palabrotas), y la alta energía roquista de 'Burn down the house'.
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En la recta final de este bolazo que dejó con ganas de más a la concurrencia dedicó la balada 'Moonlight serenade' a una de las tres chicas presentes en el Antxiki. Miren se llamaba, pues el neoyorquino se lo preguntó en público (y nosotros le dedicamos este texto). Al acabar la única balada (la primera pieza fue un blues lento mortal, no una balada) dijo 'Salute' por segunda vez, agradeció su labor al técnico de sonido (sí, nos sumamos al elogio), y anunció que quedaban un par de temas, que fueron sendas versiones de clásicos del rock: 'Hey Joe' de Hendrix (muy bien interpretada, sin alargamientos vanos y con vórtices eléctricos; ah, una pena que se saltase la que tenía apuntada en el set list, el blues de Hendrix 'Machine gun', o sea ametralladora), y se despidió invitando al escenario a la telonera Saraya Artisti, que cantó en plan dinámico y estelar el 'Rockin' in the free world' de Neil Young antes de correr para ir a atender el puesto de ventas de merchandising.
Lord Bishop Rock se solía asomar al borde del tablado para los solos de guitarra, y el momento culmen de esta última canción, la de Neil Young, fue cuando el grandullón bajó a puntear entre el público, se acercó a su enamorada Miren, y antes de acabar le plantó un beso en la mejilla. Estaba coladito por ella. Era como La Bella y La Bestia.
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