Loquillo da una clase de rock&roll 'disfrutón' con aplomo y chulería en el BEC
El rockero catalán demuestra ante 4.000 almas su estatus y carácter revisitando temas centrales de toda su carrera
Josu Olarte
Sábado, 11 de octubre 2025, 08:09
Avistando ya sus bodas de oro en la música, José María Sanz (Barcelona, 1960) sigue siendo en esencia un creyente orgulloso y resistente; o resilente ... como se dice desde una pandemia tras la que reveló una dolencia de garganta que, por lo atestiguado de nuevo anoche en el BEC, no ha dejado secuelas evidentes.
Practicante y predicador insobornable de una forma clasicista de entender un rock con poso autoral, ilustrado, y adulto del que se ha convertido en epítome y máximo referente estatal, Loquillo alardea además con altanería de ese estatus que ha llegado a proclamar de manera explícita en discos como el directo 'El Creyente' o 'El ultimo clásico', y que defiende con aplomo.
Al borde los 65 años (los cumple el 21 de diciembre), el montaraz Loquillo sigue encadenando conciertos teatrales y literarios como 'Transgresiones (musicando con cuerdas textos de Dickens, Pavese, Gil de Biedma, Benedetti o Jacques Brel) con giras que establecen conexiones entre todas las caras que ha venido mostrando en los 47 años que separan sus inicios rockabileros con Intocables y Trogloditas del aura de rockero, europeísta, lírico, chuleta y maduro que defiende desde que en el premilenio se emancipara como solista.
Dentro de estos parámetros se enmarca la gira retrospectiva que anoche escenificó su cuarta fecha en la sala CUBEC!, que así se llama el Bizkaia Arena en formato reducido. Una nueva celebración de su carrera suscitada por su último álbum doble 'Corazones legendarios' donde, sin evitar un lugar común en todo artista de largo recorrido, revisita, sin grandes aportaciones, temas centrales de su cosecha con colegas de ayer y hoy de distinto pelaje como Manolo García, Bunbury, Raphael, Alaska, Miguel Ríos, Ramoncin, Calamaro, Iván Ferreiro, Dani Martín, Leiva, Secretos, Nacho Vegas, o Coque Malla, entre otros.
En este contexto de celebración es inevitable que El Loco incida en un repertorio de sobra conocido y disfrutado. Después de todo, como se encarga siempre de recordar, el estatus de leyenda lo marcan canciones que han superado el paso del tiempo y se han convertido en banda sonora intergeneracional.
Como ya pasaba antes incluso de su gira de 40 aniversario, volvió a planear en Barakaldo una cierta sensación 'déjà vu'. La impresión de asistir a un espectáculo ya visto, por mucho que el rocker barcelonés combata ese sabor a plato recalentado con nuevas versiones menos de clásicos trasversales que dice abordar 'con la energía del presente', remozando su banda habitual o rescatando temas favoritos de sus seguidores más acérrimos.
Ante cerca de 4.000 fieles mayoritariamente de su quinta (algunos con hijos presentes), Loquillo ofreció durante casi dos horas un concierto de graduación creciente. Lo hizo sin mayor parafernalia, oficiando con su habitual aplomo y chulería trajeada sobre un escenario con la sobriedad de la vieja escuela, pero tan mal iluminado que apenas permitía distinguir su banda en la distancia. Un combo que, con una tríada de guitarristas que comanda el también compositor Igor Paskual, en esta gira ha mutado en septeto renovado con la incorporación de un saxofonista que hizo que la cosa evocara por momentos, tanto a los Trogloditas de los 80 y los 90, como puntualmente a la fanfarria rockera de Springsteen.
Con toque marcial de llamada a las armas arrancó la velada con sonido empastado pero con más estridencia que pegada eléctrica. De un tirón y con cierto estatismo escénico, Loquillo empezó recordando que la locura vence a la vejez con la ochentera 'En las calles de Madrid', que ha reciclado con Ramoncín y su militancia en el pensamiento ilustrado en 'La línea clara' que, de un tirón y con cierto estatismo del personal, encadenó con las mentadas 'María', que tuvo algo de su pulso juvenil troglodita, la igualitaria y sexual 'El mundo necesita hombres objeto' en vena de hard blues y la descreída 'Sol'.
Tras dar las gracias «por estar ahí siempre», el sonido fue mejorando a medida que el trajeado, enlutado y siempre elegante Loquillo elevaba el listón y caldeada la platea con su campestre y anarcoide versión Johnny Cash 'El hombre de negro', el pulso rebelde y guitarrero de 'Salud y rock and roll' y el espíritu de resistencia rockera que transmite 'Los buscadores'.
Del nostálgico 'Balmoral', uno de sus mejores discos autorales, rescató también un 'Cruzando el paraíso' que con piano enfático, evocó el rock afrancesado de Johnny Hallyday (que colaboró en aquel álbum) y un 'Memoria de los jóvenes airados' que dedicó «a todos los que conocí y me hicieron ser lo que soy» y que interpretó con un pulso de soflama resistente que subrayó su coda guitarrera final de Igor Paskual y el guipuzcoano Josu García.
Entre ambas sonó un coreado 'El Rompeolas' (regrabado con Manolo García) que conquistó el maduro corazón rocanrolero de los presentes antes de encarar una segunda parte del set que fue mejorando a todos los niveles, tanto en sonido como en electricidad guitarrera y entrega de un Loco vitoreado por momentos.
Revisitar su legado
El recuperado 'Rock suave' fue lo mejor de la velada, por recordar tanto su troglodita como el pulso animal y afilado de Los Ilegales de un Jorge Fernández con quien Loquillo lo ha vuelto a grabar y del que, por estar afectado de un cáncer que le ha hecho abandonar la actual gira ilegal, se acordó al presentar a su banda.
Pegada y pulso troglodita tuvo también la celebrada 'Carne para Linda' que tras cambio de chaqueta, Loquillo interpretó buscando la conexión física con las primeras filas y un 'Rey de glam' de Dinarama, tras el que la banda se retiró para conceder una recta final de hits y clásicos ineludibles.
Un postre y broche celebratorio que, con guiño a los 'Who' de Baba O'Riley, encadenó un 'Rock and roll actitud' reciclado con Miguel Ríos; la troglodita y censurada por el feminismo 'La Mataré' de Sabino Méndez; un 'Besos Robados' llevada con saxo y teclados a Nueva Orleans o un 'Ritmo de garaje' con aroma 'springstiniano' y un entregado Loquillo dirigiendo a la masa y proclamando que «vuestra banda de rock and rollo somos jodidamente nosotros». Con la grada ya en pie cerró El Loco con el rock cabal de 'Feo, fuerte y formal', un rock and roll star, con punto teatral y hasta croneresco, pero con estribillo cantando con la platea y un 'Cadillac Solitario' que introdujo con una cita de Scott Fitzgerald
«Vamos adelante, como botes contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado» recitó un Loquillo que dice mirar atrás evitando la nostalgia y sin querer devenir en caricatura de sí mismo al revisitar su legado, algo que está lejos de parecer. Más bien da la impresión de que, más allá de los achaques propios de la edad, seguirá en la brecha mientras el físico y su garganta le permita mantenerse con el carácter y la convicción que su aún transmite por la vía directa.
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