Joaquín Sabina, un cantautor de taberna ante 10.000 almas

La mejor banda que ha tenido nunca, afirmó exagerando Joaquín Ramón Martínez Sabina (Úbeda, Jaén, 74 palos). Y encima aseguró que al menos tres miembros de su banda cantan mejor que él: le compramos el boleto de la corista, con perdón, Mara Barros, pero no nos creemos lo de las intervenciones del guitarrista Jaime Asúa (de Bilbao) y del histórico acompañante Antonio García de Diego («un verdadero músico, no como yo, que soy un cantautor de taberna», soltó Sabina en las tempranas presentaciones). Todos estos halagos dirigidos a sus subalternos, o elogios si prefieren, parecieron destinados a zaherir tácitamente al ausente Pancho Varona, antaño mano derecha de Sabina y hogaño desterrado por motivos no aclarados.

El caso es que el concierto del domingo estuvo muy bien, y Sabina dosificó esfuerzos dejando cantar títulos completos a sus escuderos y en ocasiones abandonando el escenario. Así, Mara Barros libró con la cabaretera 'Yo quiero ser una chica Almodóvar' y luego en la copla 'Y sin embargo te quiero'. Pero el bueno de García de Diego insufló poco aire a una desgalichada 'La canción más hermosa del mundo', y el guitarrista Asúa, que este domingo celebraba su cumpleaños (igual que otro importante miembro de la troupe sabiniana: su manager Pepe Navarro), pues no destacó en, qué casualidad, sendos números atropellados y algo a lo La Orquesta Mondragón: 'Llueve sobre mojado' (coescrito entre Sabina y Fito Páez) y un desconcertante 'El caso de la rubia platino' que sirvió para abrir el bis. Hum, la banda de Sabina, cuando no está de gira con éste, da bolos bajo el apelativo de Benditos Malditos en los que versiona las canciones del jefe, como uno que atestiguamos en las fiestas de Palencia, donde actuaron con poca gracia y escaso carisma, sin la soltura y descaro del jefe, y dilatando los momentos con unos parlamentos que deberían podar.

Pero nos estamos desviando de lo importante por poner el foco en los truquillos que usa el longevo bardo de Úbeda para permanecer en escena largo tiempo. Y es que el concierto estuvo muy bien, por la acústica en el BEC y por las facultades del propio Sabina: ronco pero entonando con maestría y sin flojear, leyendo mucho las letras de dos teleprompters que tenía a sus pies, tocando varias guitarras, declamando un par de poemas (el primero vindicándose y afirmando «no me veréis en Benidorm con el Imserso» -claro, se puede permitir algo mejor-, y el segundo enumerando con profusión lo anatómico, desde los húmeros hasta el clítoris, para concluir que «esta es mi patria, alrededor no hay nada»).

Sabina, que usó dos vestuarios, el primero con bombín y el segundo, en el bis, con chistera, pareció emocionarse en varias ocasiones, sobre todo al principio, y comentó que «este oficio de locos tiene dos cosas buenas, una es que en los malos tiempos el escenario es mejor que la vida, y la otra es que a veces aparecen amigos a los que no veías hace mucho y nos dan mucha alegría», antes de dedicar la canción 'Cuando aprieta el frío' a Iñaki López y Andrea Ropero, presentes en el BEC. Musicalmente Sabina y su banda tocaron desde ritmo y blues y country con slide, hasta rancheras, el citado cabaret y rock a secas. Y, paradójicamente, cuando menos instrumentación hubo más emoción se generó: ¿no fue la cima de la cita la undécima, la intimista 'Tan joven y tan viejo', melancólica, sentimental y ronca a lo Satchmo? El caso es que recibió la primera ovación en pie de las 10.000 almas, y fue grande y larga.

Repasemos los 23 títulos del repertorio, que fueron los mismos y en el mismo orden que escogió el viernes también en el BEC. «Estamos en el escenario en el que el viernes dimos uno de los mejores conciertos de nuestra historia. Fue una noche mágica, de San Juan, y hoy no es San Juan, pero hagamos que sea la Aste Nagusia», animó en su primer parlamento Sabina. Los mejores momentos fueron: 'Lágrimas de mármol' («se nota que es de Leiva al primer acorde», identificó el sabiniano Óscar Esteban); 'Por el bulevar de los sueños rotos', emocionante y con cientos de móviles inmortalizándolo; reiteremos que la primera gran cima fue la intimista 'Tan joven y tan viejo'; no estuvieron mal la balada al piano 'Una canción para la Magdalena' (que nunca le cobra) y la rumbita feliz '19 días y 500 noches' (este disco marcó el punto de inflexión de Sabina; pro primera vez dio importancia al sonido de sus canciones, no sólo a las letras); una increíblemente en comunión con el público cantarín 'Y sin embargo', que fue el segundo óptimo momento de la velada; y ya en el bis cayeron el egotista (yo-yo-yo…) 'Contigo', donde coló el verso «ni Guggenheim sin ti», y las dos últimas, la fronteriza 'Y nos dieron las diez' y la apoteosis serratiana o circense 'Pastillas para no soñar', con Sabina aplicado a los platillos (y observó Óscar Esteban: «la primera vez que le vi fue en Fadura hace unos 30 años y también acabó con esta canción»).

Bueno, pues que sepan que Sabina estará actuando el miércoles 5 de julio en Torrelavega, en el Malecón, con un aforo de 6.000 personas, en un concierto también enmarcado en la gira 'Contra todo pronóstico', que arrancó en febrero en Costa Rica y que pasará por Hispanoamérica, España (¡31 fechas!) y USA hasta diciembre de este año, que acabará con dos fechas en Madrid, en el Wizink Center.