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Casi 400 almas (al evacuar la discoteca un miembro de seguridad uniformado nos informó de que sólo quedaron 4 o 5 sin vender para llegar ... a esa cifra, o sea que contando invitados y staff estaríamos más) se congregaron este viernes en la Santana 27 para sumergirse en el concierto de la flamenca lolaila o neofolklórica del siglo XXI La Húngara, quien, por cierto, al igual que James Brown, tenía un guardaespaldas pendiente de ella en el escenario.
En su primer concierto del año fuera de Andalucía, un concierto filmado (había al menos una cámara fija en la mesa de sonido y tres camarógrafos), La Húngara (Sonia María Priego Bárbara, nacida en Écija, Sevilla, hace 45 años) actuó en sexteto electrificado, con dos jóvenes coristas que no dejaron de insuflar aire y vitalidad, y cantó 16 temas (en total 19 canciones, pues un tema fue un popurrí triple, con las canciones a sus nietos Manuel y León -de su hija Laury, alias La Hungarilla-, más su hit 'Me siento prisionera', y otro doble y rumbero con 'Achilupú' de Dolores Vargas, La Terremoto, en 1970, más 'Mala, malita, mala', grabado antes por La Marelu en 1979) en 111 minutos (de 9.20 hasta las 11.11 de la noche, o sea que arrancó con veinte de demora) disfrutados desde el principio por los casi 400 espectadores, con importante presencia de personas de etnia gitana, de mayoría claramente femenina, y de media de edad jovencísima (le dije a Óscar Cine que pensara en qué concierto último había estado con un público tan joven, y elegante o bien vestido, añado aquí).
Ella, La Húngara, de negro, con plataformas, pantalones, escote y abrigo de cuero como los de la Gestapo, halagó de modo recurrente al paisanaje, le sermoneó (no le faltó razón cuando dijo que el amor no conlleva sufrimiento), se definió como artista varias veces, bajó en una ocasión a cantar entre el público (pidió un ancho pasillo y dijo que ese era el momento en que su seguridad se ponía de los nervios, pero La Húngara aseguró que «mi público maravilloso me quiere y me respeta»), y en otra ocasión subió al escenario a un par de fans, a un matrimonio cántabro formado por Pablo, de 21 años, vestido con chándal y con riñonera marca Adidas («¡parece el Neng!», exclamó al ver a Pablo un Óscar Cine que se lo estaba pasando mucho mejor de lo que pensaba), venido desde San Vicente de La Barquera, y su esposa Desirée, de Santander, que ya le ha hecho padre orgulloso.
Pero vayamos a lo que importa, a la música, a la fiesta que se generó desde el arranque, en plan Los Chichos morunos ('Húngara', donde se canta a sí misma, incluso en los coros), El Barrio en colusión con La Pastori ('La niña bonita', al acabarla dijo: «¿dónde está mi gente de Bilbao? Esto no ha hecho más que empezar y ya he perdido un pendiente. Me voy a dejar las tapas de los tacones…», prometió sugiriendo que lo iba a dar todo) o una folklórica del siglo XXI ('No te enamores'). Y como el día después, hoy sábado, es el 8M, el día de las mujeres («sabéis qué día es mañana, ¿no?», planteó), como una Rocío Jurado muy a lo Camela cantó 'Hasta aquí hemos llegado', esa que reza: «Hasta aquí hemos llegado / De ahora en adelante me pondré el vestido / Que a mí me apetezca / Hasta aquí ya está bien / No seré más tu esclava / Busca quien se calle y quien te obedezca / … / Viviré como quiera vivir / Y seré libre para decidir / Y te hare el amor cuando esté dispuesto mi corazón / … / Hasta aquí ya está bien / Yo necesito un hombre no un niñato absurdo / Que no me respete / De ahora en adelante».
La cosa iba bien y embargados por la condescendencia norteña (no queremos poner vasca…) con respecto a lo que viene del Sur, pensamos que no estaba mal, pero el caso es que la cosa devino muy buena, y entre la fiesta se sentía mucho busilis, y la alegría de la gitanería era de verdad, de boda. Y cantó La Húngara de repente, 'Me duele el corazón', y completaron el verso a pleno pulmón todas las chavalas (había muchas cuadrillas de adolescentes y veinteañeras): «de quererte tantoooo». Y la cantante de Écija subió a la escena al joven matrimonio al que hizo cantar 'Déjame volar' (le cedió el micrófono a Desirée, que se sabía la canción entera), bajó entre el público para cantar la dupla 'Achilipú / Mala, malita, mala', la cima de la cita la holló con sus plataformas en la rumba cubana (el pianista negro parecía de la isla) 'Tengo que impedir esa boda' (y aquí la gente se volvió loca coreando una canción famosa por Tele 5, dijo la astigitana o ecijana), infiltró más rollo moruno vía Caño Roto en 'Habibi', en 'Dile que yo' resonó a la Pastori multiplicada (no solo por esos coros femeninos tan de impronta barriera, de El Barrio), y el público entró en éxtasis en la algo Melendi 'Sábanas de miel' (la de «siento que me tocas», con unas chavalillas venidas de Castro Urdiales desgañitándose y filmando con sus móviles a nuestras espaldas).
Y la pasión continuó hasta el final: los seis actuantes versionaron en tono solemne y demasiado alargado a Triana ('Todo tiene su fin', cuando propuso La Húngara: «quiero que España entera se entere del pedazo de público que tengo aquí en Bilbao esta noche», y sacó el móvil y nos filmó y advirtió: «voy a hacer un directo», y puso a cantar y a saltar a los casi 400), y se despidió con una bachata aflamencada, 'Tú me dejaste de querer', su canción más famosa, pues la ha grabado a dúo con C. Tangana, a quien elogió en un discurso previo en el que le agradeció todo, también girar con él «por toda España y Latinoamérica», y a modo de bis pero sin hacer mutis se cantó a sí misma de nuevo con la de 'Húngara': «Húngara / De pelito rubio y negra mirá / Húngara / De pelito rubio y negra mirá…».
Ay, qué fiestón, oigan, con La Húngara, que nos dijo: «Cada uno de vosotros sois importantes, os prometo que os miro con cariñó».
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