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«Mucho chavalito, gente moderna», comentaron unos padres treintañeros la tarde de este domingo viendo a los numerosos peatones que cruzaban el último semáforo de ... la Gran Vía antes de enfilar el Palacio Euskalduna, donde el cantautor levantino Guitarricadelafuente (Álvaro Lafuente Calvo, Benicasim, Castellón, 27 de agosto de 1997) daría el primer concierto de la gira de su segundo álbum, 'Spanish leather', editado en abril. Dos tráilers trajo para lo poco que se vio en escena..., ¡y lo de que se vio poco no lo decimos por la oscuridad premeditada que primó!
Contando al líder hubo cinco músicos con poca parafernalia, y a modo de atrezo se usó un potro de gimnasio, una silla, una botella de agua para derramarla sobre la silla y el suelo, un fondo de paneles rectangulares quizá de metacrilato, por transparentes, cruzados por una franja de luz que casi siempre estaba apagada, un andamio detrás del panel que escaló para asomarse a cantar desde ahí la última canción. y poco o nada más (no, no hubo pantalla de fondo).
Guitarrica llegó a decir que esta gira era muy experimental, lo cual no se entiende a tenor de la parafernalia utilizada y la recurrente oscuridad del escenario. O quizá se debía a ello y a nosotros nos pareció normal. Eso sí, como el público («mucho chavalito, gente moderna», recuerden) parecía tan predispuesto e impresionable, le aplaudían todo con desmesura. No se imaginan cuánto ovacionaban cuando el artista se asomaba al borde del escenario y hacía aspavientos para jalear a la masa, como si fuese un rejoneador encendiendo los tendidos artificialmente.
El cantautor levantino agradeció al respetable que en la venta anticipada se hubiera agotado el aforo antes de salir el disco, y barruntó que pocas canciones se iban a corear porque aún no se habían aprendido las nuevas letras. Y así fue: sólo se corearon tres temas a lo largo de un concierto fugaz de 17 canciones en hora y cuarto (más exactamente 74 minutos contando los saludos finales). Un tanto rácano, dio la sensación, pero es que su estilo, efectista de principio a fin, puede pecar de reiterativo si se estira demasiado.
Sí, no conviene abusar de tanta ampulosidad refrenada, tanto ambiente de estadio con tambores tribales, tanto influjo de Mumford & Sons y de Lumineers pero usando solo los primeros compases, y a menudo cantando para dentro, con una introversión de vocalización poco clara (¡pensamos que canta como Bad Bunny!) que en el nuevo álbum 'Spanish leather' recuerda a veces al Antónimo más suave, influjo que en vivo se diluyó. Ah, el que suscribe opina que en el directo de este domingo la representación de la novedad mejoró, por pegada y fuerza física, aunque el amigo Óscar Esteban, que acudía con altas expectativas, se le quedó corto porque según él no se entendieron las letras y se perdieron los matices musicales.
Guitarrica ejerció de protagonista absoluto, ora cantando y deambulando sin rumbo por el tablado (no tardó en mojar de sudor la camisa vaquera), ora tocando la guitarra o el piano. Con sus cuatro acompañantes en un discreto segundo plano, el castellonense arrancó con 'Full time papi' y su onda neo-gospel blanco a lo Band Of Horses, dejó siempre el ímpetu a medio camino, creó ambientes sombríos onda Seattle en los 90 (los de 'Conticinio'), echó mano del folk andino, sonó siempre vocalmente entrecortado ('Puerta del sol'), hipó cual adolescente en plan Maren con voz grave, y apuntó al estadio como La MODA sin tanta épica ('ABC', la primera que coreó el público, e íbamos por la décima del setlist).
Puso en pie al auditorio como si fuera Fantastic Negrito, sin abandonar nunca el efectismo llegamos a la segunda canción más coreada por la afición, que fue 'Agua y mezcal' (ahí derramó el agua, sí), hizo de vate heterodoxo en '¿Quién teme a la máquina?', se despidió inesperadamente pronto con 'Guantanamera' (poco se le entendió la letra, pero fue la tercera que coreó el público), y a modo de bis desde el andamio se asomó a lo alto del panel para cantar 'Tramuntana', una suerte de vals etéreo.
Estuvo correcto, o sea bien sin más. Y si tenemos en cuenta que era el primer bolo de la gira, pues todo bien. Aunque si insiste en llamarlo experimental, debería añadir más magia a la escenografía y la coreografía, y jugar mejor con las luces, sugerir con ellas y abandonar tanta oscuridad. Por el texto parece que no nos gustó, pero estuvo bien, ya se ha dicho.
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