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Elena Iturrieta, de 33 años, tras su piano. CARLOS Gª AZPIAZU
Ele, grandiosa y recogida

Ele, grandiosa y recogida

La pianista y vocalista madrileña Elena Iturrieta, influida por el góspel, debutó en Euskadi este sábado en el Social de Basauri dando un concierto digno de festivales como el BBK Live o el BIME

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Domingo, 17 de febrero 2019, 16:05

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Nos gustó tanto el por momentos asombroso concierto sabatino en el Social Antzokia de la pianista y vocalista angloparlante madrileña Ele, alias de Elena Iturrieta, que deseamos repetir el 9 de marzo en Sopelana (Kurtzio, 20.oo horas, 8 €). La de Basauri fue su primerísima actuación en el País Vasco, como dijo ella entre nervios, recuperaciones de resuello encubiertas (llegó a reconocer que andaba mal de forma física), monólogos (nos carcajeamos con lo de la bolsa con los CDs y con la pregunta retórica de qué hará la gente con las fotos que se saca con ella, si las borrará), acentuada cercanía con el respetable (desde el principio le hizo cantar, como avisó antes en entrevista) y ambición subliminal (ese deseo de llenar el Wizink madrileño que dejó caer unas tres veces).

Al encuentro le eliminan algunos detalles infantiles (la interrupción para el cumpleaños feliz cantado a su guitarrista Amable; pensamos que podía haberle felicitado en inglés, con el happy birthday, que esa la sabemos todos), cierta querencia 'OT' excesivamente emotiva (el bis con ella a solas al piano a lo Pablo López 'Dicen', dedicado a su perra tras su muerte) y alguna pieza en exceso comercial ('Little Lain', inspirada en el acoso escolar, asunto que conoce de primera mano pues Ele es profesora «de lunes a jueves» y asegura que ahora el problema es peor porque se prolonga más allá del horario lectivo debido a las redes sociales), y entraría en nuestra lista de lo mejor del año o casi. No en vano, al salir del Social dijo el fotógrafo sin complejos melómanos Azpiazu: «Éste ya está en mi Top 10».

Con una estética campera totalmente distinta a la que gasta en las imágenes promocionales, la madrileña Ele vino presentando su segundo disco, el noctámbulo 'What Night Hides' ('Lo que la noche esconde'), grabado en los estudios Abbey Road de Londres (¡los de los Beatles!). Pilotó un concierto de 110 minutos para 14 piezas en septeto de ejecutoria resolutiva y muy bien arreglado (aunque a la postre se amplió la alineación con un saxo y otra vocalista, hasta llegar a los nueve componentes), un show que alcanzó los momentos culminantes en los pasajes de carga vocal góspel, aunque no desmerecieron otros de todo tipo y válidos para festivales como el BIME y el BBK Live.

Alardes vocales aindiados

De lo oscuro a lo luminoso (así cursó la luminotecnia de la escena), ora recogida ora grandiosa, Ele empezó magnificente, con el escenario en sombras, un foco cenital desvelándola y ella con su estilo abarcando a los fans del pop ampuloso de los Cramberries, el metal épico femenino de Evanescence y hasta la new age de Enya en 'Last Time'. Siguió constantemente enfática y sostenida en 'I'm Falling', del country alternativo vía Walkabouts derivó a la fiesta OT en 'I Follow Rivers' (versión de la sueca Lykke Li que suena en la película 'La vida de Adele'), y en plan góspel eclesial a lo Aretha apoteósica se puso en pie para la pieza más purista de la cita, 'Olympus', premiada con ovación y silbidos (al acabarla Elena nos confesó de que andaba justa de forma física).

La madrileña, que canta muy bien, se lució en arquetipos de Nueva Orleáns prolongados con alardes vocales aindiados y panteístas con ella en pie al borde del escenario ('To The Ground', dedicado a su abuela, que falleció a los 101 años en 2016), medró hasta los guiños de estadio springsteeniano cuando intervino el saxo y el formato se elevó al octeto ('Longing', que desde el soul rock saltó al rock tinaturnesco con palmas, otra vez al góspel, e incluso al jazz fusión y al tribalismo de Santana, más su canción estrenada esa noche en Basauri e inspirada en la carrera durante años ya con sus músicos, titulada 'Let's Share This Road All Life Long' y que resonó al Elvis adulto y a Joe Cocker), y se despidió con soul-rock aparatoso algo Leon Russell ('Our Story').

Pero quedaba el largo bis con el dicho 'Dicen' a solas al piano (la única que hizo en castellano), un solemne 'Shadows' extraído de su primer disco ('Summer Rain' se llamaba y también lo vendía a 10 euros en el lobby, donde se hizo una larga cola para comprarlos), el conseguido 'Txoria Txori' de Mikel Laboa que cantó desde la tarima del fondo con sus dos coristas mixtos porque a sus pies tenían la letra (lo disimularon muy bien), y el soul del adiós a lo Bruce / Elvis 'Positivity', de epílogo gospel con el público puesto en pie y la intervención del saxo y de su amiga Carolina, quien hasta entonces estuvo sentada en el patio de butacas, un par extra con el que la formación creció hasta el noneto. Y a pesar de los peros, estuvo todo muy bien. Tanto, que deseamos revivirlo en Sopelana, ya lo avanzamos en la primera frase.

Videoclip en directo en plena naturaleza de la canción 'Longing (Into the Woods)'.

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