Gontzal Mendibil, el artista que dejó Banesto por la canción protesta
El de Zeanuri medio siglo con la guitarra al hombro rinde tributo a Blas de Otero y sueña con un musical sobre San Juan de la Cruz
No puede evitar un ligero sobresalto cuando la fotógrafa, después de aconsejarle que no sonría, le dice que se ponga cara al sol, junto a ... la pérgola del parque de Doña Casilda. Le pasan mil recuerdos por la cabeza pero enseguida les pone freno. Suelta una carcajada y no duda en murmurar como si se tratara de un exorcismo las primeras líneas del himno que les hacían cantar en la escuela pública de Zeanuri. «Suelo decir que Franco me hizo cantante a los cinco años», suelta con ironía. Así es Gontzal Mendibil (Zeanuri, 1956), una caja de sorpresas. Siempre en continua evolución y con muy buenos reflejos. Los tenía cuando no fallaba ni una nota en el coro parroquial y también cuando jugaba como defensa izquierdo en el Arratia.
Tiene 69 años y al mirar hacia atrás no se pierde en las brumas de la nostalgia. Se acuerda muy bien del profesor de Física, que en el internado de los jesuitas en Durango, les advertía que ya no merecía la pena estudiar «porque el fin del mundo estaba cerca». Nada que le afectara demasiado, porque él se aferraba a la guitarra como a una tabla de salvación. En aquella época devoraba 'Las aventuras de Tom Sawyer' y le tiraba «el mundo de la farándula». Sus padres eran tenderos y lo veían como un caso perdido. El chaval no tenía más ambición que seguir los pasos de Mikel Laboa, Lertxundi, Lourdes Iriondo y Xabier Lete. «Los vi en un concierto y aquello me cambió la vida». Lógicamente apenas duró una mañana en la antigua sede bilbaína de Banesto, en la calle Navarra, donde le habían mandado para trabajar de meritorio. «Le dije al director que prefería ganarme le vida tocando la guitarra en la calle».
Todavía era un adolescente cuando ganó en el Festival de la Canción Vasca del Abra de Getxo -«una especie de Operación Triunfo de la época»- y desde entonces no ha dejado los escenarios. Aquel premio, que organizaba Juan Manuel Ares, le sirvió para foguearse como telonero y solista, sin dejar de trabajar un estilo que le llevó a sintonizar rápidamente con Xabier Castillo 'Xeberri', que le llevaba ocho años. Se conocieron en 1975, empezaron a dar conciertos y ese mismo año grabaron en Madrid el álbum 'Zaurietatik dario' (Manando de las heridas), que enseguida se convirtió en un emblema de la canción protesta en lengua vasca. Vendieron en Euskadi más de 25.000 copias en seis meses.

En el ocaso de la dictadura, con la censura más relajada, pegaban fuerte 'Bagare' (Somos), con letra de Bittor Kapanaga, y 'Kapitalismoak', escrita por Jesús Mari Markiegi, militante de ETA que murió en un enfrentamiento con la Guardia Civil. Esos dos temas eran los caballos de batalla de Mendibil y 'Xeberri', dentro y fuera del País Vasco. Medio siglo más tarde, continúan siendo parte del repertorio de un cantautor que no solo cuenta con una discografía de más de 20 álbumes, sino que se ha embarcado en musicales y programas de televisión, además de grabar audiolibros y escribir dos novelas.
Ha sorteado la catástrofe- cuando TVE no renovó en 2007 su programa 'La botica de la abuela' terminó en la ruina- y a estas alturas tiene mejor humor que nunca. Vive volcado en su madre, que tiene 95 años y es la única de la familia que ha leído 'El Quijote'. Su hijo, mientras tanto, no detiene el paso. Lo mismo da que se le planten delante gigantes o molinos de viento. «A mí lo que me gusta es la escena, la música y la poesía. Me atrae todo lo que sea interpretación aunque, la verdad, no tanto el cine. Hice mis pinitos pero no estoy llamado a triunfar como actor. Una vez me presenté para el rol de galán y me pusieron un bigotito para hacer de policía».
Celebración en el Arriaga
Después del verano, tiene previsto dar un concierto en el Teatro Arriaga con motivo de los 50 años de 'Zaurietatik dario' y confiesa que le entra vértigo porque habrá mucho que cantar. «No me puedo limitar a mis trabajos del principio, porque yo vivo el presente y no me quedo anclado en el pasado», advierte con un botellín de agua encima de la mesa en la cafetería Baden Baden. No necesita ningún estimulante para repasar su vida y proyectos. Está siempre a mil revoluciones, sin bajar el pistón, «pendiente de todos y de todo para ampliar mi radio de acción». Licenciado en Sociología por la Universidad de Deusto, tiene una plantilla mental que le lleva a analizar constantemente la realidad y buscar alternativas «por el bien de todos, más allá de partidismos o ideologías».
Si se le pregunta por la vigencia de la canción 'Kapitalismoak' que anima a la unión de «campesinos y obreros» con la meta de una Euskadi socialista, no vacila en responder que es «más necesaria que nunca». Con la salvedad de que ese modelo social no se ha materializado todavía, ni en la extinta URSS, ni en Cuba. «Yo amo la libertad y no creo en los dogmas, ni en los aquí ni en los de allá». Es un hombre que domina todas las métricas, de la clásica al verso libre. Para todas encuentra música y no busca verdades únicas.
Entre sus últimos trabajos, destaca el disco-libro bilingüe de 68 páginas 'Hitza geratzen zait/Me queda la palabra', consagrado a Blas de Otero. «Fue un encargo y lo cogí con muchas ganas. Me metí a fondo en su obra para elegir 13 poemas, desde los más existencialistas a los más comprometidos socialmente. La experiencia ha sido magnífica». El disco incluye nueve temas en euskera y tres en castellano, con viola, violín, guitarra y mandolina. Entre los traductores se cuentan el propio Mendibil, Bernardo Atxaga, Gabriel Aresti, Gerardo Markuleta y Luigi Anselmi. El álbum incluye ilustraciones de Pablo Gallo y reivindica «la materialidad, la estética y el placer de lo físico en unos tiempos donde parece que solo importa la nube y el bendito código QR».
El cantautor de Zeanuri necesita del calor humano para crecer. Nunca pierde de vista el momento de situarse bajo los focos. Ahí es cuando se siente capaz de detener el tiempo y percibir algo más. «Siempre anhelas ese momento. Y llegar, sí, a veces llega». Se considera agnóstico pero le intriga y fascina la espiritualidad. Más todavía cuando se vive como una fuente de amor inagotable «que sirve para resistir y crecer». Ahora no hay nada en el mundo que le apasione más que la vida y obra de San Juan de la Cruz. En 2011 y 2022 grabó en castellano y euskera -en versión de Luis Baraizarra- una selección de poemas del carmelita de Ávila que le despertaron un hambre y sed infinitas «por algo que está muy encima de nosotros y al mismo tiempo forma parte de cada uno». Su entusiasmo, una vez más, no tiene límites.
- Defíname a San Juan de la Cruz en pocas palabras.
- Toda la vida fue un antisistema, valiente y genial, con una altura literaria que no parece de este mundo. Me apetece muchísimo hacer un musical sobre su figura.
- ¿Se parecerá a los que ya ha hecho en torno a Iparragirre, Arizmendiarrieta y Arrupe?
- No, la idea es que no supere las 30 personas. En diciembre quiero estrenarlo en Segovia y, luego, marcharemos de gira sin descartar Bilbao. Habrá dos versiones, en castellano y euskera.
- Es un personaje que trasciende lo religioso.
- ¡Igual que Santa Teresa! Veía una alternativa al mundo que tenía delante y eso es muy positivo. La indiferencia no lleva a ningún sitio.
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